Enfrente de la salida principal de la Real Plaza de El Puerto se erige El Toro, no confundir con el monumento que recuerda a Paquirri, en una larga, situado en otra plazoleta.
Al salir raudo -cosa de la que me honro- y situarte a esperar al amigo entrañable de Cádiz con el que te quieres fundir en un abrazo antes de tarifar, mirando de frente a esa Puerta Grande, observas que las furgonetas de los triunfadores están aparcadas a ambos lados de la escultura gallarda del Toro. A la derecha, con el apoderado Simón Casas subido en pie esperando al maestro -puro ardor juvenil toda la tarde para no marcharse de vacío- estaba la de Talavante; a la izquierda, blanca con los cristales tintados, la de Morante de la Puebla. Y éste fue el objetivo mayoritario de la masa que salía bramando de la plaza.
Sólo querían y gritaban por morantinas, en el ya conocidísimo cántico nacido en las entrañas de La Puebla del Río. Las cámaras de los móviles apuntaban apabullantemente a Morante, que salió levitando y se piró al hotel tan feliz con el botín de dos orejas, cosechado a las primeras de cambio con una facilidad sublime.
Cuando el Genio procedió con el presidente y se fue a buscar destinatario al callejón, en el brindis ese primer toro de la tarde, se presentía el lío. El Juli ganadero le enroscó en un sentido abrazo, y la mente se trasladaba a agosto de 2017. Tras un mano a mano con El Juli -el ganadero de El Freixo de esta tarde en El Puerto- Morante decidió retirarse harto de los presidentes y de los veterinarios; El Juli acababa de cortar cinco orejas y rabo. Él, nada de nada. Pues bien, casi ocho años después, el que está retirado de por vida es El Juli y el que le brinda el toro de su ganadería de corazón es Morante, que se pone a torearlo y bordarlo como si él fuera el que lo hubiera criado, Un escándalo de desdén torero con capote y muleta.
Ayer se dieron dos abrazos largos, el segundo justo antes de la concesión abrumadora de las dos orejas para el Genio de la Puebla en ese primero de la tarde de reventón. Pero es que al brutote cuarto, nada que ver con el cómodo y noble primero, también le hubiera cortado las orejas de no pinchar, de lo que se coliga que, si se hubiera invertido el orden. esas dos orejas probablemente hubieran sido "y rabo". Pero esto es fabular.
Lo que no es fabular es romperse la camisa con la última tanda de naturales de Morante al pesado cuarto de El Freixo, brindado a Joaquín (cuando Morante brinda sus dos toros, ve y cuéntalo). Toro al que por supuesto se inventó consintiéndolo, pudiéndolo y administrando grandeza sin quitarse. Se acalló la música, el público agradeció la pieza, Morante se sumó e hizo una reverencia a la banda; entonces, la plaza callada, ni una mosca aleteando, se fue al toro y le citó con la muleta en la izquierda y los pies juntos, envolviéndonos de uno en uno, se escuchaba perfectamente el cite del torero, el galope del toro, el embroque, el final del muletazo y vuelta a empezar. Un homenaje entregado al Toreo sevillano de verdad (abrió faena imperceptiblemente con el cartucho). Una dicha, ahora sí, no sólo palabrería vacua, de ver toros en El Puerto de Santa María.
Cómo no iba a estar la gente bizcochona con Morante; esa tanda con su inmensa mano izquierda fue un escaparte de repostería clásica. Si no pincha - se escuchó perfectamente el encontronazo de acero y banderilla - otras dos orejas seguro.
Cumbre morantista de nuevo en este inimaginable 2025 que continúa en su esplendor veraniego sin que absolutamente nadie, ni los guías del tour, aventure qué puede seguir pasando. (Habrá que ir a El Puerto y a La Malagueta).
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