La adopción de una alimentación equilibrada es un objetivo cada vez más presente en la mente de las personas, con el fin de mejorar su salud y la energía del día a día. No obstante el camino hacia una alimentación más consciente no está exento de dificultades. A menudo, muchos de nosotros cometemos errores habituales que, aunque a veces puedan parecer opciones correctas, podrían impedir que los resultados lleguen o, en última instancia, contribuir a que nuestra salud se vaya deteriorando. Ser consciente de estos errores es una vía para avanzar y llegar a poseer una rutina que realmente pueda resultar factible de forma prolongada.

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Errores frecuentes al comer saludable

Los productos "light" (bajos en calorías o grasas) tienden a ser atractivos, pero no siempre son la mejor opción. Muchos de ellos hacen uso de azúcares o grasas como forma de compensar, o bien, son ricos en aditivos, sodio o edulcorantes artificiales. Un consumo continuado de este tipo de productos bien podría terminar por alterar la microbiota intestinal o guiar a una mayor retención de líquido, lo que, al final, poco ayudaría a conseguir el objetivo de comer más saludablemente; leer las etiquetas y elegir los alimentos frescos nos ayuda a controlar lo que consumimos.

Saltarse comidas para "compensar"

Otro error frecuente es reducir drásticamente la cantidad de comidas o incluso saltarse alguna para hacer un mayor déficit calórico. Esto conlleva picos de hambre, ansiedad y pérdida de masa muscular. Comer regularmente y en porciones moderadas, equilibrando macronutrientes ayuda a estabilizar la energía y activar el metabolismo durante el día.

Comer saludable sin eliminar grupos de alimentos

Eliminar grupos de alimentos como carbohidratos, grasas o lácteos puede llevar a una ración excesiva de vitaminas, minerales y fibra sin la guía de un cualificado. Para conseguir un plato variado se necesita que el organismo aporte los alimentos necesarios para su funcionamiento. Para ello lo relevante es ajustar las cantidades a las necesidades de cada uno y seleccionar fuentes de calidad (cereales integrales, grasas saludables y proteínas magras).

Dar prioridad a la ayuda profesional

Poner en práctica una dieta sin la ayuda de un profesional alimentario puede suponer el riesgo de desequilibrios nutricionales y, por extensión, frustración. Con la ayuda de un nutricionista podemos adaptar el plan a las necesidades de cada uno de nosotros teniendo en cuenta variables como el nivel de actividad física, el estado de salud y los objetivos personales. Evitar las restricciones que no tienen sentido y a favor de construir hábitos sostenibles a lo largo del tiempo.

Comer bien sin seguir modas

Las dietas para conseguir resultados que se basan en eliminar por completo uno o varios alimentos suelen ser restrictivas y difíciles de mantener. Suelen propiciar el efecto rebote y surgen la mayoría de problemas de salud por la falta de nutrientes. Apostar por una alimentación progresiva y a la vez constante impide obtener buenos resultados a corto plazo y sin poner en riesgo el bienestar.

Mantener una visión a largo plazo

Ser consistente es la base de una alimentación correcta, y seguir los dictados de las redes sociales puede ser un riesgo porque eso puede inducir expectativas poco realistas y desmotivación si no se obtienen los resultados deseados. Es importante construir unos hábitos para el día a día con una dieta basada en alimentos frescos y equilibrados para asegurar que los cambios que se van implantando durante el tiempo realmente tengan un efecto positivo sobre la energía y el estado de ánimo.

Por tanto comer sano es mucho más que seguir las tendencias de la alimentación o hacer una depuración alimentaria. Se trata de crear un plan a nivel de alimentación consciente, flexible y adaptado a cada persona; priorizando la moderación y el bienestar en el futuro.

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