La ducha diaria es el hábito básico de higiene personal y de cuidado de la piel, pero no todos los recursos que se emplean para el lavado personal pueden considerarse beneficiosos. El más común es la esponja, pero este puede llegar a convertirse en un enemigo silencioso de la salud cutánea. Y es que, aunque para muchos es un utensilio que resulta necesario para una limpieza profusa, en realidad, este medio puede llegar a producir el efecto totalmente contrario al deseado.
Esponja y piel, una combinación poco recomendada
La esponja, al estar húmeda, logra acumular restos de jabón, células muertas y suciedad. Esta situación favorece la proliferación de bacterias y hongos que, una vez entran en contacto con el cuerpo, son responsables del aumento del riesgo a padecer infecciones y alteraciones cutáneas; lo que parecía ser un accesorio correspondiente a la limpieza se transforma en un lugar adecuado para la proliferación de microorganismos dañinos.
Daño en la función barrera cutánea
La dilatación de la piel por un uso intensivo de la esponja desgasta las propiedades de la barrera cutánea. La misma barrera cutánea está formada por una determinada capa lipídica que cumple una función de resistencia o contención ante agresiones externas y, al mismo tiempo, persigue la retención de la hidratación del agua del interior de la piel. Al desintegrarse la capa lipídica pueden aparecer sequedad, irritación y una mayor sensibilidad de la piel. El uso de las manos en lugar de la esponja, por su suavidad, nos permite limpiar, sin dañar la integridad de la piel.
Las alternativas al uso de la esponja
Las manos limpian las zonas del cuerpo mediante el jabón de forma más controlada; el jabón se aplica con la presión justa, limpian con el contacto sin recurrir a utensilios añadidos y además están más limpias. Mediante este gesto se evita que se acumulen los microorganismos, a la vez que se salvaguarda la salud cutánea.
Un jabón respetuoso
El tipo de jabón que se utilice es clave en el complemento de la higiene sin esponja. Los más indicados son los de pH de la piel, carentes de perfumes intensos y que contengan sustancias hidratantes. También es recomendable usar aceites limpiadores, ya que estos eliminan las impurezas a la vez que aportan nutrientes y suavidad, contribuyendo a otorgar un mayor concepto de cuidado.
Hábitos que mejoran la higiene sin esponja.
Además de la higiene sin esponja, también conviene pararse a mirar la forma con la que se realiza la ducha, ya que puede resultar clave en la higiene; el tiempo que dure la ducha y la temperatura del agua son factores que ayudan a disminuir la pérdida del agua corporal y evita el malestar posterior, además de ayudar a la propia salud de la piel; son pequeños cambios que refuerzan el beneficio de prescindir de utensilios agresivos.
La hidratación como último paso
Cuidar la piel, secarla y aplicar crema que ayude a reparar la barrera cutánea se traduce en beneficios más evidentes para el organismo. Este hábito favorece los efectos de la ducha y compensa la cantidad de agua que se pierde con el lavado. Llevar a cabo una rutina de hidratación diaria marcará la diferencia en el estado de la piel.
Prescindir de la esponja en la ducha no significa renunciar a una higiene efectiva, supone un cambio muy simple que ayuda a evitar la acumulación de microorganismos, protege la barrera natural y potencia la higiene de la piel. Con las manos limpias y con los productos adecuados -y también con la hidratación continua- la higiene diaria se convierte en un gesto mucho más seguro y ventajoso.
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