El reloj biológico no solamente tiene la tarea de pautar nuestro sueño, también estipula nuestro tiempo de ingesta alimentaria y, de acuerdo con las nuevas investigaciones científicas, podría ser más determinante de lo que nos pensamos. Un estudio realizado durante más de 30 años, con casi 3.000 personas ancianas, establece que retrasar la primera y la última comida del día se relaciona con una mayor mortalidad. Establecer horarios fijos de desayuno y de cena podremos ser una herramienta sencilla y efectiva para fomentar un envejecimiento más saludable.

Los horarios de comida

El estudio, que fue realizado en Gran Bretaña, en la University of Manchester Longitudinal Study of Cognition in Normal Healthy Old Age, incluyó el seguimiento de 2.945 personas que tenían entre 42 y 94 años, y se realizaron a lo largo de 30 años. Los datos mostraban que durante ese largo tiempo, el desayuno y la cena tienden a retrasarse en horas más tarde, mientras que la comida o almuerzo mantiene sus horas intactas; esta práctica reduce la ventana de alimentación que se tiene a diario y podría influir sobre el metabolismo, la calidad de la dieta y el total de energía disponible a lo largo del día.

La ventana de alimentación y la esperanza de vida

El estudio mostraba que, en el caso de quienes mantenían horarios de comidas más tempranos, la supervivencia era mayor. Diez años después del inicio del seguimiento el 89,5% de las personas que desayunaban y cenaban pronto seguían vivas en comparación con el 86,7% de quienes retrasaban las comidas. Aunque la diferencia pueda parecer pequeña, ello sugiere que el hecho de comer a horas regulares podría ayudar a extender la esperanza de vida.

La comida y el estado de salud

El horario de la primera comida se interfiere en aspectos relacionados con el bienestar de las personas en los niveles físico y psicológico. Retrasar la comida de la mañana se asocia a sufrir fatiga, tener síntomas de depresión y problemas de salud bucal, tan frecuentes en personas ancianas que pueden provocar pérdida de apetito. Controlar a qué hora desayunan podría ser un buen marcador clínico que permita, por ejemplo, detectar cambios en la salud de los mayores.

El componente genético en el horario de la comida

En una submuestra de más de 1.000 participantes se estudiaron variantes genéticas asociadas al cronotipo, y aquellos predispuestos a hacer la comida de la mañana más distanciada desde el momento en que se despiertan, estaban ajustando en sus horarios un desayuno, comida y cena más tardíos además de también reducir su ventana de alimentación diaria; esta relación vuelve a poner de relieve la idea de que los ritmos biológicos determinan como distribuimos la oferta alimentaria a lo largo del día.

Comidas y envejecimiento

La estabilización de los horarios así como el hecho de tener costumbres de desayunar pronto podría volver incrementar la sincronización con los ritmos circadianos; lo que traducido en términos de metabolismo se puede transformar en un metabolismo más útil para la digestión y la constante disponibilidad de energía. El empezar pronto la primera comida del día podría llegar a constituir un hábito protector en la desincronización biológica que acompaña los años.

Constituirse en una rutina igual cada día.

Aparte de los horarios de empezar la primera comida del día, la regularidad de los horarios también es importante. Respetar unas horas de alimentación similares cada día también permite equilibrar la ingesta de calorías y evitar alteraciones en el sueño. Esta costumbre alimentaria no sólo contribuye a un envejecimiento más sano, sino que también puede llegar a reducir el riesgo de enfermedades metabólicas a medio-largo plazo.

Por tanto los horarios de comida suponen más que una costumbre cultural, son una traducción de la salud general y un factor que puede llegar a influir en la longevidad; desayunar pronto y ser regulares o constantes en las horas de las ingestas podría constituir ser una estrategia para vivir más, pero también mejor.