Decía Oscar Wilde que “una máscara nos dice más que una cara”. Y Nietzsche, que “toda mente profunda necesita de una máscara”. Pues vamos con dos. También se dice que no hay nada más poderoso para sacar lo mejor de las personas que el reto por orgullo. Sin duda eso fue lo que le ocurrió al dúo francés más exitoso de la Historia.

Antes de llegar al disparador de todo su potencial, comenzaremos por el principio. Comienza nuestra historia en el Lycée Carnot de París, una escuela de secundaria. Podemos ver en los descansos a unos chicos pasar el día hablando de aparatos que hacían ruido. Muchos vivíamos esa enfermedad en los 80. Por fin la tecnología ponía al alcance de nuestros dormitorios aquellos sonidos que escuchábamos en los discos que sonaban en la radio. Nos quedábamos pegados a los escaparates de las tiendas de música, muertos de envidia de quienes poseían aquellos equipos que ahora son primitivos y se emulan directamente a golpe de ratón en una pantalla. Un secuenciador, un teclado, y la estrella invitada: la caja de ritmos, configuraban el setup ganador.

Normalmente, la mayoría de los humanos nos conformábamos con el Casiotone de turno, y sus ritmos predeterminados de Rock, Waltz y Bossa Nova. En ese caldo de cultivo de euforia tecnológica nuestra pareja de jóvenes se reunía para hacer sus experimentos musicales. Talento nunca les faltó. Comenzaron llamándose Darlin’, en honor a un tema de Beach Boys, y siendo un trío. De punk.

El tercero en discordia que tocaba la batería (sic) abandonó el grupo porque le llamaron de otra banda que presuntamente lo iba a petar, Phoenix. Así acabaron en dúo los genios destinados a revolucionar el pop electrónico para siempre. Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo eran Daft Punk. Vamos con el disparador de todo su potencial. 

El acicate de una mala crítica

La prensa musical tenía una gran influencia en el mundo del arte sonoro. El Billboard norteamericano, el New Musical Express en Inglaterra, en España Popular 1 o Rockdelux sentenciaban normalmente el destino de los grupos. No porque la leyera todo el mundo, sino sobre todo porque la leía los que decidían ese destino, desde las discográficas hasta los medios. Una mala crítica podía destrozarte la carrera, y muchos acabaron abandonando por culpa de una mala noche de concierto reflejado en una reseña. Ese no fue el caso de nuestros francesitos. 

El encargado de escribir la primera crónica que se conoce de nuestros chicos de secundaria no tuvo mejor forma de definir su música como propia de un fondo para un programa de deportes de televisión, y como un montón de “ruido tonto punk”. Daft Punk. Herir en el orgullo a estos muchachos fue lo mejor que les podía pasar. Tomaron el nombre de esa reseña, y se decidieron a hacer todo el “daft punk” que pudieran con sus aparatos de segunda mano. Y para terminar de ser completamente libres, nada mejor que esconderse tras unas máscaras y no dar la cara.

La libertad de decir "Around the world" 144 veces

Así nace su primer disco, hecho en casa, como los deberes de aquellos chicos, y como su propio nombre indica: Homework. En este trabajo podemos encontrar bastante de un tipo de techno que no puedo reproducir aquí, pero que funcionaba en las rave party pasadas las 9 de la mañana. Sin embargo, también existen destellos de genialidad que funcionaron muy bien en todos los garitos de los 90. Sobre todo, este “Da Funk”, que se incluyó en la versión cinematográfica de la serie El Santo. Nada que ver con el vídeo.

Sí, el uso del videoclip en una entonces omnipotente MTV fue inteligente, como todo lo que han hecho. Se fueron con Virgin Records porque les dejaban crear, que para ellos era lo importante. Se demostró que tenían razón. Ninguna discográfica, por alternativa que fuera, les permitiría decir más de ciento cuarenta veces (144, para ser exactos) “around the world” en el tema del mismo nombre. Otro vídeo surrealista e impactante.

Efectivamente. Dieron varias veces la vuelta al mundo. Se tiraron cuatro años de bolos por todo el planeta sembrando música sintética y voces pasadas por vocoder que parecen venir del siglo XXII. En Francia ha habido siempre una curiosa corriente futurista (nada que ver con los pintores italianos) que se expresó en música a través de genios como Jean-Michel Jarre, Mr. Oizo o Laurent Garnier. Seres humanos capaces de visualizar lo que nos espera. El futuro estaba aquí y venía en nave espacial, con las ventanillas bajadas y sonando a caja de ritmos. Después de casi un lustro, pelotazo al canto con su siguiente trabajo: Discovery. El tema que supuso su despegue definitivo fue "One More Time". Todo un número uno en el mundo.

¿Un vídeo de animación para un tema de un dúo que se pone casco para actuar? Cosas más raras se han visto. Pocas, pero algunas sí. Por lo visto eran fans de Kazuhisa Takenouchi y sus dibujos de epopeyas espaciales. Que pase el japonés y que se haga un clip. Dicen que la enorme fortuna que amasaron por derechos de autor y por todos sus conciertos nunca la invertían en los mismos caprichos que la mayoría de los mortales. Eran otro tipo de lujos, como producir películas nada convencionales, o irse a vivir a Los Ángeles. Allí sabían que les esperaba la flor y nata de la creatividad de principios del milenio. Y se dejaron poseer por los espíritus de seres que alternaban y sobresalían de la mediocridad. Además, ponerse casco les permitía pasar completamente inadvertidos cuando querían. Un planteamiento de vida maravilloso para seres de otra galaxia, aunque ellos se reconocieron humanos con su disco “Human After All”. 

Ah, amigos. Así llegamos a 2006. Ese año, el festival Coachella tuvo la idea de contratarles. Ellos pidieron 300.000 euros de nada y por adelantado, que sirvieron para construir una pirámide de luces LED que provocó la euforia de quienes vivieron aquel espectáculo. Solamente hay vídeos domésticos de la hazaña. Si alguien tenía dudas de que se trata de extraterrestres, ahí van las notas musicales de “Encuentros en la tercera fase”.

Debido al éxito, hubo gira y su siguiente disco, en directo. Alive 2007, grabado en París. Ganaron con él dos Grammy. Estaban de subidón, y se nota en piezas como este “Harder, Better, Faster, Stronger” que ha sido usado por la publicidad como himno de modernidad total.

Uno se puede preguntar cómo sonarán sus voces sin el insistente vocoder, pero casi mejor no saberlo. En 2010 pusieron música a la versión del clásico del cine Tron, y recibieron nada menos que el rango de Caballeros en la Orden de las Artes y las Letras de Francia. Sin quitarse el casco, claro. Para entonces, todos los famosos que rozaran la música querían trabajar con ellos. No les costaba encontrar colaboraciones interesantes. 

Hace justo ahora diez, repito, diez años, lanzaron su obra cumbre. Random Access Memories tenía las colaboraciones de genios como Nile Rodgers (Chic), y al ritmo que marcaba alguien tan “Happy” como Pharrell Williams. Todo el planeta bailó “Get Lucky”, que se llevó su correspondiente premio Grammy.

Me cuesta creer que haya pasado ya una década, y no muy prodigiosa, desde esto. Muchos aseguraban que podían haber puesto a cualquiera dentro de esos cascos. Y es cierto. Es parte de la trama. Hay arte en todo cuanto hicieron. Su mejor demostración ocurrió el 22 del 2 de… 2021: lanzaron un vídeo que lo decía todo:

"Epilogue" fue una despedida a lo grande. Dejándolo en el mejor momento. Como hacen los que no se aferran a una gloria pasada, agonizando un poco más en cada disco. Sin ánimo de estirar el chicle, sin dejar de dar golpes de efecto, dejando que sus fans piensen que cualquier día vuelven. Seguramente, ni ellos lo saben. Sienta bien que jueguen con nosotros de forma tan creativa aquellos adolescentes y sus maquinitas de los 80, ahora que se han hecho grandes. Muy grandes.