Rob Reiner ha muerto a los 78 años junto a su esposa, Michele Singer Reiner, en su casa de Brentwood, en Los Ángeles. La policía investiga las circunstancias del fallecimiento, ocurrido este domingo, pero la noticia ha tenido un efecto inmediato y transversal: un luto unánime por quien encarnó una de las trayectorias más reconocibles del cine estadounidense de las últimas cinco décadas.
Para varias generaciones de espectadores, Reiner fue algo más que un nombre en los créditos. Fue el director capaz de pasar de la sátira musical a la épica infantil, del drama judicial al terror psicológico, sin que ese tránsito pareciera forzado ni oportunista. En los años ochenta y primeros noventa firmó una cadena de películas que hoy forman parte del canon popular: This Is Spinal Tap, Cuenta conmigo, La princesa prometida, Cuando Harry encontró a Sally o Algunos hombres buenos. Títulos distintos entre sí, pero unidos por una misma idea de cine: narrativo, preciso, atento a los personajes y sin miedo al humor.
Antes de convertirse en director, Reiner fue actor. Durante casi una década dio vida a Michael Meathead Stivic en All in the Family, una de las series más influyentes de la televisión estadounidense. Aquel yerno progresista, enfrentado cada semana al conservadurismo iracundo de Archie Bunker, lo convirtió en un rostro familiar en millones de hogares y le valió dos premios Emmy. Durante años, para buena parte del público, Rob Reiner fue Meathead. Él mismo asumió esa etiqueta como punto de partida, no como lastre.
Un cineasta polivalente
Hijo del legendario Carl Reiner, figura clave de la comedia televisiva del siglo XX, Rob creció rodeado de guionistas, actores y cómicos. Estudió cine en la UCLA y empezó escribiendo para The Smothers Brothers Comedy Hour antes de encontrar su sitio delante de la cámara. Pero fue detrás de ella donde terminó de definirse. This Is Spinal Tap (1984), su debut como director, inauguró el falso documental moderno y fijó un tono que aún hoy se cita, se imita y se discute.
A partir de ahí, su carrera se construyó como una anomalía feliz en Hollywood: un director al que se le permitía cambiar de registro sin pagar peaje inmediato. Cuenta conmigo mostró una sensibilidad contenida para el relato de iniciación; La princesa prometida acabó convertida, con el paso del tiempo, en un clásico intergeneracional; Cuando Harry encontró a Sally redefinió la comedia romántica moderna; Misery y Algunos hombres buenos confirmaron que Reiner sabía tensar el drama sin perder el pulso narrativo.
En 1987 cofundó Castle Rock Entertainment, la productora que respaldó buena parte de su filmografía y otros títulos clave del cine y la televisión estadounidenses. Con el paso de los años, su relación con la taquilla se volvió más irregular, pero Reiner nunca dejó de dirigir ni de intervenir en el debate cultural desde el cine. Su último proyecto como realizador, Spinal Tap II: The End Continues, estaba terminado y pendiente de estreno.
Como actor, siguió apareciendo de forma regular en cine y televisión, a menudo en papeles secundarios reconocibles: desde El lobo de Wall Street hasta series como New Girl o The Bear. Presencias breves, a veces irónicas, casi siempre cómplices con su propia imagen pública.
Rob Reiner estaba casado desde 1989 con Michele Singer Reiner, a quien conoció durante el rodaje de Cuando Harry encontró a Sally. Fotógrafa de profesión, Michele fue una figura constante en su vida personal y profesional. Tuvieron tres hijos en común.
La muerte de Rob Reiner cierra una etapa del Hollywood que aún creía en el cine como espacio de encuentro entre géneros, público y oficio. Un cine sin cinismo, pero tampoco ingenuo. Un cine que podía permitirse ser popular sin pedir disculpas por ello.
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