En Vigo, el calendario otoñal no se marca por el descenso de las temperaturas ni por las primeras lluvias –que casi nunca faltan en tierras gallegas–, sino por la aparición de estructuras metálicas que anuncian, sin rodeos, que la Navidad está en camino. Cuando en otros lugares se habla todavía de vendimia, en la Gran Vía de la ciudad pontevedresa ya se levanta la gran caja de regalos, un bloque de siete metros de altura que Abel Caballero ha visitado con la familiaridad de quien supervisa su propia sala de fiestas.
"Vamos a ser humildes", ha dicho el regidor antes de enumerar el impresionante despliegue de este año: "11,5 millones de luces led, 420 calles y plazas 'humanizadas', 1.161 arcos ornamentales, dos mil ochocientos ochenta y tres motivos ornamentales, 2.667 árboles iluminados... Y después, como es natural, el espectáculo de la Puerta del Sol", ha explicado. Habrá también actividades de dinamización en todas las zonas comerciales de la ciudad. "Y una gran sorpresa. Una nueva área de navidad. Si cada vez tenemos más visitantes, ¿qué hacemos? Pues extendemos los lugares de navidad. Ya os diré dónde".
El hombre de la navidad
El alcalde, convertido en maestro de ceremonias de unas luces que han hecho de Vigo un espectáculo internacional, se resiste un año más a desvelar la fecha del encendido. Prefiere mantener el suspense y asegura que se guarda el secreto para evitar plagios o adelantamientos. El ritual es ya conocido: la incógnita alimenta las quinielas y en la segunda quincena de noviembre, como siempre, se acabará abriendo el telón.
Pero las luces no son el único reclamo. A la coreografía de bolas gigantes, árboles en Porta do Sol y muñecos de nieve se suma este año un estreno pensado para los más pequeños. Al más puro estilo Cortilandia, Olaf, el muñeco de nieve de Frozen, será el hilo conductor de un espectáculo que combina teatro, música en directo y participación del público, con títulos que van desde Aladdín a Encanto, pasando por Peter Pan o Vaiana. Cinco pases al día, un elenco de actores-cantantes y entradas a ocho euros completan la oferta de este plan familiar que refuerza la idea de que la Navidad viguesa se contempla, pero también se consume.
Recién terminado el verano, la ciudad ajusta ya las piezas de un engranaje que se repite con puntualidad suiza: todavía septiembre, pero Vigo ya piensa en diciembre. Y lo hace con la convicción de que la Navidad empieza aquí mucho antes que en ninguna otra parte (con excepción de Caracas).
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