Rodeado de discreción diplomática, Israel y Siria avanzan en unas negociaciones que, de prosperar, podrían ser históricas. Los contactos se producen en silencio, lejos de los focos, pero con un grado de contacto bilateral inédito desde la fallida ronda de paz de 2008. Lo que está en juego no es solo la seguridad en la frontera común, sino un nuevo papel regional de Siria en un Oriente Próximo con Irán obligado a recomponerse y la consolidación del nuevo orden surgido tras la caída del régimen de Bashar al Asad el pasado diciembre.

“El acuerdo parece posible, en particular, tras la decisión de la administración Trump de revocar la designación de Hayat Tahrir al Sham y Jabhat al Nusra como organizaciones terroristas. La medida de EEUU podría muy bien formar parte del acuerdo, probablemente incluso ser inherente al mismo”, señala a El Independiente Kawa Hassan, experto en Oriente Próximo y norte de África del centro de análisis Stimson.

El movimiento del republicano ha alimentado las especulaciones. Las conversaciones, confirmadas por medios como el diario israelí Haaretz y Reuters, arrancaron en junio y se desarrollan a nivel técnico y militar. Según las fuentes, las delegaciones han mantenido reuniones diarias centradas en evitar incidentes en la frontera suroeste, especialmente en el eje Quneitra-Golán. También se discute una eventual retirada limitada de Israel de zonas civiles ocupadas desde diciembre de 2024, siempre bajo garantías de seguridad verificables y con acompañamiento internacional.

El ministro israelí de Asuntos Exteriores, Gideon Saar, ha establecido los límites: Israel está abierto a la normalización diplomática, incluso con Siria y Líbano, pero “el Golán seguirá formando parte del Estado de Israel”. La línea roja es nítida. La cesión del enclave estratégico, ocupado ilegalmente en 1967 y anexionado por Israel en 1981, no entra en los planes del Gobierno israelí, que además ha contado con el reconocimiento de soberanía otorgado por Trump durante su anterior mandato.

El presidente interino de Siria Ahmed al Sharaa junto al enviado especial de EEUU para Siria, Thomas Barrack, el 9 de julio en Damasco. | EP

La presión de Trump

La reactivación del canal sirio-israelí no puede entenderse sin la figura del presidente estadounidense. En su intento por reposicionarse como el artífice de una paz duradera en Oriente Medio, y tras haber cosechado escasos avances en Ucrania o en los Acuerdos de Abraham con Arabia Saudí, Trump ha decidido capitalizar los movimientos en Siria. La retirada de sanciones, el reconocimiento tácito del nuevo Gobierno de transición en Damasco y la desclasificación de grupos como Hayat Tahrir al Sham como “organizaciones terroristas” forman parte de este paquete.

La paz con Israel no se puede estar buscando a costa de la justicia dentro de Siria

Hassan advierte que esta revocación tiene implicaciones profundas. “Trump estaría dispuesto a levantar esa designación. A cambio, Ahmed al Sharaa debería llegar a un acuerdo con el Gobierno israelí”, explica. “Esto facilita enormemente el diálogo, pero no resuelve el problema estructural: que la paz con Israel se esté buscando a costa de la justicia dentro de Siria”. “En estos momentos vemos muchos esfuerzos por parte de Estados Unidos para la normalización entre Siria e Israel, lo cual no me parece mal. Es bueno para la estabilidad regional. Pero lo que más se necesita son esfuerzos internacionales y regionales para apoyar la normalización entre el Estado y la sociedad dentro de Siria”, reclama.

El experto denuncia que Occidente —incluida Europa— está fallando en presionar a Ahmad a Sharaa para que ponga en marcha un verdadero proceso inclusivo. “Lo que me preocupa es que no hay ninguna atención ni voluntad para invertir en esa normalización interna. Estados Unidos solo está interesado en la relación Siria-Israel”, lamenta.

El presidente de Emiratos Árabes Unidos, el shej Mohamed bin Zayed Al Nahyan con el presidente siria Ahmed al Sharaa en Abu Dabi a principios de julio de 2025. | Efe

Un proceso de distensión, no de paz

Lejos del triunfalismo, otros expertos piden leer los acontecimientos con cautela. Muhsen AlMustafa, investigador del centro Omran de estudios estratégicos, aclara que “no estamos ante una negociación de paz en el sentido tradicional, sino ante una desactivación de tensiones en materia de seguridad”. A su juicio, el diálogo busca “reafirmar y ampliar el marco del Acuerdo de Separación de 1974”, con medidas como nuevas zonas desmilitarizadas y mecanismos de vigilancia conjunta.

AlMustafa también destaca el papel de EEUU como “mediador pragmático”. Washington estaría utilizando el levantamiento de sanciones como moneda de cambio, con el objetivo de “aislar la presencia iraní en el sur de Siria y acercar gradualmente a Damasco a una posición neutral o no hostil respecto a Israel”. No obstante, subraya que sus expectativas deben ser “cautelosas”.

No estamos ante una negociación de paz en el sentido tradicional, sino ante una desactivación de tensiones en materia de seguridad

“Las negociaciones actuales entre Israel y Siria se entienden mejor como parte de un esfuerzo más amplio liderado por EEUU para estabilizar la región mediante una desescalada gradual en lugar de una normalización rápida. Si bien existe un impulso, especialmente por parte estadounidense, para enmarcar estas conversaciones como un camino hacia la normalización, los resultados prácticos siguen siendo más moderados”, advierte.

Los Altos del Golán, el obstáculo

La soberanía sobre los Altos del Golán constituye el principal obstáculo que podría hacer descarrilar las conversaciones en curso. “La cuestión de los Altos del Golán sigue siendo una barrera estructural. Si bien el actual liderazgo sirio puede estar abierto a congelar las reivindicaciones o dejar de lado la cuestión a corto plazo, cualquier reconocimiento formal de la soberanía israelí sobre el Golán es políticamente tóxico en Damasco, incluso bajo un gobierno de transición. Además, la dinámica interna de Israel, en particular con una coalición de derecha recelosa de cualquier compromiso territorial, también limita el margen de maniobra”, arguye AlMustafa.

“No espero que Siria proceda a la normalización de forma unilateral o aislada. Es probable que Damasco siga alineado con la posición árabe general, especialmente la de Arabia Saudí y Qatar. Cualquier movimiento hacia la normalización se producirá como parte de un consenso colectivo, no como un avance bilateral”. Y estaría sujeto a la creación del Estado Palestino, su reconocimiento por parte de Israel y las bases para una coexistencia sobre el terreno.

El coste interno y división en Siria

La dimensión más ignorada del proceso es la que se juega dentro de Siria. Para Hassan, el problema central es que este acuerdo puede apuntar a un nuevo régimen sin reformas ni apertura. “Siria está atravesando un proceso de transición política muy frágil”, recuerda. “Y los informes sobre violaciones de derechos humanos son muy, muy preocupantes”.

El Gobierno sirio quiere de Israel en este momento es que se calme y no lo avergüence

Entre los colectivos afectados, Hasan menciona expresamente a “alauíes, cristianos, drusos, kurdos y suníes no islamistas” que se oponen al nuevo Gobierno. “Estamos recibiendo informes regulares sobre violaciones graves por parte de personas cercanas al Gobierno o que forman parte del propio aparato estatal. Y este acuerdo puede envalentonarlos aún más”, teme.

En Damasco no existe consenso y es otra de las claves. Según el diario Al Ajbar, el entorno de Al Sharaa se halla dividido. Algunas facciones temen que una normalización con Israel suponga una pérdida de apoyos regionales clave como Turquía. La propuesta siria a Washington incluiría una retirada israelí de territorios ocupados desde diciembre a cambio de un cese formal de hostilidades, pero no un reconocimiento diplomático pleno. Un diplomático árabe citado por Haaretz asegura que “todo lo que el Gobierno sirio quiere de Israel en este momento es que se calme y no lo avergüence”.

Familiares y amigos asisten al entierro de los asesinados en un ataque suicida contra cristianos en la Iglesias Mar Elias de Damasco. | EP

¿Un momento histórico?

Aun con todas las cautelas, la relevancia del momento no se puede subestimar. Las conversaciones entre Siria e Israel representan el mayor acercamiento bilateral en más de una década. Si prosperan, podrían sentar las bases para una distensión sostenida, reducir la probabilidad de escaladas militares y abrir la puerta a futuras iniciativas diplomáticas más ambiciosas.

Pero también arrastran el riesgo de consolidar una paz autoritaria, impuesta a cambio de silenciar las cuitas internas. “Un acuerdo apresurado, con fines propagandísticos, podría envalentonar al Gobierno sirio y hundir cualquier posibilidad de una transición democrática”, concluye Hassan.