Carmen Conesa llega a los Teatros del Canal con andar ágil y elástico, agitando su icónica melena rizada y celebrando que por fin hace calor en Madrid después de una primavera fresca y lluviosa. Por eso lleva un escueto vestido que deja en evidencia un envidiable físico. Tiene 64 años pero parece la chica de hoy en día de hace más de tres décadas. Acaba de terminar en el Teatro Apolo de Madrid las funciones de Gypsy, el cuarto musical producido y dirigido por Antonio Banderas. Y en agosto comienza los ensayos de Cabaret, uno de los estrenos más esperados de la próxima temporada de musicales, en el que interpretará a Fräulein Schneider, la dueña de la pensión que en el montaje original de Broadway interpretó la mítica Lotte Lenya. Este verano quiere irse con su hija al Festival de Aviñón y aprovechar para recorrer en autocaravana el sur de Francia. Pero antes, entre del 4 al 8 de junio, hace en el Canal cinco funciones del Coriolano que se estrenó el verano pasado en el Festival de Teatro Clásico de Mérida mano a mano con Roberto Enríquez, su protagonista.

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"Es el segundo Shakespeare que hago, después de El sueño de una noche de verano. Me gusta mucho. Está tan bien escrito que si la traducción es buena, como es el caso, se te mete dentro y se dice muy fácil. Ha pasado un año de Mérida pero las palabras salen solas, vuelven a brotar como si hubieran estado dormidas estos meses", explica en conversación con El Independiente, antes de recitar de corrido, admirablemente, un fragmento de su texto. "Y me oigo a mí misma y me digo, ¡pero qué pasa! Pues algo que creo que solo pasa con los clásicos, o con textos de maestros de la literatura o la poesía como Lorca, que se quedan pegados en el alma. Todavía se me vienen textos de Mariana Pineda, y la hice en el 97".

Una Volumnia atípica

Coriolano es, junto a Antonio y Cleopatra, el cierre de la producción trágica de Shakespeare. Cuenta la historia de Cayo Marcio Coriolano, un brillante general que tras su destierro de la Roma republicana pretende asaltar la ciudad aliado con el mismo pueblo volsco al que había derrotado en el pasado. Su madre, Volumnia, le disuade de hacerlo, y ese cambio de decisión le conduce a la muerte.

Cuando el productor Carles Roca le propuso dar la réplica a Enríquez en el papel de Volumnia, Carmen Conesa reaccionó con sorpresa. "¡Si Roberto y yo nos llevamos solo seis años! Tenemos una relación madre e hijo curiosa, pero en el escenario es totalmente creíble, así que estoy feliz. Es un gran amigo y es uno de los mejores actores españoles que hay en este momento".

Pregunta.- ¿Cómo de reverencial hacia Shakespeare es esta versión de Coriolano dirigida por Antonio Simón?

Respuesta.- El escenógrafo, Paco Azorín, ha hecho una propuesta muy valiente a base de rampas. El vestuario mezcla la inspiración romana y la contemporánea, funciona muy bien. Y a nivel de interpretación es absolutamente realista. Hablando como pintora [Conesa también pinta] no diría que es hiperrealismo, pero si un figurativo muy emocional. Se habla con mucha emoción y mucho sentido común, y el público lo recibe y lo entiende muy bien.

P.- Y en otoño vuelve a la cartelera con Cabaret. ¿Disfruta con el musical?

R.- Me gusta mucho. Es el arte total para un actor y te obliga a estar preparado para todo. Hay que estar muy en forma, estudiar, seguir trabajando la voz, el cuerpo, la interpretación. Me gusta y me estimula estar rodeada de generaciones nuevas, gente muy formada y disciplinada.

P.- El otro día Nacho Duato se quejaba un poco de la moda de los musicales, que parece invadir todos los escenarios.

R.- Nuestro musical ha sido la revista y antes la zarzuela, hasta que el cine americano nos enseñó que se puede hacer cine y cantar y bailar con otro tipo de música, el jazz, la música ligera. Las franquicias se han instalado aquí y se ha convertido en un tipo de espectáculo familiar a lo grande. Son un poco como parques de atracciones y con frecuencia parte de un pack turístico. A mí me encantaría que en el pack también hubiera entradas para el teatro clásico, para el María Guerrero o para el espectáculo de Nacho Duato, pero ya sabemos que es más conocido El rey León. Esto es como la Coca-Cola y La kombucha. Yo bebo kombucha y la gente bebe Coca-Cola.

P.- Musical, teatro clásico, contemporáneo, televisión, cine... Hay pocas actrices en España con su polivalencia para desenvolverse con confianza en tantos registros.

R.- Cuando las personas abarcan mucho arco de vida se suele decir que son personas dispersas y yo siempre digo que soy diversa. Vivimos una sola vez y a mí me gusta conocer y estar siempre aprendiendo: técnicas, capacidades, personas… Eso de ser aprendiz de todo y maestro de nada a mí me parece un piropo. Hay muy buenos maestros, pero yo soy aprendiz y me moriré siéndolo. Y qué maravilla que me den la oportunidad de aprender en mi trabajo, ganándome la vida. Es un regalo.

Carmen Conesa y Roberto Enríquez en una de las funciones de 'Coriolano' en el Festival de Mérida de 2024.
Carmen Conesa y Roberto Enríquez en una de las funciones de 'Coriolano' en el Festival de Mérida de 2024.

P.- Afronta su oficio de una manera muy reflexiva, algo que no es muy habitual en ese mundo de ego y vanidad disparados que suele ser la interpretación.

R.- Es esencial. El exhibicionismo es algo propio del actor, te gusta enseñar lo bien que lo haces, y eso está siempre en el escenario. Pero hay que mantener muy a raya la vanidad y la soberbia. Que te aplaudan cada noche en un teatro hay que valorarlo, pero no intoxicarte de ello. Hay que recibirlo con humildad, y hay que rodearse de gente sabia que te lo recuerde constantemente, y de buenos amigos que no sean de la profesión. El actor, el cómico, el bailarín, el cantante que enseña sus talentos tiene que domar el ego, entrenarlo para seguir creciendo. Yo he encontrado en la práctica del estoicismo, de la meditación, del zen, del arte y del deporte una buena manera de lograrlo.

P.- Está en una forma envidiable, y supongo que eso te permite afrontar papeles que a lo mejor otros actores o actrices de tu generación no pueden plantearse de la misma manera.

R.- Tengo una disciplina porque creo que los actores somos también atletas. El escenario es un altar, un sitio que engrandece lo grande y lo pequeño, y hay que estar muy preparado, hacer muchas flexiones, entrenar la voz y entrenarlo todo para que cuando te subas ahí arriba puedas dar la calidad y el rigor que el público paga por ver.

P.- Hay mucha gente a quien la extrañeza y el artificio del teatro, ese escenario donde suceden cosas insólitas, les produce rechazo. Aunque sea algo que está en nuestra experiencia como seres humanos desde el principio.

R.- Quizá porque han tenido malas experiencias. Pero el teatro está con nosotros desde la infancia. Cuando jugamos a policías y ladrones somos actores. El acto de ser otra persona para jugar, to play. En inglés se sigue usando el verbo jugar para decir interpretar. En francés también. Nosotros ya no, nosotros actuamos. El caso es que los niños juegan, pero cuando somos adultos de repente dejamos de jugar y nos convertimos en lo que se supone que tenemos que ser para representar el papel único que tenemos en la vida, y eso es mentira. Pero el público a veces tiene miedo de volver a ese escenario si han tenido malas experiencias o por esa especie de distanciamiento. O quizá no se llegan a meter porque ahora tenemos miles de mundos a un palmo, en una pantalla, tan cerca que te parecen que son tuyos. En cambio, vas al teatro y está lejos, no puedes tenerlo. Pero yo sigo creyendo que el teatro es el futuro, porque es irrepetible y porque tenemos que salir de las pantallas. Por eso ahora se está revalorizando el directo.

P.- Hablando de pantallas, en su polivalencia ha hecho mucha televisión. Desde Las chicas de hoy en día, que la catapultó a la fama, hasta seriales como Amar es para siempre. ¿Cómo vive ese tipo de trabajo tan intensivo respecto a una experiencia más reflexiva como un Coriolano?

R.- Me lo he pasado muy bien cuando he rodado series diarias. Entras en una especie de túnel del tiempo en el que solo estás haciendo eso con tu personaje, tu texto y tus capítulos, sin saber lo que va a pasar, a ver si ahora soy mala o buena, lo que decidan los guionistas. Es puro juego. Tú juegas, los guionistas juegan. Tiene otra técnica y hay mucha velocidad, es como estar en el acelerador de partículas, o en una escape room. El público se lo pasa bien, reconoce tu trabajo y además te pagan muy bien. Lo maravilloso de dominar varias técnicas es poder disfrutar también de trabajar con cuatro cámaras todos los días sin poder ensayar. Lo más difícil me encanta. Tengo una especie de adicción a los retos. No me da ninguna pereza levantarme a las 5 de la mañana o estudiar el fin de semana lo que tengo que grabar la semana siguiente.

P.- ¿Cómo sigue ese proyecto de Fernando Colomo para resucitar a Las chicas de hoy en día?

R.- Ahí está, creo que han tenido reuniones con un par de plataformas. Serían unas nuevas chicas de hoy en día. En principio Diana y yo pensamos, qué bien, vamos a ser las protagonistas, dos señoras de 60 años. Pero no, nos aclararon que seremos secundarias, las madres, ¡o las abuelas!, porque tenemos edad de ser las abuelas de las chicas de hoy en día de hoy. Ojalá se haga, seríamos muy felices.

P.- Hace poco consiguió el título de capitán y creo que otro de sus proyectos tiene que ver con el mar.

R.- Quiero hacer un documental, dar la vuelta al Mediterráneo con otras cinco capitanas mayores de 50 años, porque las mujeres en el mundo de la navegación están muy poco visibilizadas. Hay muchas, pero no las conocemos. Y entrevistar en cada puerto a mujeres que se dediquen a oficios relacionados con el mar. Serían ocho capítulos, uno por singladura. Miguel del Arco me ha ayudado a hacer el guion. Pero no es un proyecto fácil. Ahora empiezo con Cabaret, y el año que viene, si hay suerte, tengo dos proyectos muy bonitos de teatro. Así que lo del barco es complicado, porque es irte un año o dos. Así que he pensado que lo mismo lo hago cuando me retire. Este año cumplo 65.

P.- ¿Pero tiene intención de jubilarse?

R.- No, los actores no nos retiramos. Pero quiero hacer este documental. Y dar la vuelta al mundo en barco. No me apetece ni comprarme un teatro ni hacer lady Macbeth. Dar la vuelta al mundo antes de morirme sería mi sueño.

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