Si queremos que el Sistema de Pensiones siga viable, que lo es en el corto plazo, pero no en el medio y largo plazo con las tendencias actuales, tenemos que consensuar mediante un gran pacto político, sin demagogias y populismos, qué Estado de Bienestar queremos. Pero en el contexto de las restricciones que imponen los equilibrios financieros en el corto y largo plazo, así como las tendencias demográficas.

No se pueden estar haciendo reformas cada dos por tres, aunque en el fondo esa ha sido la tónica del Sistema de Pensiones, y ello porque inciden muchas variables y sensibilidades políticas, variables sobre todo las demográficas y las financieras derivadas de la situación del mercado de trabajo y el contexto económico nacional.

Desde luego que es mucho más que un problema financiero, pero es importante la consideración del fenómeno financiero que conlleva también por cierto la sensibilidad social, la parte previsional de expectativas demográficas, de crecimiento económico, empleo y su retribución, cotizaciones de la seguridad social y muchas otras.

El modelo actual no es viable, porque hay más pensionistas y menos trabajadores cotizando

El modelo actual no es viable en el medio y largo plazo sencillamente porque cada vez hay más pensionistas y menos trabajadores cotizando por las pensiones. De manera que por el lado de los gastos tenemos un problema financiero de gran magnitud y que empuja hacia un creciente desequilibrio financiero, sobre todo en el largo plazo, con una población cada vez más envejecida y con más esperanza de vida por los adelantos de la medicina y unos hábitos de vida cada vez más saludables.

Por no hablar de todo lo que ello lleva aparejado en gastos en sanidad y en dependencia, también crecientes. Consideración aparte merece también, gravitando sobre todo ello, el tema de la mayor despoblación y envejecimiento en núcleos rurales.

Por otro lado, por el lado de los ingresos,  los sueldos y salarios en general no son los adecuados para contribuir con las cotizaciones a ese equilibrio financiero, y para complicar más las cosas la juventud entra cada vez más tarde al mercado laboral, con muy bajos salarios y mucho trabajo precario.

En consecuencia, y hablando en “castizo” no queda más remedio que “coger al toro por los cuernos”. Cuanto más tarde lo hagamos peor. Hay que dejarse de demagogias y populismos, con réditos electorales y políticos en el corto plazo que son pan para hoy y hambre para mañana, sobre todo para los próximos pensionistas y dependientes, a los que debemos máximo respeto y consideración.

Es pues necesario un debate en profundidad, y no superficial como en general viene siendo habitual, sobre una serie de puntos básicos que comentamos seguidamente.

Fuentes de financiación de las pensiones y límites

Al mismo tiempo, convendría reducir cierta presión sobre el sistema sacando fuera del mismo pensiones que no entran propiamente en el sistema de reparto derivado del mecanismo de solidaridad intergeneracional entre cotizantes y pensionistas. En su momento podía ser asumible, pero no ahora. Algunas pensiones deben ser financiadas por los Presupuestos Generales del Estado en contexto del Sistema Fiscal y los mecanismos de redistribución de rentas vía impuestos.

En cualquier análisis financiero y de viabilidad siempre es importante la consideración de qué hacen los demás, qué hace la competencia, qué hacen otros países. En este sentido, si nos alineamos lógicamente con Europa en el enfoque socialdemócrata imperante en general desde la segunda guerra mundial, con un modelo público y obligatorio de Seguridad Social, debemos ir a un equilibrio financiero disminuyendo la tasa de sustitución ya que normalmente en estos momentos, nadie se está autofinanciando o pagando su propia pensión. Eso es también crecientemente insostenible y origen en buena parte de los desequilibrios financieros.

Lo que no puede financiar el sistema público debe complementarse con capitalización individual

En consecuencia, la parte que no pueda ser financiada por el sistema público, si queremos seguirla manteniendo en equilibrio financiero global y particular debemos pensar seriamente en complementarla con capitalización individual, complementando el sistema de reparto si queremos salvarlo. Aquí hay un problema serio y profundo de auténtica cultura financiera que debe empezar en la familia y en los niveles iniciales de enseñanza, al igual que otros temas, como la innovación y la cultura empresarial de iniciativa y propensión al riesgo convenientemente estimado.

Hay que tener seriedad y coherencia financiera,  siendo valientes para emprender el camino de la capitalización individual, siempre complementario al público y obligatorio de previsión social. Hay que dejarse de demonizar la capitalización individual y ser coherentes con otras formas similares como es el caso de la “mochila austriaca” que parece bastante admisible en el caso del desempleo. De manera que, empresas y trabajadores, con el consenso y participación de sindicatos por supuesto, deben ir realizando su “mochila de pensión”, su “hucha complementaria”.


Luis Ferruz Agudo es catedrático de Finanzas y director de GIECOFIN