El tomate y la sandía son dos alimentos ampliamente reconocidos no solo por su sabor y frescura, sino también por su alto contenido en licopeno, un pigmento natural de la familia de los carotenoides responsable de su característico color rojo. 

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El licopeno es un antioxidante muy potente, cuya acción supera incluso a la de otros carotenoides como el betacaroteno, y que el cuerpo humano no puede sintetizar, por lo que debe obtenerse a través de la dieta.

El tomate es la fuente más importante de licopeno en la alimentación humana, aunque la sandía también aporta cantidades significativas. Además, el licopeno se encuentra en otros alimentos de color rojizo, como la guayaba y la papaya, pero su concentración es especialmente alta en el tomate y sus derivados, como la salsa, el puré o el ketchup. 

De hecho, el licopeno es más biodisponible cuando el tomate se consume cocinado y acompañado de grasas saludables, ya que el calor y el aceite favorecen su absorción.

Numerosos estudios científicos han relacionado el consumo regular de licopeno con una reducción significativa del riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, especialmente el cáncer de próstata, según informa, la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).

Investigaciones epidemiológicas han demostrado que una ingesta elevada de licopeno, principalmente a partir de productos de tomate procesado, se asocia con un menor riesgo de cáncer de próstata, llegando a observarse reducciones del riesgo de hasta un 28% en el desarrollo general de la enfermedad y hasta un 53% en casos de cáncer letal, en comparación con quienes consumen menos licopeno.

El mecanismo de acción del licopeno se basa en su capacidad antioxidante, que le permite neutralizar los radicales libres y proteger las células del daño oxidativo, uno de los factores que contribuyen al desarrollo del cáncer. 

Además, estudios de laboratorio han mostrado que el licopeno puede inhibir la proliferación de células tumorales y modular vías de señalización implicadas en la inflamación y el crecimiento celular anómalo.

Por todo ello, la inclusión regular de tomate y sandía en la dieta no solo aporta frescura y sabor, sino que también contribuye a la prevención del cáncer de próstata y otras enfermedades crónicas, gracias a su riqueza en licopenos y otros compuestos antioxidantes.

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