Lo vivido esta semana con la decisión de la jueza de Badajoz, Beatriz Biedma, de sentar en el banquillo por prevaricación y tráfico de influencias a David Sánchez -hermano del presidente del gobierno- y al presidente de la Diputación de Badajoz, Miguel Ángel Gallardo, no tiene precedentes. No sólo porque es la primera vez que un familiar tan cercano a un presidente del Gobierno resulta imputado por graves delitos, sino por el vodevil protagonizado por el mencionado líder del PSOE extremeño para conseguir su aforamiento.

Ni Pedro Almodóvar hubiera alcanzado a imaginar tal cantidad de tropelías, más propias del ingenio de José Luis Cuerda en Amanece, que no es poco.

Según el auto de la juez, la Diputación de Badajoz creó un cargo ad hoc para que lo ocupara el hermano del presidente, puesto que luego adaptó graciosamente a sus necesidades, permitiéndole incluso la contratación de un amigo que, casualmente, trabajaba en el Palacio de la Moncloa.

Gallardo, dice su currículum, es diplomado en Educación Social por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), pero su vida profesional ha estado ligada a la política, aunque tuvo una experiencia como operario en la empresa Inpralsa, fabricante de salsas, entre 1999 y 2003. Desde entonces, ahora tiene 51 años, ha disfrutado de un sueldo público. Es, como ven, un producto típico de la profesionalización de la política. Alguien que no hubiera pasado de ser un empleado de medio pelo en una empresa privada, pero que ha tenido la habilidad de llegar a lo más alto de la estructura de su partido en su comunidad autónoma.

No tiene Gallardo buena prensa en Ferraz, aunque ahora la cúpula del PSOE haya decidido cerrar filas y no decir abiertamente lo que se piensa de él. En sus intervenciones públicas no descolla precisamente por su brillantez. A su lado, sus antecesores, Rodríguez Ibarra o Fernández Vara parecen gigantes de la oratoria y eminencias por su sabiduría, una mezcla entre Einstein y Demóstenes.

Pero es verdad que se puede ser un buen político sin ser un genio. Basta con tener principios. Y es ahí donde también anda más escaso Gallardo.

En resumen, aunque en enero de este año, había mantenido públicamente que él no pasaría a la Asamblea de Extremadura hasta que no concluyera el caso del hermano del presidente, para que no se dijera que su finalidad era espuria, ha cambiado repentinamente de opinión y ha desencadenado un movimiento telúrico en su partido para lograr el aforamiento. Ha sido una auténtica carrera para adelantarse al auto de la juez. Si hubiera llegado tarde, después de emitido el auto, su maniobra hubiera sido en vano.

La protección de Miguel Ángel Gallardo por parte del PSOE sólo tiene una explicación: el origen de su procesamiento es haber hecho un favor al hermano del presidente

Pero no era fácil, no. Ya que para ser diputado autonómico tenía que pasar del puesto 23 de la lista al 18. Se puso manos a la obra. Convenció a su jefa de gabinete, Maricruz Rodríguez, miembro de la Asamblea, para que renunciara a su cargo. Después hizo lo propio con otros cuatro candidatos que estaban en la lista antes que él. Total, cinco movimientos. A Rodríguez le prometió, para compensarla, nombrarla subdelegada del Gobierno en Extremadura. Pero ¡oh sorpresa!, el socialista que ocupa el cargo de Delegado del Gobierno, José Luis Quintana -ex alcalde de Don Benito- se negó al trueque, ya que la subdelegada, Maribel Cortés, es persona de su confianza. La maniobra se frustró, aunque ya veremos donde acaba Rodríguez, sacrificada por su jefe para una operación tan rocambolesca como chapucera.

El caso es que Gallardo ya tiene su acta. Aunque es dudoso que goce de la protección que le proporcionaría el aforamiento, ya que, formalmente, no se adquiere la condición de diputado hasta que no se promete o jura el acatamiento a la Constitución, cosa que no se producirá hasta la semana próxima.

El lío es morrocotudo, porque, si se da por buena su condición de diputado -este asunto termina en el Supremo, ya verán-, la causa pasaría al Tribunal Superior de Justicia de Extremadura. En caso contrario, la causa se quedaría en la Audiencia de Badajoz.

¿Qué ha conseguido Gallardo con su maniobra, que es a todas luces un fraude de ley? Retrasar el comienzo del juicio oral. Probablemente durante meses, tal vez años. Mientras tanto, ni él, ni el hermano del presidente podrán ser juzgados y, por tanto, declarados inocentes o culpables de esos graves delitos de corrupción.

Lo normal en un partido democrático hubiera sido la expulsión de un militante capaz de tales estropicios, que han dejado la ya deteriorada imagen del PSOE a la altura del betún. Pero no. Según publicaba el viernes Juanma Romero en El Independiente, el código ético del Partido Socialista fue modificado en el Congreso de Sevilla (diciembre 2024) mediante una disposición adicional que permite a los militantes procesados conservar sus cargos orgánicos si se considera que se trata de un sumario con fines políticos. El objetivo, dicen en Ferraz, es "evitar cacerías". Añade otra fuente: "No se quiere dar potestad a los jueces de dirigir esta organización".

La aplicación de esta adenda al Código Ético del PSOE -implantado por el mismísimo Pedro Sánchez en 2014- implica no sólo que se considera que las acusaciones tienen un fin político, sino que la juez comparte esa finalidad. En buena lógica, el PSOE debería querellarse contra Biedma por prevaricación. Pero no lo hará.

Lo que se ha producido en el PSOE desde que Sánchez sacó adelante la moción de censura en 2018 es un retroceso democrático del que le será difícil que se recomponga. De la eliminación de los aforamientos se ha pasado al aforamiento como arma legítima de defensa. De la expulsión de los militantes que no dejaban su cargos si eran procesados, se ha pasado a la protección de los mismos y al cierre de filas.

Hay, de todas formas, una diferencia de trato evidente entre lo que le ocurrió a José Luis Ábalos, al que se le reclamó el acta de diputado incluso sin estar imputado, y lo que se ha hecho con Gallardo, al que se le ha protegido a pesar de su comportamiento caciquil. No le den muchas vueltas. La clave está en que el favor de Gallardo no fue a un ciudadano cualquiera, sino al hermano del presidente. Y la familia está por encima de todo. Esa es la línea de actuación por la que se guía Pedro Sánchez.

Un partido, sea de izquierdas o de derechas, progresista o conservador, debe dar ejemplo. Ser un referente ético para la sociedad. Ser valiente a la hora de asumir sus responsabilidades. Valentía, una de las características del adjetivo "gallardo". Pero, en este PSOE lo único que queda de gallardo es el apellido del procesado por corrupción que sigue siendo su máximo responsable en Extremadura.