El actor Eusebio Poncela, conocido gracias a sus papeles en películas como La ley del deseo, Martín (Hache) o series como Los gozos y las sombras, ha fallecido a los 79 años, ha informado la Academia de Cine en X.

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Nacido en Madrid en 1945 y criado en el barrio de Vallecas, Poncela se formó en la Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid e inició su carrera teatral a finales de los años 60, en plena dictadura franquista. Debutó con Mariana Pineda y pronto destacó en montajes como Marat-Sade, dirigido por Adolfo Marsillach, antes de iniciar una trayectoria que alternó el teatro con el cine y la televisión.

Su rostro quedó ligado a películas decisivas en la historia reciente del cine español. Fue protagonista de Arrebato (1979), de Iván Zulueta, obra del cine de la transición, y de Operación Ogro (1979), dirigida por Gillo Pontecorvo. En los años 80 trabajó con Pedro Almodóvar en Matador y en La ley del deseo, donde interpretó a un director de cine homosexual en uno de los primeros retratos verosímiles de la diversidad sexual en la pantalla española. También trabajó con Carlos Saura (El Dorado), Pilar Miró (Werther) o Imanol Uribe (El rey pasmado).

En televisión alcanzó gran popularidad en 1982 con Los gozos y las sombras, basada en la novela de Gonzalo Torrente Ballester, y más tarde con Las aventuras de Pepe Carvalho. Su carrera se extendió durante seis décadas con incursiones en producciones internacionales, como Martín (Hache) (1997), de Adolfo Aristarain, y su nominación al Goya como mejor actor protagonista por Intacto (2001), de Juan Carlos Fresnadillo. Es probablemente uno de los mejores actores españoles que nunca ha ganado el premio a la interpretación de la Academia de Cine.

Además de actor, fue pintor y guionista. En los últimos años regresó a la televisión con papeles en Isabel, Carlos, Rey Emperador, Águila Roja o Merlí. Su última etapa incluyó también exposiciones de pintura y trabajos teatrales como Esto no es La casa de Bernarda Alba o El beso de la mujer araña.

Rebelde y sin concesiones, en una de sus entrevistas reconoció que a lo largo de su carrera había sufrido censura "por maricón, por pobre, por artista, por yonqui". Esa mezcla de franqueza y resistencia, unida a su estilo inconfundible en escena y en pantalla, consolidó a Poncela como una de las voces más singulares de la cultura española de la Transición y la democracia.

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