Una noche de pop sin sobresaltos en el Gillette Stadium de Boston. Coldplay tocaba "Viva la Vida" en su segundo concierto en la ciudad, celebrado el pasado miércoles. La pantalla gigante del escenario, como en tantos otros estadios, alternaba planos del público con escenas captadas por la llamada kiss cam, esa cámara oportunista que busca el amor entre el público y exige una inmediata demostración de afecto en primer plano. Todo estaba en orden hasta que Chris Martin, cantante y maestro de ceremonias, dijo: "Oh, miren a estos dos… o están teniendo una aventura o son muy tímidos".

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El plano mostraba a Andy Byron, CEO de la tecnológica Astronomer, abrazando por detrás a su directora de Recursos Humanos, Kristin Cabot. En cuestión de segundos, Byron soltó a Cabot, se ocultó tras una barrera, y ella giró el rostro cubriéndose la cara. En escena: una incomodidad feroz. En redes: escándalo viral.

La imagen ha circulado en TikTok y X a velocidad de meme. Lo que pareció primero una broma escénica, acaso un clásico momento cringe, ha derivado en un vendaval público con consecuencias para la reputación del empresario. Byron está casado y no ha emitido comentarios públicos desde que el video se convirtió en tendencia. Tampoco lo ha hecho Cabot. La empresa en la que ambos trabajan, un unicornio tecnológico dedicado a plataformas de orquestación de datos, ha evitado responder a medios.

Crisis reputacional

En LinkedIn, los perfiles de ambos se mantienen activos: Byron al frente de Astronomer desde 2023, tras una carrera en firmas de ciberseguridad; Cabot, fichada como Chief People Officer hace apenas nueve meses, elogiada entonces por su "liderazgo excepcional" y su "alineamiento de gestión de personas y de negocio". Ese lenguaje de manual corporativo ahora contrasta con una escena poco planificada y mucho más humana: dos ejecutivos sorprendidos, en un concierto, bajo la lupa pública y privada al mismo tiempo.

Algunos usuarios de redes han dirigido sus apoyos a la esposa de Byron, identificada por medios estadounidenses como Megan Kerrigan Byron. Otros cuestionan el sentido de llevar una relación presuntamente extramatrimonial a un concierto multitudinario. Y algunos más, con el cinismo habitual, celebran la exposición como "karma en tiempo real".

Esta crisis reputacional ha obligado a Byron a emitir un comunicado oficial en el que reconoce su error y se disculpa ante su "esposa, familia y equipo de Astronomer". "Merecen algo mejor de mí como compañero, como padre y como líder", ha dicho el CEO de la compañía, no sin antes lanzarle una pullita a la banda británica. "Quiero expresar lo preocupante que es que lo que debería haber sido un momento privado se haya hecho público sin mi consentimiento. Respeto a los artistas y al público, pero espero que todos podamos reflexionar más profundamente sobre el impacto de convertir la vida de otra persona en un espectáculo".

De nuevo, el comunicado ha recibido numerosas críticas en redes sociales, pues parece estar culpando a Coldplay de su propia infidelidad. Precisamente, ante la viralización del suceso, la banda ha anunciado que, en sus próximos conciertos, habrá una "zona libre de cámaras". Una zona libre para infidelidades.

Hay algo cruel pero revelador en la forma en que un mecanismo festivo como la kiss cam puede volverse un disparador de juicio moral y escrutinio corporativo. Coldplay, grupo hábil en fabricar comunión emocional a escala masiva, acabó siendo el telón accidental de una escena que, por su torpeza y su carga simbólica, ha capturado algo del presente: la fragilidad entre lo íntimo y lo público, el riesgo de vivir entre pantallas, y el hecho de que incluso los CEO pueden equivocarse en HD. La frase de Chris Martin quedó en el aire como una ironía profética. Porque sí, algo estaban haciendo. Y no, no eran solo tímidos.

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