Francisco Carrión (Granada, 1986) es un revolucionario. Busca la verdad incansablemente. Como los jóvenes egipcios que soñaron con la libertad en Tahrir en 2011. Uno de ellos le confiesa a Carrión en esas jornadas de protesta contra el rais Hosni Mubarak: "Mi generación no tiene otra opción. Nos hemos levantado contra el monstruo y ya no pararemos". Francisco Carrión también se erige contra las injusticias desde que empezó a ejercer el periodismo, impresionado por las penurias sufridas por las familias saharauis. "No hay mayor fortuna en la tierra que ser libre", escribe en el prólogo de El Cairo, vidas en el abismo (Península). Y Carrión dedica su libertad a quienes viven con cadenas. Lo hace con un compromiso férreo, imperturbable, inasequible al desaliento.

En su larga década como reportero en Egipto, ha sido testigo de acontecimientos extraordinarios: la caída de Mubarak, las trepidantes jornadas de protesta en Tahrir, el ascenso de los Hermanos Musulmanes y el golpe de Estado de Abdelfatah Al Sisi, quien ha consolidado una dictadura más férrea que la de Mubarak. Ha sido todo un ciclo del que da cuenta en su primer libro a través de 41 retratos tan auténticos que dan vértigo.

Abre con ese joven anónimo que encarna a todos los que se alzaron en Tahrir y concluye con los multimillonarios Sawiris en un reflejo fidedigno de un Egipto donde las desigualdades sociales impiden cualquier avance en libertades. "Las revoluciones no son imposibles pero necesitan cambios sociales profundos que solo pueden lograrse en generaciones. El Cairo me enseñó que siempre hay que luchar por la libertad, aunque la revolución fracase", afirma en la redacción de El Independiente, donde sigue en la brecha desde hace casi un año.

Confiesa Francisco Carrión que El Cairo es una "ciudad que te atrapa, te embruja" y eso le llevó a permanecer en la capital egipcia "11 años de amor y odio". Mantuvo con la urbe una relación de amor y odio, tormentosa, de una intensidad que se refleja en las vidas abismales del libro.

Relación de amor y odio

"El Cairo es una ciudad diferente a lo que estamos acostumbrados en Occidente pero a la vez hay coordenadas compartidas con la forma en que concebimos la vida en el sur de España. Cuando llegué, reconocí esa capacidad de resistir, esa resiliencia, esa lucha que había visto en mis abuelos, en mi familia. El Cairo, una ciudad hostil para las mujeres, para los más pobres, simboliza esa resistencia y la reflejo en esas historias humanas de personas que, a pesar de todo y en las peores circunstancias, son capaces de seguir adelante", señala con cierta nostalgia.

Carrión aterrizó en la capital egipcia a principios de 2010 con una beca para realizar prácticas en la agencia Efe, donde confiesa que aprendió los fundamentos del oficio con profesionales entregados que nunca ponen nombre a sus crónicas. Fue así testigo del último año de Mubarak.

En El Cairo reconocí esa capacidad de resistencia, esa resiliencia, esa lucha que había visto en mi familia"

"Viví ese año tedioso, gris, en un país dominado por una élite que peinaba canas, octogenaria. Y luego asistí a la esperanza colectiva que representó Tahrir en los 18 días de revueltas. En la plaza se encontraron varios Egiptos: el más conservador, el más laico, el más liberal, el más progresista, el más islamista. Se creyó posible crear un país distinto al que representaba el dictador. Pero hubo demasiadas fuerzas cooperando juntas para frustrar cualquier cambio, en concreto, los islamistas y los militares. En 2013 triunfó el golpe de Estado y regresó la represión de una forma más brutal. Hoy lo que es evidente es que el régimen ha aprendido el error que fue Tahrir en 2011 y no tolera ninguna falla de libertad", explica el reportero, que después de Efe colaboró con el diario El Mundo, donde firmó exclusivas de las que se hicieron eco medios internacionales como la entrevista con la madre de Mohamed Atta o el scoop sobre el Alzheimer del actor Omar Sharif.

41 vidas al borde del precipicio

Pero Francisco Carrión dedica el mismo empeño a cada historia, especialmente a las que tienen como protagonistas a aquellos que raramente captan la atención de los medios de comunicación. Une un extraordinario talento narrativo, una percepción muy aguda, y una perseverancia sin límites, cualidades que hacen de este reportero uno de los mejores en generaciones. Cuando empezó en El Mundo, ofreció un reportaje sobre los jóvenes que se estaban quitando la vida como protesta en esa revuelta que a él le gusta llamar "de los hambrientos". Dijo que hablaría con algunas familias. Cuando entregó el reportaje había hablado con tantas fuentes que resultaba increíble tanta profesionalidad en un veinteañero recién licenciado. Todo lo hace a conciencia y El Cairo, vidas en el abismo, es una muestra de su dedicación al oficio.

"Me fascinan las historias de alguna de las mujeres que retrato en el libro como Nur, la taxista divorciada capaz de sacar adelante a sus hijos. También me emociona el testimonio de Magda, la última judía de El Cairo, de su valentía por intentar poner orden con la memoria. Y especialmente me atrae mi amigo Sabek, el sepulturero, por ese punto suicida que tiene al acercarse a los abismos cuando toma fotos en los monumentos de la Ciudad de los Muertos. Me sigue enviando fotos y suele decir que si se cae, ya está en el cementerio", señala Carrión, que acierta al reflejar ese sentido del humor de los egipcios, capaces de reírse de su propia desgracia.

Este retrato polifónico de El Cairo deja en el lector cierta tristeza. Son voces valientes, como la del autor, pero la mayoría reflejan dramas que dejan heridas abiertas. Es la historia de una población que ahora se encuentra en un callejón sin salida.

Hay factores externos que pueden empujar hacia una nueva revolución en Egipto. No habría que quitar importancia al efecto de lo que sucede en Ucrania"

¿Habrá una nueva revolución por las subidas de precios de los cereales desencadenadas por la guerra en Ucrania? "Está todo muy atado porque se ha impuesto un clima de auténtico terror, pero hay factores externos que pueden empujar hacia una nueva revolución. No habría que restar importancia a lo que está sucediendo en Ucrania. Gran parte de los productos de la canasta básica de Egipto y el norte de África depende de Ucrania. Y la presión económica que pueden sufrir estos países puede resultar determinante para que surja en algún momento un nuevo estallido. A mí me gusta llamarlo la revuelta de los hambrientos. En 2011, aparte de las razones políticas, hubo razones económicas que llevaron a la eclosión de Tahrir y se pueden producir otra vez", dice Francisco Carrión.

Y añade: "El problema ahora mismo es que no sabemos ni cómo ni cuándo, y lo que sí creo es que sería un estallido mucho peor que en 2011, porque entonces al menos se jugó con la idea de que el ejército era el gran tapado, el gran desconocido entre la población. Pero hoy está muy presente en la vida política y pública de Egipto. Veo un escenario más cercano al desastre de Siria". Lamenta, sobre todo, cómo aquellos jóvenes que encarnaron la esperanza hace 11 año se hallan hoy fuera del país; en la cárcel; han fallecido; "o viven un permanente y dolorosísimo exilio interior".

Una reivindicación del periodismo

La obra de Carrión tiene múltiples lecturas. Es un libro fundamental para todo aquel que viaje al país de los faraones por su acercamiento a su historia más reciente. Y es un manual de buen periodismo, donde el reportero explica con detalle cómo surge la idea y cómo se acerca a las fuentes, guiado de una tenacidad que nace de la convicción en que la verdad ha de emerger como sea. El primero de los relatos, "Mohamed, el censor", nos habla de cómo lidiaba con la fiscalización que pretendían ejercer las autoridades egipcias sobre sus denuncias contra los abusos del régimen. Llegó a ser detenido durante unas horas, pero sobre todo sufrió presiones constantemente para que dejara de ser tan incómodo.

Como periodista extranjero has de actuar con responsabilidad por tus compañeros locales. Son ellos los que están en vanguardia y sufren la represión más dura"

"He intentado contar cómo un periodista extranjero puede sobrevivir en un espacio tan hostil. A pesar de las dificultades, ser extranjero ofrecía ciertas ventajas y había que jugar con ellas. Siempre fui consciente en El Cairo de que tenía un pasaporte extranjero, que lo peor que me podía pasar es que me deportaran o me expulsaran del país o me retiraran la acreditación. Pasé algunas horas en alguna comisaría, o me interrogaron en ocasiones, pero sabía que no podía pasar de eso. Así que había que actuar con responsabilidad por tus compañeros locales. Son ellos, los periodistas egipcios, los que se enfrentan a años de prisión. Siempre hay que recordarlos porque estuvieron en vanguardia y son los que sufrieron la represión más dura. Por eso, nuestra responsabilidad era contar todo lo que estaba sucediendo en el país", explica Carrión.

En algunas ocasiones, ese trabajo ayuda a esclarecer hechos que el poder quiere ocultar, o ayuda a mejorar la vida de la gente. "Siempre recuerdo como un éxito que me ayudó mucho a resistir en los peores días, haber arrojado luz, por ejemplo, al ataque con helicópteros Apache del ejército egipcio contra una caravana de turistas mexicanos. Conocí los detalles después de quedarme en vela toda la noche. Logré hablar con testigos de aquello. Logramos alumbrar en un momento en el que el ejército egipcio quería ocultar que habían sido ellos los que habían abierto fuego al confundir a los turistas con terroristas yihadistas del autodenominado Estado Islámico. Cuando consigues algo así, en un terreno tan hostil, es como una especie de adicción que te alienta a seguir trabajando, a pesar de las dificultades", comenta el reportero, quien ahora pone ese mismo tesón en desentrañar los entresijos del giro del Gobierno español sobre el Sáhara, por ejemplo.

Entiende Carrión que el periodismo debe ser militante con la verdad, con los derechos humanos y con las libertades, no con gobiernos o partidos de uno u otro color. "Si no es así, no tiene sentido y supone caer en contradicciones insostenibles. Creo que esa conciencia se reforzó en El Cairo. Para mí la guía ha sido defender lo justo, siempre. Al precio que sea. Y eso te lleva a que un día sea un dirigente de un grupo radical islamista el que te recrimina que denuncias a un gobernador afín por su implicación en ataques a turistas y otro día, cuando las tornas cambian y hay una asonada de por medio, a que un militar te reproche tus reportajes sobre sus abusos. Pero mi brújula es que todos tenemos derecho a la libertad, a la justicia, y a vivir en el país de origen en paz".