La trágica muerte de Rob Reiner y su esposa, asesinados por su propio hijo en su casa de Brentwood, en Los Ángeles, ha puesto de actualidad el legado cinematográfico de un director que representó la mejor faceta del frecuentemente denostado cine comercial. Hijo de comediante y actor él mismo en sus comienzos, Reiner se empeñó en no encasillarse y cumplir su sueño de ser realizador. Y vaya si lo consiguió: sus primeras películas forman una variada cadena de éxitos que hicieron de él una leyenda en Hollywood: Cuenta conmigo, Cuándo Harry conoció a Sally, Misery, Algunos hombres nuevos... O La princesa prometida (1987), una singular película de aventuras que en su momento no reventó la taquilla, pero que es quizá la que está más y mejor instalada en la memoria sentimental de espectadores de medio mundo.

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Adaptación de la novela homónima de William Goldman, ha conseguido consolidarse como uno de los filmes de culto más queridos de la historia del cine. A primera vista, parece un cuento más de fantasía que llegó a la cartelera de los años 80. Una historia de amor imposible, villanos fascinantes y héroes valientes. Sin embargo, con el paso del tiempo, el título encontró un público que lo llevó a posicionarse como inolvidable.

El éxito se hace esperar

Su éxito tardío es parte de la magia de La princesa prometida. Originalmente, obtuvo un rendimiento medio en taquilla, eclipsada por otras grandes estrenos de su época. La dificultad de categorizar la historia hizo que no encajara del todo en los géneros tradicionales. Sin embargo, su difusión en videoclubes a través de cintas de VHS y, más tarde, en la televisión permitió que generaciones enteras la descubrieran.
Su humor irónico y diálogos ingeniosos hicieron que verla se convirtiera en una experiencia memorable y recurrente. La frase más conocida de la película, "Hola. Me llamo Íñigo Montoya. Tú mataste a mi padre. ¡Prepárate a morir!" pasó a ser un icono de la cultura popular.

Su estructura narrativa, que juega con la noción de cuento dentro de cuento, también es parte de su esencia. La historia de Buttercup y Westley, los amantes protagonistas de la historia, es presentada a través de la lectura de un libro por un abuelo a su nieto, un recurso que le da un aire atemporal y conecta con el público de distintas edades. Esta idea permitió que la película combinara elementos de humor adulto con momentos de ternura, un equilibrio que pocas películas logran mantener sin perder el rumbo narrativo.

Entre las curiosidades más llamativas de la película está su elenco legendario. Cary Elwes (Los Goonies) como Westley, Robin Wright (Forrest Gump, House of Cards) como Buttercup, Mandy Patinkin (Yentl, Homeland) como Íñigo Montoya y André el Gigante como Fezzik lograron una química única. André el Gigante, por ejemplo, improvisaba algunas de sus líneas y movimientos, agregando espontaneidad a la producción.

Otro dato interesante es que el guion de Goldman fue adaptado de manera muy fiel a su novela. El escritor mantuvo su estilo irónico, algo que no siempre se encuentra en las adaptaciones cinematográficas.

El final que nunca se contó

La princesa prometida tiene un final de esos que te dejan con buen sabor de boca: el vínculo entre abuelo y nieto se fortalece y todo termina de forma ideal. Sin embargo, el director de la película, Rob Reiner, reveló en una entrevista con The Daily Beast la existencia de un final alternativo más arriesgado. Una fusión entre el mundo del libro y la vida real. El director confesó que tenían secuencias rodadas que no llegaron a usar. “Transcurrían después de que el abuelo deje al niño y este empiece a hojear el libro mientras el abuelo se va. En un momento dado, mira por la ventana y ve a los cuatro héroes montados a caballo mientras le saludan”

En retrospectiva, La princesa prometida no solo es una historia de amor y aventuras, sino también un ejemplo de cómo una obra puede trascender su momento inicial y convertirse en un fenómeno cultural que sobrevive durante décadas. Su estatus de película de culto no se debe a una moda temporal, sino a una afinada combinación de humor, romance, acción y un gran respeto por los clásicos de la literatura. Cada generación que la redescubre encuentra algo nuevo.

Así, casi cuatro décadas después de su estreno, La princesa prometida sigue siendo una de las obras que recuerda al público que, en el cine, la verdadera magia está en la capacidad de emocionar, divertir y dejar una huella imborrable en quienes la ven.

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