Cuentan que, por orden de un ángel, José y María huyeron a Egipto para salvar a Jesús de las garras de Herodes. La familia dejó atrás Palestina, atravesó el desierto y llegó a una aldea próxima a El Cairo donde la Virgen bañó al recién nacido bajo las ramas de una higuera sicomoro. Dos mil años después, el nieto de aquel árbol –que nació del original en 1672- recibe al visitante en un páramo ahogado por el ruido y el cemento de la megalópolis egipcia, habitada por más de 20 millones de personas.
El árbol, emplazado en el distrito cairota de Matariya, es una de las primeras paradas de la ruta que firmó la familia sagrada en su escapada a lo largo y ancho de Egipto. El país ha reabierto esta semana el lugar, elevado a atracción turística, mientras intenta promocionar el itinerario de María y José. “El árbol de la Virgen María es un simocoro muy antiguo que data de hace dos mil años y bajo el que la familia sagrada halló refugio durante su escapada a Egipto”, relata Asmaa Abdelaziz, la responsable de custodiar el enclave, completamente sitiado por las construcciones residenciales cercanas.
El árbol se encontraba muy debilitado en 1656, así que los franciscanos recogieron sus ramas más sanas y las volvieron a sembrar
Resulta milagroso que el sicomoro, un árbol que gozó de enorme popularidad en el Antiguo Egipto pero que actualmente resulta una “rara avis” en el país, haya sobrevivido a los achaques y las vicisitudes del tiempo y el boom demográfico que Egipto ha sufrido en las últimas décadas. En realidad, su historia resulta más rocambolesca. “El árbol se encontraba muy debilitado en 1656, así que los sacerdotes franciscanos recogieron sus ramas más sanas y las volvieron a sembrar”, explica la albacea del lugar, administrado por el ministerio de Antigüedades egipcio.
El segundo de los árboles, plantado y germinado en el siglo XVII, también se marchitó y sus restos, completamente secos, se exhiben hoy en una zona vallada del jardín. Una tercera generación se plantó en el patio de la cercana iglesia de la Santísima Virgen María. Hace medio siglo una de esas ramas volvió a su lugar original y ha crecido en el emplazamiento primigenio, dando aún frutos durante la época estival.
Cuando la familia alcanzó la sombra del sicomoro procedía de los monasterios que aún habitan el delta del Nilo, no muy lejos de la carretera que actualmente enlaza El Cairo con Alejandría. Uno de los primeros pueblos que habían visitado en su deambular nómada fue Babastis, en la actual provincia de Zagazig, a unos 100 kilómetros al noreste de El Cairo. Allí la tradición copta, la iglesia que profesa la mayoría de los cristianos egipcios, asegura que el niño sació la sed del desierto en una fuente de agua. En honor a aquel remojón, los feligreses construyeron en el siglo XII la actual iglesia de Santa María.
En la higuera, hoy engullida en el callejero de El Cairo, se debió producir el segundo baño de Jesús, según el Evangelio de San Mateo. La Virgen refrescó al recién nacido bajo las ramas del sicomoro, agazapado ahora por los bloques de apartamentos que han crecido en sus inmediaciones. Dos milenios después, un heredero de aquel árbol primigenio corteja al turista. El lugar, situado en uno de los barrios más pobres de la capital, ha sido sometido a años de renovación y acaba de reabrir sus puertas, en busca de peregrinos fascinados por la ruta egipcia de la familia sagrada.
Sanó a las tropas de Napoleón
El esqueleto retorcido y enclenque ha suscitado durante siglos una extraña seducción
En mitad de un escueto jardín, su esqueleto retorcido y enclenque -de diez metros de altura- ha suscitado durante siglos una extraña seducción. Algunos todavía deslizan sus pies hasta el páramo en busca de los supuestos milagros de la savia que desprende la higuera, empleada para perfumes y ungüentos. En la campaña egipcia de Napoleón, sus tropas -que luchaban contra el ejército otomano- la usaron para curarse de una dolorosa enfermedad cutánea que se propagó entre sus filas.
Según la historia que ha llegado a nuestros días, uno de los sacerdotes que estaban a cargo del cuidado del árbol frotó la savia sobre las llagas de los uniformados, que terminaron sanando. "Tallaron sus nombres en el árbol para conmemorar el milagro y todavía se pueden ver rastros de ellos allí", indica Mai Fuad, una de las funcionarios del ministerio de Antigüedades que asistió a la inauguración, rodeada del boato habitual. Por el módico precio de 60 libras egipcias (unos 3 euros), los turistas que en masa han regresado a la tierra de los faraones tras la pandemia pueden ahora viajar hasta la higuera bajo la que hace dos milenios la Virgen María bañó a Jesús.
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