María Antonieta sigue fascinando dos siglos y medio después de su muerte. Este sábado, el Victoria and Albert Museum de Londres inaugura Marie Antoinette Style, la primera gran exposición organizada en Reino Unido dedicada en exclusiva a la reina consorte de Francia. Más de 250 piezas –entre prendas históricas, joyas, muebles y artículos personales– reconstruyen el estilo de una mujer que hizo de la moda un arma de poder y terminó convertida en icono trágico y universal del lujo y el exceso.

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El recorrido es deslumbrante: fragmentos de faldas bordadas con plata, zapatos de seda prestados por el Museo Carnavalet de Historia de París, abanicos, botellas de perfume, el conocido retrato de Élisabeth Vigée Le Brun y otros objetos prestados excepcionalmente por el Palacio de Versalles que nunca antes se habían expuesto fuera de Francia. Otro de los símbolos de la muestra es uno de los sillones encargados en 1788 para el apartamento privado de la reina en Saint-Cloud, restaurado minuciosamente por el V&A. La investigación reveló que bajo las capas de repintes y tapicerías posteriores sobrevivía el rastro de su tejido original, con flores bordadas y las iniciales de la reina, y permitió recuperar el detalle perdido de sus patas, mutiladas para añadir ruedas en el siglo XIX.

La silla de María Antonieta de Jean-Baptiste-Claude Sené (1748-1803) restaurada por el V&A.
La silla de María Antonieta de Jean-Baptiste-Claude Sené (1748-1803) restaurada por el V&A. | Victoria and Albert Museum

La exposición va más allá del inventario de vestiduras cortesanas. Explora la materialidad de un estilo que fue arma política: la seda lisa o rayada que usaba según la estación, los perfumes que rociaba para suavizar la vida en prisión, los zapatos que obligaban a caminar como palomas torcaces, según ironizaba un contemporáneo. Nada era neutro: cada prenda enviaba un mensaje en la rígida escenografía de Versalles. Y al mismo tiempo, nada la protegió del descrédito.

Un icono contemporáneo más allá de los malentendidos

Los revolucionarios la caricaturizaron como la "loba austríaca" y difundieron panfletos pornográficos para arruinar su reputación. El catálogo recuerda que la frase con la que quedó estigmatizada –"que coman pasteles", durante la hambruna en Francia– fue en realidad apócrifa, ya mencionada por Rousseau en sus Confesiones cuando ella era todavía una niña en Viena. La expresión, que en la ópera se usaba para designar un error, terminó convertida en la condena moral definitiva contra la reina. La historia, sin pruebas, se fijó en la memoria colectiva y la acompañó como un estribillo eterno.

Ese contraste entre realidad y proyección explica la pervivencia del mito. La reina de los peinados imposibles y los vestidos con miriñaque reaparece una y otra vez en la cultura contemporánea: en las ilustraciones art déco, en la alta costura de Dior o Chanel, en las reinterpretaciones de Vivienne Westwood, en las pasarelas de Valentino o Erdem. John Galliano la convirtió en musa para Dior en los años 90, y Sofia Coppola la inmortalizó con macarons de colores en su película de 2006, que ganó el Óscar al mejor vestuario. Incluso la música contemporánea la invoca: Jay-Z, en Smile (2017), resignificó su frase maldita como un grito de desafío orgulloso. En la misma línea, la casa Dior lanzó en 2014 la colección de maquillaje Trianon, homenaje a su retiro pastoril en Versalles.

El diseñador Manolo Blahnik, admirador confeso, fue el responsable de los zapatos que lucía Kirsten Dunst en la película de Coppola. Ahora, 20 años después, vuelve a rendirle homenaje con una colección cápsula de doce pares inspirados en las distintas etapas vitales de la reina, desde estampados florales de su adolescencia hasta modelos más sobrios y sofisticados. "El primer icono real de moda", la llamó Blahnik, convencido de que su magnetismo trasciende los siglos. Los zapatos estarán disponibles para la venta con precios que oscilan entre las 885 y las 1.345 libras –entre 1.000 y 1.500 euros–. El culto a la reina también se expresa en cifras contemporáneas de lujo.

Los zapatos diseñados por Manolo Blahnik para la película 'María Antonieta' de Sofía Coppola.
Los zapatos diseñados por Manolo Blahnik para la película 'María Antonieta' de Sofía Coppola. | Victoria and Albert Museum

Frivolidad y entereza

Pero tras los brocados y los tacones se impone la figura humana. Stefan Zweig lo advirtió en su célebre biografía de 1932: María Antonieta no fue ni la santa ultrajada por la Restauración borbónica ni la Mesalina libertina de los panfletos revolucionarios, sino "una mujer mediocre enfrentada a un destino desproporcionado". Su tragedia, escribió, fue la de quien no busca grandeza ni sufrimiento, pero se ve arrastrada a ellos y acaba transformada en el último instante. "Solo en la desgracia se sabe en verdad quién se es", resumía el escritor austríaco.

Esa última transformación está presente también en la exposición, que recuerda la carta de despedida escrita en la madrugada de su ejecución, en la que pedía a sus hijos que no buscaran venganza. El contraste es brutal: la misma mujer que había dictado moda en Europa terminaba reducida a unas líneas de tinta, un pañuelo y unos pocos objetos en una caja de cartón entregada por su carcelero en la Conciergerie.

Es la primera vez que el retrato de María Antonieta por Louise-Elisabeth Vigée Le Brun sale de Francia.
Es la primera vez que el retrato de María Antonieta por Louise-Elisabeth Vigée Le Brun sale de Francia. | Victoria and Albert Museum

Algunos historiadores han hablado del síndrome de María Antonieta para describir la hostilidad persistente hacia las mujeres que ejercen poder o visibilidad pública, eco de aquel linchamiento mediático del siglo XVIII. La comisaria Sarah Grant lo formula de otra manera: se trata de mostrar "el legado estilístico de una celebridad de principios de la Edad Moderna y la historia de una mujer cuyo poder de fascinación nunca se desvaneció. La rara combinación de glamour, espectáculo y tragedia que encarna sigue siendo tan embriagadora hoy como lo era en el siglo XVIII".

Ese triple movimiento –el objeto que sobrevive, la imagen que se transforma, la mujer que descubre en la adversidad su medida trágica– sostiene la exposición del V&A. Marie Antoinette Style exhibe vestidos y diamantes, pero también nos recuerda que la reina que un día deslumbró con bordados de Lyon y perfumes de Trianon acabó guillotinada en 1793, convertida a la vez en mártir, villana y musa. Quizá ahí, en esa paradoja de frivolidad y entereza, lujo y abismo, se explica la vigencia de un mito que sigue interpelándonos desde los museos, la moda y la cultura popular.

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