Me dedico a la radio. Desde pequeño. Y todos los días. Con todo lo que eso implica a la hora de estar informado. Tener acceso de primera mano a todo cuanto sucede desde un punto de vista profesional y durante tanto tiempo me ha dado esa distancia ante las noticias que tan útil me está siendo ahora. Pero bien es cierto que estos días, hacer, hace miedo. Y encima llega Halloween. Menos mal que nos podemos disfrazar y reírnos de una realidad que se impone poco a poco, como en las peores pesadillas de las películas catastróficas. Por primera vez llega la “celebración” más fúnebre en el momento más espeluznante que podemos recordar.

Viendo el panorama, ahora que las “stories” en redes sociales se llenan de presuntos cadáveres y si toca añadir alguna canción a nuestra lista de temazos, ha de ser necesariamente el padre de todos los éxitos tenebrosos. Un tema que dio nombre al disco más vendido de la Historia.

Todos los que estábamos viendo la tele aquella nochevieja del 83 recordamos ese momento. Martes y Trece estaban amenizando la gala con sus sketches. De repente, Michael Jackson se transformó en una criatura de la noche al ritmo trepidante producido por Quincy Jones tan característico de esta pieza que fue clave en aquella década.

Cuentan que muchos padres apagaron el televisor o cambiaron “a la UHF” para evitar a los niños tan salvaje experiencia terrorífica. Catorce minutazos en su versión íntegra que cambiaron para siempre a la industria musical, orientándola hacia el videoclip como forma absoluta de promoción.

Fundido a negro. Plano general de Londres. 1983. John Landis dormía, aunque no muy plácidamente. Ya que vamos a hablar de terror, comento someramente que este autor y director de cine norteamericano no tenía la conciencia muy tranquila. Meses antes, en el rodaje de una película sobre la conocida serie de terror The Twilight Zone, hubo un accidente en el que varios actores murieron y algunos resultaron decapitados (en la vida real) por las aspas de un helicóptero. Suena el teléfono. Una muy delicada voz le saluda, apenas audible, al otro lado del auricular. Landis se pregunta quién puede estar llamando pasadas las dos de la madrugada. Por lo visto el Rey del pop olvidó averiguar la diferencia horaria.

“Soy Michael Jackson. He visto tu obra Un Hombre Lobo Americano en Londres. Me gustaría que hicieras un videoclip para mí”

Landis no hacía vídeos musicales. Se negó a menos que fuera una película de cuarto de hora. El acuerdo llegó aquella misma noche, aunque no se conocían mucho. El cineasta dijo que sí, pero no conocía la canción y el artista no había visto las películas del hombre al que confió la pieza. Thriller se iba a llamar Starlight, y el estribillo decía “Starlight, starlight sun…” aunque añadir el punto terrorífico y cambiarla fue un acierto sin precedentes.

Algo de especial tenía que tener aquel vídeo para que actores como Fred Astaire, Rock Hudson o Marlon Brando se pasaran por el set de rodaje. Les daba tiempo de sobra para poder saludar a Jackson en las cinco horas diarias que tardaba en maquillarse para transformarse en monstruo.

La discográfica se gastó el millón de dólares que costó porque lo tenía claro: era necesario dar un empujón al álbum, que por lo visto estaba perdiendo fuelle. Pues tuvo un buen golpe de suerte con el éxito de esos minutos de curiosa unión entre música y terror.

Con miedo en el cuerpo, lo mejor será practicar un exorcismo: aprender a bailar la famosa coreografía en alguno de los muchos tutoriales que hay por la red. La mejor opción para celebrar Halloween, con la que está cayendo. ¿Hacemos ese trato? ¿O prefieres… el truco?