La expresidenta de ADIF, Isabel Pardo de Vera, ya está imputada. Ni siquiera un ministro o ministrón como Ábalos podía colocar él solo a la Jesi, que por lo visto es como colocar una rotonda, o al menos una de esas meninas embotelladas, en llamas, caleidoscópicas o locas que nos colocan por las calles de Madrid de vez en cuando. Desde que Ábalos se levanta de la cama, con la Jesi en la cabeza como la idea de un cuadro cubista o el plano de un puente colgante (un puente con tirantes y liguero), hasta que la Jesi acaba conveniente y efectivamente colocada, hay un largo proceso. La Jesi enchufada, en realidad, es como una central hidroeléctrica enchufada. Requiere muchos operarios, directores, funcionarios, estamentos y administraciones dedicados a lo suyo, trabajando en lo de la Jesi más que en nuestras centrales hidroeléctricas, nuestras rotondas, nuestro arte universal o municipal y hasta nuestros trenes, esos trenes parados, sólo pintados y quizá ardiendo inevitable y poéticamente, como los trenes de Monet o las meninas locas, que arden como figuras de cera de María Antonieta.
La Jesi es una gran obra de ingeniería civil, o quizá una obra de arte, o de arte ingenieril, fabril, político, un constructivismo sanchista como aquel constructivismo soviético
La Jesi es una gran obra de ingeniería civil, o quizá una obra de arte, o de arte ingenieril, fabril, político, un constructivismo sanchista como aquel constructivismo soviético. Pardo de Vera ya está imputada, pero a uno le parece poco interesante una operaria de más o de menos en toda esta maravilla de planificación y sincronía, que parece que han montado a la Jesi en aquella escena de Tiempos modernos de Chaplin. Uno intenta apreciar, más bien, la gran obra que es la Jesi, gran obra coral, multidisciplinar, como una catedral gótica con luces de peep show, como una Capilla Sixtina con los desnudos peludos y olorosos, como una estación con mural socialista de la cosecha en versión porno, como un acueducto romano para llevar champán hasta su pie desconchado de estatua. Para la Jesi hace falta toda una arquitectura oficial, todo un Estado planificando Jesis como se planifican cosechas de mijo o pantanos nuremburgueses. Y quien dice Jesis dice Begoñas, Koldos o Aldamas, que son todos como las gracias o musas barrocas y alegóricas de nuestra época.
Isabel Pardo de Vera (no la confundamos con su hermana Ana Pardo de Vera, que ocupa un cargo mucho más político que la dirección de ADIF) está ya imputada, pero a uno le parece sólo una mandada, tan parecida a aquellos mandados de antes con la boina siempre en el pecho como algo de la pleura. La presidenta de ADIF estaba allí a lo que mandaran, apretar un grifo, poner el tóner o colocar secretarias de secretariado falso, esas amantes con el boli y el chicle todo el día en la boca abierta y boba. Pero igual que la Jesi puede ser cualquiera, ya digo, Pardo de Vera también. Puede ser una presidenta de ADIF colocando empleadas sin estudios o sin bragas o puede ser un presidente de diputación colocando a hermanos sin talento; puede ser un carguito obedeciendo a un ministrón o puede ser un empresario o un rector obedeciendo al dedo miguelangelesco de la Moncloa, que está siempre entre acariciarse el mentón, disparar la honda, insuflar el espíritu sanchista en todo y crear palabros o apocalipsis de la nada. Es la estructura, la jerarquía, el sistema. No es el caso Ábalos ni la anécdota de la Jesi, es esta España.
A la Jesi, secretaria con piruleta, enfermera de noche, colegiala vieja, le cuadran no sólo todos los clichés del porno sino los de nuestra partitocracia. A la Jesi la colocaron en ADIF después de que Ábalos hablara con Koldo, y Koldo con Pardo de Vera, y Pardo de Vera con algún otro, y éste seguramente con otro más, cada uno quitándose la boina como Paco el Bajo, en una jerarquía tan inmutable e incontestable como la de los ángeles, que tienen jerarquía de banda municipal de Dios. El político corrupto o corruptible no tiene que ir a buscar al subordinado corrupto o corruptible de despacho en despacho, andando y desandando muchas escalinatas retorcidas o imposibles como las de Escher. No, el mandado va a obedecer, como mucho dejando en un suspiro la breve duda entre la ilegalidad, la ambigüedad y la lealtad. Va a obedecer o va a desaparecer, claro. Obedecer simplifica mucho las cosas, por eso no debe parecernos inexplicables ni la Jesi, ni los ERE, ni Sánchez, ni toda nuestra política, decadente desde hace muchos años.
La Jesi en ADIF podía ser tan útil o inútil como Óscar Puente en el ministerio, pero sobre todo es que, ahora mismo, los dos son inevitables. Igual que los otros, esas gracias barrocas o esas malditas gracias que decía yo antes. Veremos más Jesis y más Pardos de Vera, y más de los otros. Nos los colocarán de vez en cuando igual que esas meninas que aparecen por Madrid, traídas como por el viento que sopla sus miriñaques o polisones, a lo Mary Poppins. No por la Jesi ni por Pardo de Vera, sino por lo que hizo posibles a la Jesi y a Pardo de Vera, se nos empezaron a caer los trenes y sus cables, que se caen como tendederos de la vecina. O se nos empezó a caer todo el Estado, que se nos cae como lagrimones. En realidad, para colocar a la Jesi hicieron falta los planos de toda la España sanchista como los planos de la Estrella de la Muerte.
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