Jane Birkin no quería un bolso. No uno nuevo, al menos. En 1981, a bordo de un vuelo de Air France entre París y Londres, la actriz británica dejaba caer su agenda de piel y papeles sueltos al pasillo del avión cuando el hombre sentado a su lado –Jean-Louis Dumas, presidente de Hermès– se ofreció a diseñar uno que sí lo contuviera todo. Así nació el Birkin, quizá el bolso más icónico del siglo XX. Cuatro décadas después, el modelo original fabricado para ella, con su inconfundible pátina de uso, ha sido subastado en París por siete millones de euros –8.582.500 incluyendo los honorarios de Sotheby's y demás gastos–.

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El Birkin original –así lo ha bautizado Sotheby’s, que lo ha incluido como el lote estrella de su subasta Fashion Icons– no es una pieza de museo porque nunca fue tratada como tal. Jane Birkin lo usó sin compasión desde que se lo entregaron en 1984: lo llenó hasta deformarlo, lo cubrió de pegatinas de campaña contra el apartheid y por los derechos de los kurdos, dejó que su hija Charlotte le escribiera el nombre con bolígrafo, reemplazó el forro interior con tela de camisa y ató sus asas con colgantes, pañuelos y medallas. En algún momento incluso le quitó la tapa, porque "abrirla era un fastidio". Más que un bolso, era su diario portátil.

Jane Birkin con su bolso lleno de pegatinas (la de Médicos sin Fronteras, receptores de la donación y el dinero recaudado hoy la más destacada).
Jane Birkin con su bolso lleno de pegatinas (la de Médicos sin Fronteras, receptores de la donación y el dinero recaudado hoy la más destacada). | Mike Daines / Sotheby's

La casa Hermès tardó años en aceptar que ese Birkin primero –tan ajeno a la perfección de los escaparates– tuviera un valor estético. Pero el mercado ha hablado: la puja final, presentada por una compradora anónima, ha superado con creces las estimaciones más optimistas y ha transformado definitivamente un objeto íntimo en reliquia pública. Como explica Cynthia Houlton, directora de moda de Sotheby’s, este Birkin "encarna el espíritu de su propietaria: iconoclasta, libre, militante, sin miedo al desgaste ni al desorden".

Una instrumento devenido en símbolo

El mito ha mutado. Durante décadas, el Birkin ha sido sinónimo de lujo inalcanzable, de lista de espera, de cuero Togo y costuras invisibles. Es el bolso de Sexo en Nueva York, el que un día inspiró una broma cruel de Victoria Beckham ("no puedo concentrarme si no tengo al menos veinte en casa"). Pero el Birkin que acaba de romper récords en subasta no fue nunca un símbolo de estatus. Fue un instrumento. Jane Birkin cargaba en él sus cassettes, sus libros, sus cartas; lo dejaba abierto para que asomaran sus ideas. Fue, como ella misma, desordenado y luminoso.

Después de su muerte en julio de 2023, su familia decidió donar este primer Birkin a la organización humanitaria Médicos del Mundo. La recaudación se destinará íntegramente a sus programas de ayuda. No es casual: Birkin nunca cobró por prestar su nombre al bolso, y durante años repitió que prefería que el dinero fluyera hacia las personas, no hacia los objetos.

Aquel gesto distraído en un avión se ha convertido en historia del diseño, pero también en una parábola cultural: cómo algo creado para resolver una molestia acabó simbolizando una época, un ideal de elegancia… y ahora, quizá, su crepúsculo. El Birkin original no está nuevo, ni lo estará nunca. Es su belleza.

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