"El estudio de las posesiones demoníacas nunca ha sido, no lo es en la actualidad, ni muy probablemente lo será en el futuro, una disciplina científica". Con esta frase de su libro En la oscuridad, Ed y Lorraine Warren dejaban claras sus intenciones: no busquéis la lógica en nuestros argumentos, pues el razonamiento no puede explicar nada de lo que ahora os vamos a contar. Quienes alcanzaron la fama a finales del siglo XX como expertos demonólogos e investigadores de lo paranormal podían fardar de haber resuelto más de mil casos de posesiones y fantasmas (o, por lo menos, eso es lo que ambos aseguraban). Ed falleció en 2006. No llegó a conocer las películas sobre sus casos que les trajeron de vuelta, como si de un espectro del pasado se tratara, a la cultura popular. Expediente Warren se estrenó en 2013. Siguieron dos secuelas más y un porrón de spin-offs a golpe de susto barato. La última de ellas se estrena hoy. Expediente Warren: el último rito promete lo mismo que sus anteriores: edulcorar una mentira tiñéndola, de nuevo, con otra mentira.
Parece ser que los Warren no eran la familia amorosa, católica y buenecita que Hollywood ha transmitido gracias a la pareja formada por los actores Patrick Wilson y Vera Farmiga. Cuando salió la primera película de Expediente Warren, Lorraine todavía se encontraba viva y se cercioró de que cualquier involucrado en la película entendiera que, de producirse, estaba completamente prohibido mostrar tanto a ella como a Ed manteniendo relaciones sexuales. Y, ojo, aquí viene una –turbia– especificación adicional: ni entre ellos, ni extramatrimoniales, ni con menores de edad.
La gran estafa de los Warren
Cuando Ed Warren conoció a Lorraine Rita Moran en 1944, supo que lo suyo sería amor verdadero. Él trabajaba como conductor de autobuses. Ella tenía el hobby de gastar dinero. "Siempre supe que era una cazafortunas", bromearía Ed años después. Y no se equivocaba, pues la pareja no tardó en encontrar aquello para lo que estaban destinados: hacer dinero con el ocultismo. Lorraine argumentaba ser médium y clarividente, mientras que Ed alegaba que "desde muy pequeño" había tenido encontronazos con el más allá. Quizá por eso sus primeros trabajos fueron tan sencillos: leían en el periódico casos de familias atormentadas e iban a la casa en cuestión. Una vez allí, Ed dibujaba un cuadro de la misma siendo atacada por los espíritus que, por supuesto, tanto él como su esposa eran los únicos que podían ver. Con ello, iban a los dueños de la casa y les explicaban el percal y, puesto que ellos eran tan benevolentes, accedían a limpiarles el hogar de malos espíritus de manera "gratuita" (antes debían comprar el cuadro que Ed había dibujado).
Timos y pederastia
El boca a boca les hizo cobrar una discreta popularidad. En 1952 fundaron la Sociedad de Investigación Psíquica de Nueva Inglaterra (NESPR), el grupo de cazafantasmas más antiguo de la región. Y, así, las investigaciones empezaron a ser más y más notorias: que si una muñeca poseída, que si un juicio por asesinato demoníaco, varias casas encantadas... Todo ello custodiado y explicado en su Museo del Ocultismo en Connecticut, visitable por un módico precio.
De puertas para afuera, los Warren eran la pareja perfecta que atemorizaba al diablo propagando la palabra de Dios. Entonces, falleció Ed. Y se destapó la mentira.
En 2014, ocho años después del fallecimiento de Ed, una mujer llamada Judith Penney acusó a los demonólogos de fraude. Penney alegó que conoció a Ed cuando ella tenía 15 años y él rondaba los 35, y que no tardó en engatusarla para comenzar una relación extramatrimonial que se extendió por más de 40 años, siendo Lorraine plenamente consciente de ello. Todo empeoró en 1978, cuando Judith se quedó embarazada de Ed. La pareja ya era muy conocida y, preocupada por el escándalo, obligó a la joven a abortar y a decir que había sido violada por un intruso. Tras ello, los Warren abandonaron a Judith.
La careta se empezó a caer. Penney aseguró que Ed maltrataba física y verbalmente a Lorraine y que la gran mayoría de sus casos eran un fraude, con la propia joven coautora de la mentira en más de una ocasión. "Se presentaban como católicos devotos, pero su verdadero Dios es el dinero", explicaría. Resulta que, contra todo pronóstico, sus investigaciones sí que eran una fantasmada.
El espíritu de la muñeca Annabelle
Es, quizá, el caso que más fama les dio: el de una destartalada muñeca de trapo Raggedy Ann que pareciera hacer cosas extrañas. Así lo denunciaron dos compañeras de piso en 1970, que no tardaron en contactar con un especialista. Este les explicó que la muñeca contenía el espíritu de una niña llamada Annabelle Higgins, fallecida en un accidente de tráfico unos años antes. Fue entonces cuando los Warren entraron en escena. Ed negó los hechos: la muñeca no contenía el espíritu de una niña, pues "Dios jamás permitiría eso", sino el de un demonio (se acababa de publicar El exorcista y los fantasmas estaban desfasados: el éxito comercial eran ellos, los demonios). La pareja requisó la muñeca y se la llevó consigo a su Museo del Ocultismo. Aquí no hay trampa ni cartón. ¿O sí?
Paranormal investigator Lorraine Warren holds the original Annabelle doll, a "possessed" Raggedy Ann that began terrorizing her owner in 1970. pic.twitter.com/Em2dxBcXa3
— Creepy.org (@creepydotorg) August 12, 2024
Lo cierto es que toda esta historia se contó una vez que la muñeca llegó al museo, no antes. Es decir, todo lo que se sabe del caso es lo que Ed y Lorraine han contado sobre el mismo. Una historia, por cierto, muy similar a un capítulo de la serie Twilight Zone, sobre una muñeca poseída llamada Ana Rose. Pero, quiénes somos nosotros para dudar de la veracidad del cuento, si cada dos por tres salta el rumor de que la muñeca Annabelle se ha "escapado" del Museo de los Warren.
Terror en Amityville
Otro caso explotado hasta la saciedad: el de una familia aparentemente normal que se muda a una casa sin saber que, apenas un año antes, un joven (Ronald DeFeo) había asesinado a toda su parentela en ese mismo lugar, instado a hacerlo por "las voces". Los nuevos inquilinos, la familia Lutz, apenas duran 28 días en la casa antes de huir atemorizados, alegando haber visto cosas extrañas que variaban desde humedades de color negro al espíritu de un niño ensangrentado con una cabeza de cerdo. Los Warren investigan y descubren el caso DeFeo, del que juran y perjuran no saber nada (pese a este haber sido uno de los más mediáticos) y que parece explicar todos los males de la casa: está plagada de demonios.
El hecho explotó. Se hicieron películas, libros y documentales, todos ellos firmados, ojo, por la familia Lutz. Es decir, cuanto más se hablaba de Amityville, más ricos se hacían George y Barbara Lutz. Fueron muchos los valientes que se atrevieron a alquilar la casa tras los desafortunados incidentes, y todos coincidían en lo mismo: allí no pasaba nada extraño. Los Lutz se lo habían inventado todo.
Fue entonces cuando, desde la cárcel, DeFeo admitió haberse inventado lo de las voces para tratar de hacer ver que había matado a su familia por causas externas a él, lo que quizá rebajaría su condena. Los Warren, sin embargo, avalaban la veracidad de la historia, llegando a mostrar una imagen tomada dentro de la casa en la que se veía a un fantasma. No tardó en descubrirse que el "fantasma" era, en realidad, Paul Bartz, un investigador que trabajaba por aquel entonces con los Warren, quienes, por cierto, se llevaban comisión con cada habladuría del caso.
¿Casas encantadas o casas inventadas?
Pero Amityville no fue la única casa encantada que investigaron los Warren. En Connecticut, muy cerquita de su Museo de Ocultismo, una familia pidió ayuda a los bondadosos Warren para hacerle un exorcismo a su hijo, pues este tenía alucinaciones y sentía que una figura alta, pálida y negruzca le seguía. La pareja demonóloga halló evidencias de que, anteriormente, esa casa había sido un tanatorio y que, por si fuera poco, el propietario del mismo había hecho rituales con los cadáveres del mismo. Raro, raro.
El caso no fue muy viral, así que los Warren contrataron a un autor de ficción, Ray Garton, para documentarse y coescribir un libro del mismo, En la oscuridad. Garton no tardó en encontrar incongruencias en la historia, descubriendo que el joven poseído padecía esquizofrenia y sus padres eran alcohólicos y drogodependientes. Cuando el autor se lo recriminó a Ed, este le respondió que la familia "estaba loca" y que no escatimara en escribir "detalles terroríficos", pues eso es lo que da dinero.
Otra casa encantada que, esta vez sí, cobró fama, fue aquella ubicada en el municipio londinense de Enfield, al otro lado del charco. De este caso se tomó inspiración para la segunda de los Warren, sobre cómo un poltergeist inglés atormentó la vida de unas niñas algo pesadas. Y es que ahí esta el quid de la cuestión: todo lo que rodea al caso no son más que travesuras infantiles de unas niñas revoltosas, por mucho que los Warren traten de meter por ahí a Satanás. Incluida la famosa foto de la supuesta levitación de la niña poseída, que cobra un matiz completamente distinto cuando se pone junto a otras tomadas durante el hecho, haciéndola ver como lo que seguramente fue: una niña saltando de la cama.
Imágenes reales de la supuesta levitación de Janet Hodgson, principal víctima del poltergeist de Enfield. pic.twitter.com/xZESPIuND3
— Juan Diego Rodríguez (@judiroap) June 30, 2016
Con todo, resulta que la verdadera posesión no es la de muñecas, casas encantadas o niñas que levitan en fotos mal enfocadas, sino la de una cultura entera que ha decidido tragarse el relato. Los Warren entendieron que lo paranormal vende más que la realidad, independientemente de que se pudiera probar lo contrario. Lo importante era mantener viva la farsa, aunque fuese a costa de manipular, mentir o jugar con tragedias ajenas. Qué se le iba a hacer, era un negocio rentable.
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