Una comida abundante cargada de grasa no afecta únicamente a la digestión o al incremento de calorías; sino que también afecta al cerebro en cuestión de horas. Un estudio reveló que incluso en los individuos jóvenes y saludables una ingesta elevada de grasas saturadas cambia la función de los vasos sanguíneos, además de reducir la capacidad del cerebro por regular su flujo sanguíneo. Este tipo de cambios se producen en un tiempo menor de cuatro horas, lo que indica un efecto inmediato que si se repite con frecuencia puede aumentar el riesgos a largo plazo.
Lo que ocurre en la sangre tras una comida con grasa
Triglicéridos y metabolismo bajo presión
Después de una comida que contenga grasa, los triglicéridos en sangre aumentan considerablemente. En el experimento, los valores de triglicéridos se multiplican por dos o por tres después de escasas horas lo que aumenta el esfuerzo metabólico. Se incrementaron también los valores de insulina y glucosa, evidenciando la capacidad del organismo para poder procesar la carga energética.
Arterias menos flexibles después de comer
La vasodilatación, respuesta adaptativa que las arterias llevan a cabo para garantizar el aporte de oxígeno, se vio muy disminuida. De hecho, esta pérdida de respuesta de las arterias indica también una pérdida importante de la capacidad de adaptación vascular, que hasta aquí es limitado, pero que se puede continuar hacia un estado de disfunción endotelial tras la repetición, y se produce sin ningún síntoma inmediato, pero que ya avisa de cómo la lógica de la grasa puede afectar el estado arterial.
El cerebro y los efectos de la grasa
La estabilidad del flujo sanguíneo en el cerebro fue alterada en las condiciones óptimas de este mecanismo tras el test de la comida rica en grasas. El mecanismo concreto, llamado autorregulación cerebral dinámica, también fue menos eficiente en las condiciones de posprandial en los jóvenes y en los mayores, siendo más afectada en aquéllos con un terreno vascular de base más frágil.
Mayor resistencia dentro de los vasos cerebrales
Los investigadores se dieron cuenta de que si incrementa el índice de pulsatilidad, una medida que evalúa cuál es la resistencia que la sangre debe vencer para circular por las arterias cerebrales. Este aumento implica que el flujo choca con más fuerza contra las paredes vasculares, lo que propicia un patrón que puede acelerar el deterioro arterial y favorecer episodios futuros de isquemia o de deterioro cognitivo.
La edad intensifica los efectos de la grasa
Los ancianos empezaban de un estado vascular con un menor aporte de oxígeno y glucosa al cerebro. Tras la comida, los cambios en la regulación del flujo sanguíneo eran más pronunciadas en los ancianos y lo demuestra el hecho de que el proceso de la edad aguante las consecuencias resultantes de las grasas saturadas.
Estrés oxidativo y grasas saturadas como detonantes
La bebida empleada en los experimentos contenía fundamentalmente grasas saturadas, las mismas que pueden encontrarse en lácteos enteros, mantequilla y carnes procesadas. Estas grasas incrementan el estrés oxidativo, merman la disponibilidad de óxido nítrico, disminuyen la capacidad de las arterias para dilatarse y, en comparación con las grasas poliinsaturadas, poseen un efecto sobre el sistema vascular más agresivo aun en el periodo a corto plazo.
Efecto a largo plazo
La investigación constata que, aun cuando no se puedan llegar a tener síntomas a raíz de una comida de desayuno rica en grasas, el organismo tiene que lidiar con una condición de menor capacidad vascular y cerebral durante horas. Si la circunferencia de estas situaciones es regular, una gran cantidad de deficiencias se acumularían y el riesgo de enfermedades cardíacas o enfermedades neuronales aumentaría de cara al futuro. Consumir una dieta equilibrada, rica en grasas saludables, además de acompañar ese patrón de alimentación de actividad física puede ayudar a reducir todo ese impacto silencioso. Cada comida cuenta, así como una decisión que puede aparecer trivial puede ser decisiva para el futuro de la salud del corazón y del cerebro.
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