El verano, con sus días largos y su ritmo más relajado, es una ocasión propicia para que los más pequeños aprendan a montar en bicicleta. No es solo una actividad lúdica: dominar la bici marca un hito en el desarrollo infantil ligado a la autonomía, la coordinación y la autoestima. Pero ¿cuándo conviene empezar y cómo hacerlo sin frustraciones?
Los expertos coinciden en que entre los tres y los seis años se abre una ventana ideal para iniciarse. En torno a los tres o cuatro, muchos niños pueden comenzar con bicicletas de equilibrio (sin pedales), que les ayudan a afianzar el control y el equilibrio. A partir de los cinco o seis años, suelen estar preparados para una bicicleta convencional, con pedales. En esos casos, si ya han usado bici de equilibrio, es probable que no necesiten ruedas de apoyo.
Desde Cleverea, empresa especializada en seguros para bicicletas, proponen un decálogo de consejos prácticos para enseñar a montar en bici sin convertir el aprendizaje en un campo de batalla familiar:
- Casco y protección, siempre. El niño debe sentirse seguro desde el inicio. Casco homologado, rodilleras, coderas y guantes son elementos que, además de prevenir heridas, generan confianza.
- Elegir bien la bici. Debe ser del tamaño adecuado: el niño debe tocar el suelo con ambos pies desde el sillín. También es crucial revisar frenos, cadena, presión de neumáticos y ajuste del manillar.
- Buscar un lugar tranquilo. Un espacio amplio, sin tráfico ni pendientes, es la mejor pista de entrenamiento.
- Aprender a frenar antes que a pedalear. Familiarizarse con los frenos y usarlos con suavidad evita caídas y sustos innecesarios.
- Prescindir de las ruedas de apoyo cuanto antes. Si el niño ha usado una bici de equilibrio, puede saltarse este paso. Si no, conviene incluso retirar los pedales unos días para que practique solo el equilibrio.
- Acompañar sin invadir. En los primeros intentos, hay que sujetar el sillín, no el manillar, y correr junto al niño hasta que logre mantener el equilibrio. Nunca soltar sin avisar.
- Repetir sin prisa. Subirse, colocar el pedal en posición, frenar con control o bajarse correctamente son rutinas que conviene repetir con calma hasta automatizarlas.
- Introducir giros y retos suaves. Cuando el niño pedalea con soltura, se pueden proponer circuitos sencillos, curvas o trayectos algo más largos. Si se cae, mejor naturalizar la caída y animarle a intentarlo de nuevo.
- Educar en normas básicas. Mirar antes de cruzar, respetar señales o usar el timbre son gestos que pueden aprender desde el principio, aunque solo circulen por parques.
- ¿Hace falta un seguro? No es obligatorio, pero puede ser útil. Algunas compañías ofrecen seguros básicos con coberturas de responsabilidad civil, asistencia o incluso protección ante robo o accidente.
Más allá de los aspectos técnicos, lo más importante es mantener una actitud paciente y positiva. Cada niño aprende a su ritmo, y convertir el proceso en un juego –con circuitos imaginarios o metas pequeñas– puede marcar la diferencia.
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