Manuel Vicent no ha ido a Santander a hablar del pasado, aunque su nombre, su obra y hasta el curso que le dedica esta semana la Universidad Internacional Menéndez Pelayo inviten a ello. En la rueda de prensa de los Martes literarios de la universidad de verano santanderina, el autor de Tranvía a la Malvarrosa aprovechó para levantar el acta de defunción –una más– de la novela frente al vértigo del presente: "No creo que haya una novela que pueda desafiar a un telediario", afirmó con gesto seco. "La realidad es aterradora".

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Con casi seis décadas de oficio entre la ficción, el articulismo y la memoria, Vicent desplegó una visión sombría y aguda del mundo contemporáneo. Si antes las novelas pretendían atrapar lo real, hoy es la realidad la que desborda todo marco narrativo. "Están jugueteando con las guerras sin saber que las guerras empiezan por una cosa anodina", advirtió, aludiendo al actual clima geopolítico y a los "señores de la guerra que manejan unos aparatos que ya apenas dominan". Y fue más allá: "Está en mano de Trump y Putin que, si en vez de meterse un dedo en la nariz lo meten en un botón, acaban con la humanidad".

Alérgico a la impostura

Ante los estudiantes y periodistas que lo escuchaban en la sede de la UIMP, Vicent, que vuelve a Santander como sujeto de estudio por cuarta vez desde 1972, no escondió su escepticismo ante los nuevos ídolos del conocimiento. "Hoy la verdadera inteligencia está en el libro de instrucciones", ironizó. "La gente tiene un complejo de inferioridad frente a su ordenador", añadió.

El móvil, ese "ángel de la guarda y también maldito", se llevó buena parte de sus dardos. "Te sirve para muchísimas cosas buenas, pero lo sabe todo de ti. Habrá un momento en que vamos a ser todos transparentes. Lo sabremos todo de todos. Y entonces la moral dejará de ser la que hemos conocido".

Vicent no es tecnófobo, pero sí alérgico a la impostura. La inteligencia artificial, señaló, está aún "en la Prehistoria", aunque no por ello es menos peligrosa. "Lo que más me aterroriza es la ciencia. Puede curar un cáncer, pero también inventar el terror".

La novela está aburrida en el escaparate, "pero el artículo es algo vivo"

Entre apocalipsis, sátiras y descripciones de los valles cántabros en la dictadura, Vicent reivindicó el lugar de la prensa escrita como vehículo de una obra viva. "La novela se queda en el escaparate, muerta de aburrimiento. Pero un artículo lo lees, lo usas, incluso envuelves con él un kilo de pescado. Eso es algo vivo", ha dicho, evocando sus primeras piezas tras ganar el premio Alfaguara en 1966 con Pascua y naranjas. Desde entonces, asegura, el 80 por ciento de su obra ha quedado fijado en las páginas de los periódicos.

"La libertad de expresión es dificilísima de conquistar, pero la de pensamiento, que nadie te puede quitar, ya nadie la usa", ha sentenciado quien sigue escribiendo semanalmente en El País. En un mundo donde el cerebro colectivo "está en manos de seis o siete fuerzas que te dicen lo que tienes que pensar", el viejo columnista sigue creyendo que lo máximo que se puede hacer en la vida es "unir los cinco sentidos en una sola sensación". Como si la dicha –o la resistencia– aún pasara por oler, tocar, mirar, escuchar y saborear antes de escribir. O antes de apagar el telediario.

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