El 20 de junio de 2024, la Casa Real abría su cuenta oficial en Instagram. Coincidiendo con el décimo aniversario de la proclamación de Felipe VI, y después de muchos años resistiéndose, La Zarzuela se rendía al signo de los tiempos y seguía los pasos de otras casas reales europeas que aprovechan las redes sociales para reforzar su imagen y divulgar el trabajo diario de sus miembros. En las sociedades abiertas del siglo XXI el misterio ya no es una virtud sino una amenaza existencial para estas instituciones que caminan en el alambre entre el anacronismo y la fascinación pública, y que deben ganarse diariamente el favor de los ciudadanos que han dejado de ser súbditos. La casa real británica, el espejo de dignidad y ceremonia en el que se miran todas las demás, abrió su cuenta en 2013 y ha creado escuela en eso de compatibilizar pompa y reelscon algún escándalo reputacional a cuenta de un mal photoshop–. La corona española, pese a tener a una comunicadora de raza en su seno como la reina Letizia, tardó una década en asumir el potencial y la necesidad de esta herramienta.

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Lo hizo el 20 de junio de 2024 con una imagen de la familia real asomada al balcón del Palacio de Oriente durante las celebraciones del décimo aniversario de Felipe VI. Ese día, la activación de su perfil verificado propició el entusiasmo de monárquicos acérrimos, pero también de meros curiosos, o de los que toleran la corona solo por la plebeya Letizia. En pocas horas rebasó los 100.000 seguidores, aunque ahora la cuenta de casareal.es ande un poco estancada, cerca de los 900.000 pero lejos del millón que marca el acceso a la liga de los perfiles influyentes.

Un año después siguen ahí los defectos de forma marca de la casa: los iconos feos de las stories destacadas o la música random libre de derechos que acompaña los vídeos de las actividades reales. Cuando ha habido un luto nacional, como tras la dana de Valencia, un lazo negro se ha hecho hueco en la imagen de perfil desplazando torpemente de su centro el escudo de la Casa del Rey. El decoro en el diseño nunca ha sido el punto fuerte de Zarzuela, que siempre está haciendo lo que puede con su magro presupuesto y que con demasiada frecuencia recurre al do it yourself en lugar de contar con un experto.

El discreto encanto del amateurismo

Probablemente necesiten un director creativo, pero cierto amateurismo ya forma parte del discreto encanto, quizá más estudiado de lo que parece, de la Casa de Felipe VI, padre de familia de clase media (alta) que hace las veces de rey de España y que con la inestimable ayuda de Letizia, que le ha hecho un hombre feliz y le ha enseñado a hablar y desenvolverse en público con naturalidad, ha imprimido su sello a la institución con esa característica auctoritas suya basada en la buena planta y la amabilidad.

Las fotos que dan cuenta en Instagram del desempeño institucional de la familia real reflejan a la perfección el ethos de esta monarquía modesta y simpática en sus viajes por España y parte del extranjero, recibiendo en audiencia, presidiendo patronatos, inaugurando exposiciones, visitando hospitales, posando y haciéndose selfies con la concurrencia que les espera allá donde van.

Letizia el pasado mes de abril en Granada, Felipe en mayo con los vecinos de Cuacos de Yuste.
Letizia el pasado mes de abril en Granada, Felipe en mayo con los vecinos de Cuacos de Yuste. | Instagram Casa Real

Una actividad que propicia un verdadero festín iconográfico, con un estilo reconocible precisamente por su falta de estilo. Abundan las imágenes sin profundidad de campo, donde todo se ve porque todo está en el mismo plano, tomadas con frecuencia con un flash que no hace falta. El ojo no sabe dónde mirar porque todo se ve en estas fotos llenas de detalles. Son una mina de información sobre sus protagonistas –el rey, la reina, sus hijas y la emérita Sofía, que ha recobrado protagonismo gracias a la difusión en redes de su actividad pública–, pero también de aquellos que están a su alrededor.

En las más de 400 publicaciones del Instagram de la Casa Real aparecen miles de ciudadanos que miran y fotografían y saludan a los reyes, componiendo una impagable galería de gestos y actitudes –de admiración, afecto, emoción, indiferencia o incluso recelo–. A veces son piezas maestras de eso que se ha dado en llamar candid photography, subgénero en el que los sujetos se muestran como son porque no son conscientes de la presencia de la cámara y por tanto no posan. Obviamente, la gente que acude al encuentro de los reyes está pendiente de ellos y no de la cámara real que está inmortalizando el momento. Los reyes son los perfectos señuelos para que salgan fotos únicas.

Letizia, reina modelo

La singular cercanía de Letizia, afectuosa pero sin renunciar a la distancia y dignidad propias de su rango y condición –incluso en circunstancias extremas como la visita a Paiporta que propició la foto del año, esa profesional, del barro en la cara–, no solo es un valor seguro de la familia real sino que es muy fotogénica. Como lo es ella misma, siempre impecable, sus looks jaleados por las revistas de tendencias y sus brazos, siempre sus brazos. También su profesionalidad, que da lugar a retratos de mujer aplicada, bolígrafo en mano, en las innumerables reuniones a las que debe acudir, o a imágenes curiosas, entre lo entrañable y la ciencia ficción, en sus visitas a centros de investigación punteros.

Letizia durante su visita al Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada el pasado mes de abril.
Letizia durante su visita al Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC) de la Universidad de Granada el pasado mes de abril. | Instagram Casa Real

Rey soldado, rey funcionario

Felipe no se queda atrás. Su apostura de uniforme siempre juega a favor de la institución, por tierra, mar y aire. En modo Top Gun, como sucedió recientemente en la Academia del Aire en San Javier, como capitán general de Tierra en las recientes maniobras de contingentes españoles en Eslovaquia o a bordo del submarino Isaac Peral, mirando por el periscopio o jugando a dar instrucciones a una tripulación embelesada. La presencia frecuente de Margarita Robles como ministra de jornada, a la vera del rey con sonrisa pícara y gafas polarizadas, ofrece el contrapunto de involuntaria comicidad.

Felipe piloto en San Javier, marino en el 'Isaac Peral'.

Pero si algo hemos descubierto del rey desde que tiene Instagram es el amplio catálogo de visajes de su rostro. Además de la simpatía natural de esa cara amable, la cámara indiscreta capta gestos de concentración, escepticismo, perplejidad, socarronería o sorpresa que antes se quedaban en las mesas de luces de los periódicos y las agencias de noticias, pero que ahora, gracias a un community manager generoso o con un punto de vista propio llegan directamente a la pantalla de nuestro móvil sin mayor mediación.

El corrillo con sillas, fórmula habitual en las audiencias en Zarzuela, deja en ocasiones un panorama desolador de coronillas despobladas. La cámara a veces captura un gesto absorto del monarca.

En Sobre la fotografía, el excelente ensayo de Susan Sontag sobre un medio que le resultaba tan sospechoso como cercano –compartió su vida durante quince años con la fotógrafa Annie Leibovitz, que ha terminado siendo la retratista real de Felipe y Letizia, qué cosas–, la escritora norteamericana sostiene que "el tiempo termina por elevar casi todas las fotografías, aun las más inexpertas, a la altura del arte". Más tarde o más temprano, las imágenes del Instagram de la Casa Real serán objeto de tesis doctoral para algún estudiante de Arte, pero algunas de ellas ya lo son. Arte.

Nadie llevó el birrete de Coimbra con tanta dignidad. La foto de Felipe VI investido doctor honoris causa por la universidad portuguesa es una obra de arte.
Nadie llevó el birrete de Coimbra con tanta dignidad. La foto de Felipe VI investido doctor honoris causa por la universidad portuguesa es una obra de arte. | La comicidad de un birrete es casi insuperable. Si es de la Universidad de Coimbra y el doctor honoris causa es Felipe VI, el resultado es simplemente perfecto.

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