Firmó Marta Nebot un artículo el pasado sábado que comienza con una frase que podría figurar como epitafio en la tumba de Cristina Fernández Kirchner, de Daniel Ortega o de Bettino Craxi: "La izquierda tiene estándares morales superiores". Lo difundió en el diario Público, el cual fundó Jaume Roures hace casi 20 años. Lo cerró en 2012 tras despedir a la mayoría de su plantilla -decenas de trabajadores tuvieron que cobrar en el FOGASA- y posteriormente recompró la cabecera con un socio a través de la sociedad Display Connectors S.L.
La gloriosa entradilla de Nebot es seguida por una serie de afirmaciones que la respaldan y que vienen a contar que la derecha no trinca con el mismo objetivo que sus homólogos progresistas, dado que lo hace desde una posición menos razonable, más individualista. Ni Robin Hood, ni leches. Y añade: "No es lo mismo robar cuando se cree en el 'sálvese quien pueda', que hacerlo cuando se defiende la justicia social para todos".
La filípica relata a continuación una historia aparentemente conmovedora que versa sobre el padre octogenario de un amigo de Nebot, que al parecer pasó un día horrible tras conocer el informe de la UCO sobre Santos Cerdán y demás trompetistas de Ferraz. "Este señor tuvo 'un día de mierda' y no creo que el viernes ni el sábado hayan sido mucho mejores, me daba a entender su hijo. No me lo dijo, pero creo que teme que la pena por esta porquería se lo lleve por delante", expresa.
A continuación, plantea un dilema, relacionado con lo que podría convenir más en este momento, si convocar elecciones y realizar una limpia en el PSOE; o si mantener al Gobierno, al que la autora prácticamente considera como el único capaz de comportarse de forma responsable y justa. El estilo del texto es un tanto acelerado y aturullado, así que hay razonamientos que, sinceramente, no logro entender muy bien ("La realidad suele tener algo de sucia. La pureza es pura entelequia. La realidad mancha. El teatro siempre es más feo que las musas").
Un razonamiento que roza la idiocia
Pero la esencia del artículo está clara y define a la perfección el pensamiento socialista español contemporáneo, que pasa por otorgar la legitimidad plena a los suyos; y por adornar con los peores defectos a los contrarios por el mero hecho de estar en contra de su proyecto para el país. La persona de izquierdas -moralmente superior, por definición-, incurre en deslices o en "contradicciones" cuando se entrega a algún pecado capital. La de derechas ya se presupone que tiene menos reticencias a corromperse. Repitamos: "No es lo mismo creer en el bien individual liberal, que en el bien colectivo. No es lo mismo robar cuando se cree en el sálvese quien pueda, que hacerlo cuando se defiende la justicia social para todos".
La disolución del individuo en favor de lo colectivo permite razonamientos extraordinarios. Se ha podido apreciar en múltiples situaciones en los últimos tiempos. Una que ha sido paradigmática se registró durante la batalla conta la prensa que emprendió Pedro Sánchez en 2024. Se presuponía que los periodistas de izquierdas podían ser inexactos o incluso equivocarse, pero siempre dentro de su empeño infatigable por la verdad y la justicia. En cambio, al redactor de corte conservador se le negaba el derecho a errar. De entrada, se le asignaba el prefijo 'pseudo-' y se presuponía que participaba en una comandita "golpista" contra el Gobierno. También se le atribuía cierta malicia que convertía sus deslices en una especie de mentiras intencionadas. El discurso gubernamental al respecto fue tan frentista que dividió el periodismo en dos franjas, en las que las virtudes y los defectos individuales dejaron de tener relevancia, dado que lo importante -lo que daba la legitimidad y la superioridad moral- era la posición editorial de cada medio, bien fuera buena (sanchista) o negativa (el resto).
El razonamiento es exactamente el mismo al que desplegó Pedro Sánchez en su pintoresca rueda de prensa del pasado lunes, que, a la vez, es el que defiende Nebot. Hubo un momento en el que el caimán monclovita, acorralado, aturdido y abrumado, reivindicó la importancia de permanecer en el Ejecutivo porque, gracias a eso, hay millones de españoles que llegan a final de mes. En resumidas cuentas: avisó a esos ciudadanos de que su dimisión podría dejarles sin ingresos, lo que equivale, no sólo a arrogarse con la legitimidad y la superioridad moral a la que nos referíamos, sino a ponerse en la posición de pagador de nóminas, mantenedor y 'padre' de los desvalidos.
Caciques con millones de aplausos
Habría que explicar a los que todavía están convencidos que este discurso es un engañabobos, dado que las sociedades prósperas no las generan los gobiernos que reparten ingresos mínimos vitales, sino los que promueven las condiciones necesarias para que los ciudadanos se puedan ganar la vida sin necesidad de destinar una parte excesiva de su recaudación a las Administraciones que cada vez prometen más y más pagas para los cada vez más y más pobres que genera esa forma de gobernar, que es bastante más invasiva en lo moral que la ultraconservadora, también execrable.
Un buen presidente no es quien promete descuentos para celíacos o ayudas económicas para quien necesite gafas, sino quien garantiza que las relaciones económicas entre los individuos -lo individual como garante de la prosperidad colectiva, y no al revés- se sucedan de forma limpia y fluida. Que se cumplan los contratos y se sancione a quien no lo haga; y que los impuestos se destinen a generar economías y servicios públicos sólidos; y no a sostener redes clientelares.
Lo que sucede en esas ocasiones es que la política pierde importancia en la vida diaria de los ciudadanos y, por tanto, hay menos margen para que un advenedizo o un oportunista con maneras de tirano se sitúe en el centro de la vida económica y social de un país, como ha hecho el protagonista de la rueda de prensa del pasado lunes, quien, azotado por corruptelas que evidentemente conoce y que, como poco, consintió, ha decidido resistir y atacar antes que dimitir. Porque su sentido no es garantizar la prosperidad de nadie, pese a que las Nebot y demás contertulias bien-pagadas así lo crean. Su único objetivo es el poder. El trono. La poltrona. Hay que ser bastante corto o gozar de un sueldo demasiado alto -procedente de lo público- para considerar que esa opción es moralmente superior. ¿Cuántos hay así? ¿Y cuántos de esos adoptan todavía, pese a las evidencias, el papel de catequista y aleccionador?
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3 Comentarios
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hace 5 segundos
donde situamos a The Times??
ya ha sido corrompido por la oscura nebulosa de la fachoesfera que se extiende irremediablemente allende de los mares?
hace 55 minutos
E frentismo promociona a los imbéciles .
Succiona la inteligencia.
Es un clima tóxico en el que los mediocres se reproducen y proliferan. Y el hedor que despiden es irrespirable. En ambos lados.
hace 9 horas
Hace años íbamos al cura para que borrara nuestros pecados.
Ahora basta con hacerse el carnet del PSOe.