La lechuga es uno de los ingredientes más frecuentes en nuestra cocina cotidiana; proporciona frescura, textura y ligereza a un plato, desde ensaladas completas hasta acompañamientos rápidos. Sin embargo, presenta un inconveniente, se deteriora con facilidad, muchas veces solo usamos pequeñas cantidades y el resto acaba marchita en pocos días, por lo cual es necesario eliminar parte del producto, lo que implica también desperdiciar la inversión económica. Con un método de preparación fácil, se podrá prolongar la vida de la lechuga en la nevera, conservándola fresca y manejable, como si acabásemos de comprarla, y así poder disfrutarla en el momento que queramos.

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El secreto para conservar la lechuga

La razón por la cual la lechuga pierde calidad es por la humedad que se acumula. Cuando permanece demasiado tiempo en una situación húmeda, las hojas se ablandan y pierden su firmeza, de manera que adquiere un color marrón y pierde su atractivo. Por eso, controlar ese elemento desde el primer momento es fundamental para que no se estropee antes de tiempo.

La preparación de las hojas

Para la conservación, lo primero que debemos hacer es lavar las hojas en agua fría y despegar de ellas el tronco. Realizar una limpieza en profundidad elimina los restos de tierra o pequeñas impurezas. Este último paso no solo supone una mejora para la higiene de la comida que se va a consumir, sino que también deja la lechuga lista para que pueda utilizarse en cualquier momento.

Conservar la lechuga de manera correcta

Secar antes de guardar

Una vez limpias conviene secar las hojas a fondo ya que la humedad residual es el principio del deterioro; para eliminar el exceso de agua, se puede usar una centrifugadora de lechuga, o papel de cocina, ya que asegurarse de que las hojas queden totalmente secas resulta determinante para garantizar que se mantengan firmes y sabrosas durante más tiempo.

Recipiente de cristal

El siguiente paso es colocar las hojas dentro de un recipiente hermético de cristal, y en la parte inferior de dicho recipiente poner un trozo de papel de cocina que va a hacer de absorbente; se introducen las hojas bien distribuidas y se añade otra capa de papel por encima antes de cerrar, creando así un ambiente seco y controlado, ideal para alargar la frescura y evitar pérdidas de calidad.

La lechuga siempre fresca

El truco no se acaba con el recipiente: también hay que revisar cada cierto tiempo el estado de las capas de papel absorbente que están acompañando las hojas. Cuando llegue a estar demasiado húmedo, solo es cuestión de cambiarlo por otro nuevo, con lo que la lechuga se mantendrá crujiente y no empezará a pudrirse como sucedería de otra manera, incluso en ambientes de mayor humedad.

Alargar su uso en la cocina

Con este método se gana margen para aprovechar al máximo cada hoja. La lechuga puede aguantar en buen estado unos días más que con los métodos de conservación convencionales. Con lo que no solo se reduce el desperdicio alimentario, sino que también se disfruta de un producto siempre fresco que se puede utilizar en ensaladas, en bocadillos, wraps, guarniciones y platos improvisados que mantengan un toque verde y ligero.

Este sencillo truco cambia la forma en la que se conserva la lechuga en casa: mantener la humedad controlada y tener un recipiente adecuado para ello marca la diferencia. Con muy pocos minutos de preparación se puede alargar su frescura y disfrutar del sabor de la lechuga de forma tranquila sabiendo que vamos a poder conservarla sana y con todos sus nutrientes en la nevera durante mucho más tiempo de lo habitual.

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