El martes 8 de mayo de 1945, Europa fue una fiesta entre ruinas. Ese día se hizo efectiva la capitulación incondicional aceptada por Alemania un día antes y con ello el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa. Tras casi seis años de pesadilla, la gente se echó a las calles en Londres, París y tantas otras ciudades que habían padecido el yugo nazi o los bombardeos de la Luftwaffe.

En Madrid, "el final de la guerra en Europa fue conocido en las primeras horas de la tarde" del día 7, informaba Efe y se hacían eco buena parte de los diarios españoles del día siguiente. "No por previsto fue por eso menos comentado el suceso. No obstante, la vida normal de la ciudad no se alteró un solo instante, concurriendo las gentes a los lugares de diversión y esparcimiento y a los puestos de trabajo con el ritmo de todos los días". En Barcelona, "los periódicos de la noche son arrebatados de manos de los vendedores" y "por todas partes se comenta con alegría el restablecimiento de la paz en el continente, y el agradecimiento al Generalísimo Franco, Caudillo providencial de España, que ha salvado a su país de los dolores de la guerra, con su política de estricta neutralidad durante seis años". 

Lo de la estricta neutralidad era un decir. Franco, partidario indudable del Eje que le había prestado una ayuda fundamental para ganar la Guerra Civil, decretó la neutralidad de España en septiembre de 1939, pero pasó a la no beligerancia en junio de 1940, cuando la blitzkrieg alemana arrollaba Europa y Hitler parecía imparable. Ese nuevo estatus mantenía a España al margen de las hostilidades pero no implicaba imparcialidad. Con sus amigos en trance de ganar la guerra, Franco se atrevía a enseñar la patita internacionalmente. Puso sobre la mesa las exigencias para entrar en guerra del lado del Eje –la entrevista con Hitler en Hendaya tuvo lugar en octubre de ese año–, lo que a posteriori fue interpretado por los propagandistas del régimen como una hábil maniobra para mantener fuera del conflicto mundial a una España destruida por la Guerra Civil. Pero no dejó de colaborar por activa –exportaciones de wolframio, División Azul– o por pasiva con las potencias del Eje hasta que el cambio del curso de la guerra a mediados de 1942 impuso el giro en la política exterior española, la caída de Serrano Suñer como ministro de Exteriores y la vuelta a la "estricta neutralidad" el 1 de octubre de 1943.

Franco, "neutralista honesto e imparcial"

Con los aliados avanzando trabajosa pero inexorablemente hacia la victoria, Franco se afanó en blanquear la fachada del régimen con el fin de garantizar su supervivencia en el nuevo orden de la posguerra. "En las postrimerías de la guerra mundial, Franco se plegaba a todas las exigencias anglo-estadounidenses decidido a sobrevivir al hundimiento del Eje y del fascismo en Europa", resume el historiador Enrique Moradiellos en su imprescindible libro Franco, anatomía de un dicador. "Y para ello apelaba insistentemente al anticomunismo y al catolicismo de su régimen e iniciaba la camaleónica operación propagandística interna e internacional destinada a mostrarlo como un neutralista honesto e imparcial que había librado a España de los horrores de la guerra mundial".

Esa apelación insistente puede verse en la prensa del día de la Victoria y de los días posteriores a la capitulación alemana. Una celebración unánime de la pericia del Generalísimo para proteger a España y los españoles de la terrible destrucción europea. Los entusiasmos favorables al Reich de los Mil Años y su führer providencial en cuya grandeza se buscaba el reflejo de Franco hacía tiempo que habían desaparecido de los papeles. Y por supuesto brillan por su ausencia en la prensa del día después. Apenas rescoldos en algún periódico provincial falangista, como el diario Baleares –Mallorca estuvo tomada por agentes alemanes durante toda la guerra mundial–, donde un suelto editorial describía la rendición como el día "que Adolfo Hitler cayó sin vida abrazado a sus espada de nibelungo". Pese a todo, la imagen de portada era para "un soldado yanqui y su mascota" en el Pacífico: "Un gatito hallado en Iwo Jima se convierte al instante en mascota" de un simpático marine.

Portada del diario Pueblo del 8 de mayo de 1945. El diario falangista ensalzaba a Franco como Caudillo "en la paz como en la guerra".

Las portadas exaltaron las figuras de dos "adalides de la paz": el papa Pío XII y, sobre todo, Franco. "A pesar de que muchas veces la conflagración amenazó inundar España, el Gobierno de Franco consiguió imponer en el mundo internacional su teoría de la paz", se aseguraba sin pudor desde las páginas del Diario de Burgos. "España ha jugado limpiamente su postura neutral. Alejada de toda relación bélica con los países en guerra, su conducta ha pretendido dar a la contienda un carácter humano. Sus servicios prestados en el campo de la diplomacia y en el terreno de los prisioneros y heridos de guerra han sido reconocidos con palabras emocionadas por todos los beligerantes". Se asimilaba así el régimen con el resto de países neutrales europeos –Portugal, Suiza, Suecia, Irlanda–, como si la febril germanofilia falangista no hubiera existido e impregnado el régimen antes de que adoptara su definitiva encarnación nacionalcatólica. "Ni un régimen ni un Gobierno servil hubieran salvado a España de la conflagración europea. La neutralidad española es obra de Franco como Caudillo de nuestro pueblo y resultado de la ejemplar actitud de la Falange, puesta únicamente al servicio de la Patria".

"Caudillo de la neutralidad"

Entre noticias de los juegos florales de Sevilla en honor de los hermanos Álvarez Quintero presididos en el Ateneo hispalense por Cayetana de Alba y José María Pemán y del partido dominical entre España y Portugal que sirvió para inaugurar el estadio de Riazor y que se saldó con una victoria de España por 4 a 2 con goles de Zarra, Herrerita y César, se informaba de la aparición de los cadáveres de Goebbels y su familia, de la liberación de Dachau o la rendición de Checoslovaquia. "Los aliados habían ganado la guerra muchos meses antes de entrar en Berlín", aseguraba en un análisis Rafael Salazar Soto para la agencia Logos reproducido en varios diarios. "Toda Alemania pagará ahora las trágicas consecuencias de su obstinada, tenaz e inútil resistencia". En el católico diario Ya, Rafael de Luis aventuraba que "Hitler ha perdido la guerra, no por desconocer las fuerzas militares de sus enemigos, sino por no haber penetrado en el alma de ellos".

Todos los diarios madrileños insertaban en primera página un retrato de Franco, "Caudillo de la neutralidad". "España toda", se leía en ABC, "saluda a Franco, al solemne artífice de su bienandanza actual, hoy que la guerra de la que el nos tuvo apartados concluye". 

"España se asocia con entusiasmo a esta alegría universal", proclamaba el diario La Prensa de Barcelona. "¿Qué es lo que el mundo celebra? Lo que nosotros teníamos ya, por obra de Franco, desde hace seis años". Todos los periódicos se hacen eco de los telegramas de felicitación al jefe del Estado que no dejan de llegar al Palacio del Pardo. La bolsa de Madrid sube y en el Palace y el Ritz "ondeaban todas las banderas de los países aliados a excepción de la soviética", informa la agencia Cifra, que también da cuenta de la "gran animación" y el "aspecto de verbena" que ofrece Gibraltar, todavía sin asomo de arredentismo ni reclamación del Peñón. "En el escaparate de un establecimiento de la calle Real ha sido colocado un dibujo de Churchill, vestido de torero y con los trofeos taurinos en la mano. El público formaba cola para verlo", contaba el Diario Palentino

Edición vespertina del 'Diario Palentino' del 8 de mayo del 45. "Franco, artífice de nuestra paz", reza su primer titular.

Se recrea la prensa en anécdotas de la celebración de la victoria, como que el prefecto de la policía de París "dice que los parisienses están autorizados para meter todo el ruido que quieran y emborracharse a su gusto". Aunque en España la cosa es distinta. En el diario Nueva Rioja se publica una advertencia del gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, Luis Martín Ballestero: "Los actuales momentos no consienten iniciativas privadas para conmemorar el acontecimiento con actos de ninguna clase y que pudieran provocar reacciones diversas. Por ello toda exteriorización queda terminantemente prohibida y de producirse será cortada con la mayor rapidez y energía", advertía.

La amenaza 'roja'

"Europa sufre hoy la consecuencias de la guerra: ruina desolación, hambre. España goza del bienestar de la paz: al Caudillo se lo debes", reza telegráfico y contundente un recuadro propagandístico en la portada del Diario de Ávila. Analizando el escenario de la inminente posguerra, el periódico católico advertía que "los anglosajones tendrán que hacer milagros para impedir" la realización de "los designios moscovitas" sobre Europa, "rota en su parte más noble: en su espíritu y en su unidad".

De nuevo en Baleares, podía leerse un análisis premonitorio de Antonio Colom: "A nuestros ojos, habrá dos Alemanias diferentes: una, la que ocupen los rusos; otra, la Alemania que dominarán los angloamericanos. Esta Alemania importa que sea vitalizada pronto, en bien de Europa y en bien del mundo antibolchevique. La guerra actual termina con el aplastamiento decisivo del poderío militar germano. Pero más allá del Elba se ha alzado un poder más poderoso. Cierto que se ha abatido un poder continental. Pero ¿no ha surgido otro más temible?".