La imagen es testigo del paso del tiempo. Fundación Mapfre presenta en Madrid tres exposiciones fotográficas —José Guerrero. A propósito del paisaje, Felipe Romero Beltrán. Bravo y Nicholas Nixon. Las hermanas Brown (1975–2022)— que abordan desde distintas perspectivas una misma preocupación: cómo mirar lo constante y lo cambiante. El paisaje intervenido, el territorio fronterizo y el cuerpo que envejece conforman, en estas muestras, tres formas de narrar el mundo.
José Guerrero (Granada, 1979) y Felipe Romero Beltrán (Bogotá, 1992) miran hacia el horizonte. Sus fotografías cartografían el territorio, pero con objetivos distintos. Guerrero ensambla imágenes que invitan a pensar en la dimensión cultural y simbólica del paisaje: no como fondo inerte, sino como sujeto activo. Romero Beltrán, por su parte, despliega una mirada más política: su serie Bravo, ganadora del KBr Photo Award 2024, documenta el espacio fronterizo entre México y Estados Unidos como lugar de tránsito, conflicto y transformación identitaria.
En el caso de Nicholas Nixon (Detroit, 1947), la mirada se dirige hacia el interior de un vínculo familiar. Desde 1975 hasta 2022 retrató cada año a su esposa y a sus tres cuñadas, siempre en el mismo orden, en un gesto de repetición que ha dado lugar a una de las obras más conmovedoras de la fotografía contemporánea. La exposición, que por primera vez presenta la serie completa, funciona como diario visual, ensayo sobre el retrato y sobre el paso del tiempo.
Las tres muestras pueden visitarse en la sede de Fundación Mapfre (Paseo de Recoletos, 23) hasta el 24 de agosto, dentro de la sección oficial del festival PHotoEspaña 2025.
José Guerrero: leyendo el paisaje
"Lo que estamos haciendo con la fotografía es cartografiar: el paisaje, el rostro, el tiempo, las formas de ver el mundo...", señala Marta Gili, comisaria de A propósito del paisaje. La exposición es la primera gran muestra monográfica dedicada a Guerrero, cuyo trabajo plantea una lectura del paisaje como construcción histórica, social y emocional. Compuesta por 138 fotografías y un audiovisual realizado junto al compositor Antonio Blanco, la muestra recorre diferentes series que van desde la documentación de horizontes agrícolas hasta maquetas arquitectónicas inspiradas en Luis Barragán y Giorgio de Chirico. El paisaje se convierte así en escenario, sujeto y archivo.
"Soy un obseso del orden y del control de la secuencia", reconoce Guerrero, quien ha organizado la exposición en series que juegan con la percepción. Empieza con "fotografías de paisaje convencional" para culminar con otras que son alteraciones del paisaje en sí mismo, manipulaciones digitales que rompen el código de la imagen, como ocurre en su serie más reciente, GFK. "Hay una ruptura en el código digital del archivo de imagen y, en lugar de eliminarlas o descartarlas, he abrazado esas fotografías para transformarlas en un cierre que funciona muy bien respecto a las primeras salas", explica el granadino.
La frontera viva de Felipe Romero Beltrán
Frente a la abstracción poética de Guerrero, Bravo, de Felipe Romero Beltrán, opta por una narración más directa y crítica. El fotógrafo colombiano explora el entorno del río Bravo –frontera natural entre México y Estados Unidos– para construir un ensayo visual sobre la migración y la identidad. El proyecto, realizado entre 2021 y 2024, reúne 52 imágenes que alternan retratos, arquitecturas precarias y paisajes atravesados por la tensión del tránsito humano.
Romero Beltrán empezó a estructurar el proyecto en 2021, cuando descubrió que, por tener un pasaporte colombiano, "no podía pedir el visado para acceder a los Estados Unidos". Fue entonces cuando decidió ir "a dónde sí se me permitía ir": el río Bravo. Allí, el fotógrafo fue consciente de un territorio con una importante "herencia cultural", algo más que un lugar de transición. "La frontera dejó de ser para mí una línea que separa. Es un lugar de transformación que genera culturas propias", ha dicho Romero Beltrán durante la presentación. La pieza audiovisual que acompaña la exposición, El cruce, amplía esta idea con escenas de bautismos, concursos de pesca o testimonios de quienes han hecho del río un espacio cotidiano. Lejos del sensacionalismo, el trabajo del artista –formado en Buenos Aires, Jerusalén y Madrid– propone una reflexión visual que combina registro documental, plasticidad formal y crítica política.
Las hermanas Brown: retratos privados en lugares públicos
Cierra el recorrido Las hermanas Brown (1975–2022), la serie más conocida de Nicholas Nixon. La exposición reúne las 48 imágenes que el fotógrafo tomó a lo largo de casi medio siglo, siempre en blanco y negro, con una cámara de gran formato y respetando el orden original en que posaron las hermanas por primera vez: Heather, Mimi, Bebe (su esposa) y Laurie. La constancia de la fórmula –la luz natural, la frontalidad, la proximidad física entre ellas– permite observar los efectos sutiles del tiempo: el encanecimiento, los gestos, los cuerpos. Pero también las emociones: las miradas, las sonrisas, la complicidad callada.
Comisariada por Carlos Gollonet, la serie revela el envejecimiento, las transformaciones emocionales y la permanencia de los lazos familiares: cada verano a lo largo de 47 años, las hermanas Brown repitieron la misma foto. "Toda la obra de Nixon habla del paso del tiempo, pero es sin duda en Las hermanas Brown donde se hace más patente la preocupación central de su trabajo", ha explicado el comisario de la muestra Carlos Gollonet.
"Las fotografías de las hermanas Brown fueron totalmente casuales. A todos nos gustó mucho una imagen, y de ahí salió la idea", ha explicado Nixon, que aparece en ocasiones como una sombra o un reflejo, dejando entrever su pertenencia al grupo familiar. Con el tiempo, ese impulso se convirtió en una de las piezas más celebradas de la fotografía contemporánea, expuesta en instituciones como el MoMA, el ICA de Boston o la Galerie Le Château d’Eau en Toulouse. Adquirida por la Fundación en 2007, este conjunto de obra marcó el inicio de la colección de fotografía de la Fundación Mapfre.
Con cada fotografía, Nixon anuncia la marcha del inexorable compás del paso del tiempo, que nos forma, nos dibuja y nos atrapa. Su valor no reside solo en la técnica o en la persistencia, sino en la emoción que provoca en quien mira. Hay quienes, confiesa el comisario, salen de la exposición "llorando, al verse reflejados en esas imágenes".
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