Los frutos secos son alimentos imprescindibles en la despensa de muchos hogares y forman parte de cualquier tipo de comida o reunión entre amigos. Sin embargo, su previa preparación queda muy en entredicho. Un gesto tan simple como lavarlos o, cuando se puede, dejarlos en remojo, mejora la posterior digestión, reduce la presencia de sustancias indeseadas y permite optimizar lo que se extrae de sus nutrientes. Este gesto, que no es muy habitual, se alinea con un conjunto de rutinas de la alimentación consciente que mejora los productos que consumimos.

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Limpieza de los frutos secos

Almacenar y transportar frutos secos puede hacer que se ensucien con polvo y pequeñas partículas que quedan pegadas en la superficie. Un lavado rápido permitirá retirar estos restos y reducir así los restos de impurezas que, aunque no se ven a simple vista, quedan adheridas a la piel del alimento.

Pesticidas y restos ambientales

Incluso los frutos secos más auténticos o más naturales pueden retener algún tipo de trazas de pesticidas o residuos propios de su manipulación. El enjuague ayuda a disminuir el contacto con dichos componentes y, en consecuencia, provoca una ingesta más limpia.

Digestión de los frutos secos

Los frutos secos concentran ciertos antinutrientes, fitatos y oxalatos. Estos antinutrientes dificultan la absorción de minerales beneficiosos. El remojo facilita su eliminación y ayuda a que el cuerpo pueda aprovechar mejor el hierro, el calcio o el magnesio que aportan.

Activación enzimática beneficiosa

El contacto directo con el agua activa las enzimas naturales que poseen los frutos secos, lo que produce un ablandamiento de su estructura interna y una digestión más sencilla. Quienes padecen sensación de pesadez tras la ingesta de frutos secos encuentran en este gesto un soporte a su mejor tolerancia.

Sabor y textura

Después de mantenerlos un rato a remojo, los frutos secos adquieren una textura más suave que les permite se puedan masticar con más facilidad; si se insertan en un proceso de tostado ligero después de dicho remojo, las nueces tienen un sabor más redondo y un aroma más intenso pero sin perder su esencia natural.

Mejora global de la tolerancia digestiva

Lo cierto es que el remojo, el lavado y el tostado facilitan un mejor proceso de los frutos secos a nivel del organismo. Aunque el calor pueda disminuir mínimamente alguno de los micronutrientes, el organismo es capaz de aprovechar mucho mejor los minerales y vitaminas que se encuentran disponibles tras esta preparación.

Eficiencia para comer frutos secos

Este procedimiento es apto para almendras, nueces, avellanas, anacardos o pistachos. Enjuagarlos brevemente bajo el agua, dejarlos en remojo durante unas horas dependiendo de su tamaño y volver a enjuagar antes de consumirlos. Este proceso es beneficioso para cualquier estilo de vida.

El tostado como paso opcional

Tras haberlos dejado a remojo, un ligero tostado acentúa el sabor y además le proporciona un ligero toque crujiente. Además de ser un recurso en la cocina, también contribuye a aumentar la tolerancia intestinal de aquellos que suelen notar molestias después de comer frutos secos sin preparar.

El valor que tiene un alimento no sólo depende del contenido de nutrientes, también de la manera en cómo el propio cuerpo hace uso de ellos. Lavar los frutos secos mejora la biodisponibilidad de sus nutrientes y ofrece la posibilidad de que el organismo se beneficie, sin sufrir problemas en la digestión.

Comenzar a lavar los frutos secos se convierte en un hábito que hace que estos pequeños alimentos sean más completos desde el punto de vista nutricional, ayudando y contribuyendo en una dieta más equilibrada y una mejor experiencia a la hora de comer en el día a día.

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