Sentir picor con frecuencia es una de las sensaciones más comunes y molestas que todos hemos sufrido alguna vez; las causas pueden ser una picadura de algún insecto, una reacción alérgica, el roce de ciertas plantas, o simplemente por la sequedad de la piel. La reacción más habitual suele ser rascarse para tratar de aliviar el síntoma de malestar, pero con frecuencia esta respuesta puede convertirse en un círculo vicioso que incrementa el picor y que daña la piel.
Rascarse no quita el picor
Cuando pasas las uñas o los dedos, hay un estímulo de poca intensidad sensible que genera un dolor. Este dolor sigue el mismo camino que el picor, y aparece un alivio transitorio; el cerebro supone que el malestar ha disminuido y genera una liberación de serotonina, que es un neurotransmisor que se encarga de calmar los niveles de la sensación de dolor en sí. Sin embargo, esta sustancia también activa neuronas localizadas en la médula espinal que son las que también hacen que aumente la sensación de picor, generando así una especie de mecanismo de retroalimentación educando al propio individuo a que siga rascándose.
Daño en la barrera cutánea
Rascarse reiteradamente no solo sigue manteniendo el ciclo del picor activo, sino que agrede la superficie de la piel, es decir, las uñas pueden llegar a romper parte de la capa externa de la piel lo que genera la liberación de histaminas, las cuales se caracterizan por su capacidad de provocar aún más picor. Este daño cambia la característica de la piel, la vuelve más sensible y no soluciona la sensación de picor, sino que más bien lo incrementa.
Tocar en vez de rascar
Una manera de engañar al cerebro sin hacerle daño a la piel es hacer pequeños toques en el área molesta; es beneficioso presionar suavemente con la palma de la mano. Este gesto estimula las terminaciones nerviosas sin provocar heridas y puede incluso disminuir el impulso de rascarse intensamente.
Uso del frío como un calmante
El frío es un buen aliado para poder calmar el picor; aplicar una compresa fría o bien envolver hielo en un paño ayuda a entumecer las terminaciones nerviosas ante esta sensación. Un baño de agua fría sería capaz de aliviar la misma picazón, aunque su efecto se consideraría temporal. Se recomienda este método especialmente si se ha producido una reacción debido a la picadura de un insecto o bien de un contacto con plantas irritantes.
Fórmulas para no rascarse
La piel seca tiene más probabilidades de irritarse y por lo tanto produce picor. El uso diario de cremas o lociones hidratantes para la piel es una buena manera de mejorar nuestra barrera cutánea y así disminuir la frecuencia de los episodios de picor. Lo ideal es aplicarlas tras la ducha, cuando la piel todavía está un poco húmeda, ya que de este modo se sella la humedad y se ve también mejorada la elasticidad.
Distracción para el cerebro
El picor no es sólo un proceso físico, también tiene componente neurológico. Mantener la cabeza ocupada en otras cosas (leer, resolver un crucigrama, escuchar música o jugar a un videojuego) reduce la atención que se presta a la molestia. Esta técnica es útil si el picor es persistente y se ve empeorado por la ansiedad o el estrés. Si se utilizan las estrategias que van respetando la integridad de la piel, romper el ciclo de picor-rascar es posible. Optar por el frío, la hidratación y el uso de las técnicas de distracción evita el daño del rascado compulsivo.
Rascarse es casi automático pero si entrenamos al cuerpo para poder reaccionar de otra forma, nos protegeremos la piel disminuyendo el riesgo de sufrir infecciones o irritaciones persistentes. Cuando existe picor crónico o que interfiere con las actividades diarias lo mejor es acudir a un especialista que nos aclare si hay otras condiciones como dermatitis o psoriasis y que nos oriente con el tratamiento adecuado.
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