Aún no tenemos explicación oficial del apagón, pero ya vamos teniendo relato por parte de la máquina de tricotar relatos de la Moncloa. En realidad, Sánchez empezó a construir el relato bastante antes de que volviera la luz a nuestras casas convertidas en caravanas del Oeste, con infernillo, armónica y bordado, y a nuestro país convertido en una noria parada, entre el terror, la resignación y la fiesta. Lo primero que hizo Sánchez fue “no descartar ninguna hipótesis”, que es lo prudente al principio pero luego empieza a resultar sospechoso si se queda ahí demasiado tiempo sin concretarse en nada, como un tío con gabardina. Lo de no descartar ninguna hipótesis era más bien la manera de poder descartar la hipótesis que ya manejaban los expertos nada más ver los gráficos. O sea, la inestabilidad de nuestra mal diseñada red eléctrica debida al volumen de las renovables y a su poca inercia, algo sobre lo que ya habían advertido. Luego, Sánchez quiso seguir escapándose al convertir un efecto en causa, o sea esos 15 GW robados al sol en un descuido como un mechón de la amada. Por fin, cuando ha pedido responsabilidades a “los operadores privados”, ya no hace falta decir más.

Sánchez ya tiene relato, o sea culpables, y son las malvadas eléctricas capitalistas que nos robaron el día como un ranchero de telenovela le roba el bebé a la sirvienta

Sánchez ya tiene relato, o sea culpables, y son las malvadas eléctricas capitalistas que nos robaron el día como un ranchero de telenovela le roba el bebé a la sirvienta. Ya las ha convocado en Moncloa, a que vayan desfilando bajo la autoridad o la amenaza de sus cuadros abstractos, que son como bocas de lava listas para sus apocalipsis de salón. A Sánchez ya le notamos por dónde se quería escabullir cuando mencionó, en chirriante inserto o morcilla, lo del “operador privado Red Eléctrica”. Red Eléctrica tiene como accionista mayoritario a la SEPI, o sea al Estado, y su directora es una exministra socialista nombrada mayestáticamente por el propio Sánchez. Al añadirle “operador privado”, Sánchez estaba repudiando su propia herencia o responsabilidad, como otro ranchero de telenovela. Pero tenía que hacerlo para introducir la palabra “privado”, que es introducir no una hipótesis sino una acusación.

Sánchez se sacude todo como se sacudía el bicho. Se sacude su legislación energética, pensada para hacer bonito como una casita de madera, y se sacude la chapuza de un diseño de producción y distribución obsoleto que el sobredimensionamiento de las renovables ha convertido en inestable y peligroso. Y hasta se sacude a los empresones estratégicos y monopolísticos que manejan todo esto, y en los que coloca a carguitos del partido de habilidades amplias, líquidas y serviles. Se lo sacude porque tiene que empezar a meter su relato, su escapatoria, que de nuevo es lo privado destruyendo lo público, en este caso a una escala nunca vista, con el capitalismo y la derecha materializados en cataclismo. Sánchez tenía que repudiar su propia empresa para poder pasar de ahí a las eléctricas, que son esos hacendados que explotan cruel y avariciosamente la minería del cielo como el cafetal de los pobres. 

Ya tenemos relato, o sea culpables, los “operadores privados”, las eléctricas actuando no como piden el diseño normativo, el diseño ideológico, el diseño de la red y el diseño de jefecillos puestos por el partido, sino actuando por aviesa ambición. Sí, robando malvadamente gigavatios como virginidades de criaditas, acaparando malvadamente gigavatios como latifundios (Sánchez, otra vez como un ranchero, habla de gigavatios desaparecidos como de cubiertos de plata desaparecidos). Pero las eléctricas serían las menos culpables, como nos explicaba aquí Antonio Turiel, que lo vio venir. Primero está la propia red, el sistema, que ahora “es inestable y cualquier perturbación lo puede tirar”. Esto habría que cambiarlo pero, claro, cuesta dinero y el Estado no está para gastar dinero en tonterías. Luego están el legislador y el regulador (esa Red Eléctrica súbitamente desconocida para Sánchez), que deberían obligar a esa estabilidad. Lo único que se les puede achacar a las eléctricas, después de toda esta jerarquía de chapuzas y chapuceros, es la maldad de apagar sus centrales en mitad de un escenario tan loco que le asigna a su producto precio negativo.

A Sánchez toda esta cadena de dejadeces e incompetencias no le preocupa, sólo le preocupa tener una escapatoria que va a ser la de siempre, la que le sirve lo mismo para esta energética “crisis de electricidad” que para las crisis de sus enérgicos enchufes. Digamos que Sánchez nos ha conducido por todo este túnel de oscuridad y miedo para volvernos a llevar a la fachosfera, donde acaba y empieza todo. Sánchez está haciendo otra vez su potaje de iconos, su salchichería de eslóganes, que no sale otra cosa de ese sotanillo de la Moncloa siempre entre la verdulería y la matanza. Lo privado y las nucleares hacen una especie de señor Burns frotándose las manos y con eso basta. “Quienes vinculan el apagón a la falta de nucleares mienten”, ha dicho Sánchez, a pesar de que la ayuda que vino de Francia era nuclear y de que más energía nuclear significaría siempre más estabilidad en la red, nunca menos.

Tenemos ya el relato, al culpable, mucho más útil que tener la explicación, que no tiene nada de misteriosa pero sí de inconveniente. Sí, porque un día más bien suave de esta primavera, las inestables energías eólica y fotovoltaica, sea por el precio, por la moda, por el diseño o por las facilidades, sumaban un gran porcentaje de toda la producción energética (un día fue el 100% y lo vendieron como un hito). Entonces, la demanda disminuyó, pero esta energía verde y bella no se podía parar, ni acumular, ni enviar a ningún sitio. Era algo de lo que ya se había advertido, pero que nuestras autoridades (no depende esto del señor Burns) no habían solucionado. Para que la consiguiente sobrecarga no friera la red entera, todo se desconectó, como cuando nos saltan los plomos. No hubo gigavatios robados ni perdidos, sino que los idiotas llevaban demasiado tiempo jugando con tenedores y enchufes.