El sol del mediodía cae a plomo sobre las aguas del Nilo en Maadi, uno de los distritos más acomodados de El Cairo. Abuna Stefanos, vestido con su sotana negra y una cruz copta colgándole del pecho, se detiene en el embarcadero adosado a la iglesia de la Virgen María y fija la mirada en el río. Una pequeña barca cruza lentamente de una orilla a otra. “Desde aquí partieron”, dice con un gesto sereno. “Aquí comenzó la última etapa de su huida”. Dos mil años después, el lugar vuelve a ser una parada obligada, no solo para los fieles coptos, sino también para un Estado que ha decidido rescatar del olvido uno de los relatos fundacionales del cristianismo y convertirlo en eje de su apuesta por el turismo espiritual.
Según la tradición, María y José subieron a una embarcación en este mismo punto para internarse en el sur de Egipto y poner a salvo al niño Jesús de la furia de Herodes, el rey vasallo de Roma que ordenó la matanza de los menores de dos años tras conocer el nacimiento de un posible rival. El evangelio de Mateo recoge el episodio con precisión dramática: “Un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, porque Herodes buscará al niño para matarlo’”.
En busca de las huellas
Aquel viaje forzado, marcado por el miedo y la precariedad, dejó una huella profunda en la geografía egipcia. Cuevas, pozos, árboles, piedras y templos señalan aún hoy los lugares donde, según la tradición copta, la Sagrada Familia se detuvo a descansar, a beber agua o a esconderse. Durante siglos, esos recuerdos sobrevivieron como una devoción local, transmitida de generación en generación, ajena a los grandes circuitos de peregrinación cristiana. Ahora, Egipto intenta reunirlos bajo una misma narrativa: la bautizada como Ruta de la Sagrada Familia, un itinerario de más de 3.000 kilómetros que atraviesa once gobernaciones, desde el Sinaí hasta la sureña Asiut, y que aspira a convertirse en una de las rutas de peregrinación más largas del mundo dentro de un solo país.
La huida comenzó en Belén. María, José, Jesús -engendrado, cuentan, por obra del Espíritu Santo sin mediar intervención humana- y una sirvienta emprendieron camino hacia el sur, cruzando la actual Franja palestina de Gaza -completamente devastada tras los dos últimos años de ofensiva israelí- y adentrándose en el norte del Sinaí. De aquel primer tramo apenas quedan restos visibles. Hoy es una región vedada. Durante la última década fue escenario de una insurgencia yihadista que convirtió el norte del Sinaí en campo de operaciones de una filial del autodenominado Estado Islámico. “Ni siquiera es posible rastrear ese tramo sobre el terreno”, me explica Nader Guergues, empresario copto y uno de los principales artífices de la recuperación de la ruta. “Pero sabemos que pasaron por Rafah, El Arish y El Farama antes de alcanzar el delta del Nilo”.
El delta fue la primera gran etapa egipcia del viaje. Allí, la tradición sitúa algunas de las escenas más repetidas por la iconografía copta. En Babastis, cerca de la actual Zagazig, se cree que el niño hizo brotar una fuente para saciar la sed tras el desierto. En Musturud —conocido en árabe como Al Mahammah, “los baños”— María lavó al recién nacido. En Samannud, una pequeña ciudad del delta, la Virgen habría preparado pan y Jesús lo habría bendecido para una mujer del lugar. Un pozo conserva allí fama de milagroso. Precisamente Samannud se ha convertido recientemente en uno de los símbolos del renacimiento de la ruta: el Ministerio de Turismo y Antigüedades ha restaurado la iglesia de San Abba Noub, el entorno urbano y las áreas comerciales adyacentes, y ha instalado paneles informativos para visitantes nacionales e internacionales.
25 paradas de un itinerario en construcción
“Este proyecto lleva gestándose desde 2013”, explica Adel Gendy, coordinador nacional de la Ruta de la Sagrada Familia. “La prioridad en esta fase ha sido preparar la infraestructura para que los lugares estén listos para recibir turistas extranjeros”. El plan contempla la apertura progresiva de las 25 paradas reconocidas oficialmente, con señalización, accesos mejorados y servicios básicos, mientras se involucra al sector privado y a organizaciones no gubernamentales para completar la financiación.
Desde el delta, la ruta sigue el curso del Nilo hacia el interior del país. En Belbis, la familia se refugió bajo la sombra de un árbol. En Sakha, una iglesia custodia una de las reliquias más veneradas: una piedra en la que, según la tradición, quedó impresa la planta del pie de Jesús. Durante siglos, el guijarro permaneció oculto por miedo a robos. Fue redescubierto en 1984, enterrado a más de un metro de profundidad, tal y como habían descrito los monjes. Hoy, se exhibe tras una vitrina de madera, cubierta de papeles con plegarias manuscritas.
La densidad demográfica del delta —uno de los territorios más poblados del planeta— ha hecho estragos en muchos de estos lugares. Canales de riego, campos de cultivo y urbanizaciones improvisadas han borrado tramos enteros del camino original. “Son ubicaciones que requieren todavía mucho trabajo”, reconoce Guergues. “La rehabilitación es lenta, pero no hay prisa. El objetivo es hacerlo bien”.
El peregrinaje oficial comienza, por ahora, en Wadi el Natrun, un desierto salpicado de lagos de sal donde desde el siglo IV se asentaron los primeros monjes cristianos. Cuatro monasterios sobreviven en este paraje inhóspito que los coptos consideran bendecido por el paso del niño Jesús. Aquí, el turismo se mezcla con la vida monástica y con un entramado económico que va desde granjas hasta almazaras. Los fines de semana, familias enteras recorren el valle entre palmeras y tapias centenarias.
El paso por El Cairo
Desde Wadi el Natrun, la ruta se adentra en El Cairo, una megalópolis de más de veinte millones de habitantes que ha engullido antiguos senderos y santuarios. En Matareya, entre bloques de hormigón y tráfico constante, se alza el llamado “árbol de la Virgen María”, un sicomoro descendiente del original bajo el que, según la tradición, la Virgen bañó al niño. La savia del árbol fue durante siglos objeto de devoción, utilizada para perfumes y ungüentos. Incluso las tropas de Napoleón, durante la campaña de Egipto, la emplearon para tratar enfermedades cutáneas.
El Viejo Cairo concentra algunas de las paradas más antiguas y veneradas. Sobre las murallas de la fortaleza romana de Babilonia se alza el barrio copto, un laberinto de iglesias levantadas entre los siglos IV y VI. La iglesia de Abu Serga, construida sobre una cripta subterránea, conserva la estancia donde la Sagrada Familia habría vivido durante semanas. Los peregrinos descienden por una estrecha escalera hasta la cueva, tocando las paredes y rezando en silencio.
Maadi marca otro momento clave. En este punto, según la tradición, María y José tomaron una barca para cruzar el Nilo y continuar su huida hacia el sur. La iglesia de la Virgen María custodia no solo el embarcadero, sino también una reliquia moderna que ha reforzado su fama: una Biblia que apareció flotando en el río en 1976, abierta por el versículo de Isaías que proclama “Bendito sea Egipto, mi pueblo”. El libro se expone hoy junto a iconos que representan el viaje de la Sagrada Familia a lomos de un mulo.
En las entrañas del templo, una red de pasadizos recuerda otras épocas de persecución. “Era una salida subterránea que se usaba cuando la gente nos perseguía”, detalla Abuna Stefanos. “Se escondían o escapaban por ahí”. La huida de María y José también fue una fuga apresurada, guiada por el miedo y la fe.
El Egipto medio
Desde El Cairo, el camino se vuelve más áspero y menos transitado. El itinerario cruza una cadena de pueblos de mayoría cristiana en las gobernaciones de Minya y Asiut: El Bahnasa, Gabal el Tair, Malawi, Dairut el Sherif. Durante décadas, esta región estuvo prohibida al turismo por motivos de seguridad. Hoy, las autoridades intentan venderla como un destino alternativo, donde el cristianismo echó raíces profundas lejos de las rutas habituales.
En Gabal el Tair, la “montaña de los pájaros”, una iglesia se alza sobre una cueva excavada en el acantilado que domina el Nilo. Según la tradición, la Sagrada Familia se refugió aquí tras huir de la furia de los habitantes locales. Durante siglos, el acceso fue una escalada peligrosa. Hoy, una carretera asfaltada conduce hasta el santuario, recientemente restaurado.
La huida concluyó en el Alto Egipto, en el monasterio de Al Muharraq, excavado en el monte Qusqam, cerca de Asiut. Para los coptos, es el lugar más sagrado de toda la ruta, un “segundo Belén”. Aquí, la Sagrada Familia pasó seis meses y diez días, su estancia más larga en Egipto, hasta que un ángel anunció a José la muerte de Herodes. “Fue desde allí donde emprendieron el camino de regreso a Nazaret”, explica Stefanos.
El itinerario es conocido con notable precisión gracias a un documento atribuido al papa Teófilo, patriarca número 23 de Alejandría, que en el siglo IV afirmó haber recibido de la Virgen María la revelación del recorrido. Manuscritos de ese relato se conservan en monasterios egipcios y en la Biblioteca Vaticana.
En el viaje de regreso tomaron el Nilo y luego el desierto, sin necesidad de zigzaguear ni evitar caminos
El regreso fue menos tortuoso que la ida. “Ya no había peligro”, señala Guergues. “Tomaron el Nilo y luego el desierto, sin necesidad de zigzaguear ni evitar caminos”. Las últimas huellas se sitúan en Deir el Barsha y Deir Abou Henas, antes de abandonar Egipto tras tres años de exilio.
Hoy, el Estado egipcio ve en esta historia una oportunidad estratégica. La Ruta de la Sagrada Familia forma parte de un esfuerzo por diversificar la oferta turística del país, tradicionalmente centrada en las playas del mar Rojo y en la arqueología faraónica. “El turismo espiritual tiene un potencial enorme”, subraya Guergues. “Puede atraer peregrinos de todo el mundo y generar ingresos muy superiores al turismo de masas”.
El proyecto incluye formación para las comunidades locales, mejoras en accesos y servicios, y campañas de promoción dirigidas al Vaticano, a operadores internacionales y a las iglesias cristianas de África, Europa y América. Las autoridades incluso contemplan solicitar a la Unesco el reconocimiento de algunos tramos como Patrimonio de la Humanidad. Dos milenios después de huir de Herodes, la ruta de Jesús, José y María resucita entre la fe, la historia y la estrategia económica. Un itinerario que ofrece también una inmersión en el fascinante legado de los coptos, la minoría cristiana más vibrante de Oriente Próximo.
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