La organización ecologista Greenpeace ha presentado un Modelo Alimentario Sostenible (MAS) que transformaría radicalmente el sistema alimentario español, convirtiéndolo en un sumidero de carbono y generando beneficios ambientales, sociales y económicos.
Este plan, según informa EFE, desarrollado en colaboración con el think tank Alimentta, contrasta con el escenario actual, caracterizado por emisiones crecientes, pérdida de biodiversidad y dietas desequilibradas.
El MAS propone reducir un 116 % las emisiones del sector alimentario para 2050, logrando que absorba más carbono del que emite.
Esto se alcanzaría mediante una producción 100 % agroecológica, eliminando pesticidas sintéticos y fertilizantes químicos, y relocalizando cultivos según la disponibilidad hídrica.
La ganadería industrial —especialmente las macrogranjas porcinas— se eliminaría progresivamente, priorizando la extensiva y ecológica.
En paralelo, se triplicaría el consumo de legumbres, clave para reducir la dependencia de fertilizantes y mejorar la salud.
La dieta asociada al MAS se alinea con la dieta de salud planetaria respaldada por la Comisión EAT-Lancet y Harvard, que reduce un 30 % el riesgo de muerte prematura.
Esta propuesta fomenta un consumo mayoritario de vegetales, frutas y cereales integrales, limitando la proteína animal a 300 gramos semanales —frente a los 250 gramos diarios actuales en España—.
Además, plantea reducir el desperdicio alimentario en un 96 %, implementando políticas de redistribución y educación.
Greenpeace exige acciones urgentes, como establecer un 25 % de producción agroecológica para 2030 y eliminar subsidios a prácticas insostenibles.
El modelo no solo mitigaría la crisis climática, sino que aumentaría un 35 % el empleo en el sector, revitalizando el mundo rural.
La transición requiere una gobernanza participativa que integre agricultura, pesca artesanal y políticas públicas.
En un contexto de crisis climática y desigualdad, el MAS emerge como una hoja de ruta viable para garantizar seguridad alimentaria, salud y justicia social. Como señala Greenpeace: «El cambio no es solo deseable, es imprescindible». La pregunta ahora es si habrá voluntad política para implementarlo.
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