El momento cumbre de la entrevista que han mantenido Pepa Bueno y Pedro Sánchez este primer lunes de septiembre se ha producido cuando ella le ha mostrado un vídeo de hace siete años en el que, como líder de la oposición, exigía a Mariano Rajoy que se sometiera a una moción de confianza en caso de no aglutinar la mayoría necesaria para aprobar unos nuevos Presupuestos. Entonces, 'el hombre' presentaba mandíbula robusta, carrillos llenos, mirada más sana y mechón blanco ilustrado, incluso ilustradísimo.

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Convengamos en que ahora es otro. Ser presidente desgasta, máxime cuando alguien se empeña en hacerlo a su manera, es decir, a través de equilibrios parlamentarios imposibles y de un desafío a los contrapoderes que ha deparado episodios propios de país productor de bananas. Esa agitación demacra, dado que es un concepto antónimo al de tranquilidad... y al de cordura. Quizás por eso ahora Sánchez luce desgastado, como quien no soporta más tensión y la somatiza. Está inseguro, poco convincente, parpadea a toda velocidad y por momentos parece que se va a convertir en la versión metálica de Terminator, sin músculos ni tendones, pero con la mirada encendida.

Nunca ha sido un estadista -pese a lo que sostenía la propaganda-, pero ahora es una pura contradicción. Un dislate continuo. Es alguien que repite pensamientos circulares. Mal asunto. Mal síntoma, sobre todo cuando los utiliza para defenderse de acusaciones legítimas, como las que señalan sus burdas contradicciones. Porque mientras en 2018 pedía elecciones si no había Presupuestos, ahora defiende la idoneidad de ejercer el Gobierno pese a no tenerlos; porque las cuentas no son más importantes que garantizar el crecimiento económico y la prosperidad. Dimitir en esas circunstancias y disolver las Cámaras sería paralizar el país. Qué molesta es a veces esta dichosa democracia. Si no hay Presupuestos, seamos Bartebly hasta que nos echen.

A Pepa, claro está

Llevaba Sánchez 400 días sin conceder una entrevista y ha llovido mucho desde entonces. Hace un año, Pepa Bueno era la directora de El País y José Miguel Contreras, el guardián de las esencias editoriales de los medios de Prisa. Sucede que Moncloa avivó una rebelión en esa empresa privada para presionar a sus accionistas, a los que quería obligar a pagar un nuevo canal de televisión, que iba a ser afín.

Como el dueño del 30% de las acciones, Joseph Oughourlian, se negó en rotundo, le montaron una guerra, lo que derivó en el despido fulminante de Contreras y en diferido de Bueno, que casualmente ha recalado en La 1; y a la que ha concedido su primera entrevista en más de un año en el día de su regreso a RTVE. A una casa que Sánchez prometió despolitizar en 2017, en una charla que mantuvo con María Casado. Digamos que es otro asunto sobre el que ha cambiado de opinión. De hecho, Sánchez ha aparecido en prime time; casi en coincidencia con El Hormiguero, el programa que le genera malestar por ofrecer una tertulia política, con Tamara Falcó, una vez a la semana.

Es falso que Bueno haya hecho un masaje a Sánchez, pero la satisfacción de tantos con la entrevista resulta sorprendente. Hubiera sido muy interesante escuchar la opinión de Sánchez sobre los debates surgidos en Francia y en Alemania con respecto a cómo demonios se va a pagar en el futuro el Estado del bienestar si las economías europeas cada vez son menos prósperas, pero se ven obligadas a pagar más pensiones, fruto de las obligaciones contraídas con los baby boomers.

Preguntas que no se han hecho

Podría haber abundado en su acercamiento a China, en la política con Marruecos, en los trenes, en la forma en la que fulminó a Álvarez-Pallete, en la forma en la que se utilizaron empresas de la SEPI para colocar a las putas; o en la forma en la que su discurso feminista se cae ante las informaciones que demuestran cuál fue el negocio de su suegro.

Le podía haber preguntado, qué se yo, por Leire Díez, por Víctor de Aldama... o, en otro orden de cosas, por la política fiscal, por la precariedad laboral o por la crisis de deuda que se aprecia en el horizonte. Es cierto que han hablado de la vivienda o de la corrupción. Pero estaremos quizás de acuerdo en que queda ridículo que lo más llamativo de esta parte haya sido su defensa a ultranza de la inocencia de su mujer, de su hermano y del fiscal -está en su derecho-, en paralelo a su crítica irresponsable e implacable a los jueces que no aplican la justicia, a los ultraderechistas que presentan denuncias o a los periodistas que publican falsedades. ¿Y qué es falso? Todo lo que me afecta a mí, faltaría más. Eso... ya nos lo había contado.

También nos había dicho que propondrá un gran pacto contra el cambio climático a la oposición parlamentaria, que estará basado, por supuesto, en la evidencia científica. Han dedicado 10 minutos a este bloque -con el que sorprendentemente ha empezado la charla-, pero a Bueno no se le ha ocurrido preguntarle acerca de su legitimidad para proponer medidas sustentadas por la ciencia cuando, el 30 de junio de 2020, cuatro meses antes de que Pfizer patentara su primera vacuna contra la covid-19, anunció que los españoles habían vencido al virus. ¿Por qué lo hizo? Por interés político. Porque tocaba dar la bienvenida a los turistas para intentar aminorar el agujero económico.

Excusas para figurar

¿Y si ahora no pretendiera prevenir los incendios, sino buscar una excusa para mantenerse en el poder, al igual, por cierto, que hace en el terreno internacional, para camuflar su irrelevancia, intentando venderse como el líder de la oposición contra Trump?

Ésa era la pregunta. La entrevistadora no se la ha planteado. Sí que han abordado -ay, ay, ay- la cuestión de "la polarización asimétrica" y de los insultos que recibe, los cuales afirma que soporta "con mucha paciencia". El Gobierno no insulta. Sólo lo hace la oposición. La derecha y la ultraderecha, dice, al igual que Javier Ruiz, que tampoco debe leer el Twitter de Óscar Puente.

Digamos que, en su versión reducida, en todos los sentidos, hay algo que no ha mermado en este presidente: es la capacidad para desafiar a la memoria de quien le escucha. Y a la inteligencia, claro está.

Por cierto, mención especial merece el primer telediario de Pepa Bueno. Se ha hablado del peligro del negacionismo y de los bulos -nunca del Gobierno-, de los casos de corrupción por juzgar -citando a Cerdán después que a Pujol y a los golfos de Gürtel- y de Pedro Almodóvar, a quien han entrevistado. Por si eso fuera poco, la cosa ha terminado con una crónica tierna de Carlos del Amor. No, hombre, no.

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