A principios de 2024 Vox culminó un proceso interno de cambios, tanto estructurales como estratégicos. Aunque ya venía siendo uno de sus rasgos de identidad, la inmigración empezó a ser el principal elemento discursivo de los de Santiago Abascal para la campaña de las gallegas, vascas y catalanas del último ciclo de comicios. En estas últimas asomaba ya Aliança Catalana (AC) con dos escaños en el Parlament tras asentarse en varias localidades de interior.
La inmigración para Vox empezó a ser un todo sobre el que tejer otros subtemas. Siempre con una mirada europea a sus socios adelantados. A la Francia de Marine Le Pen, en la que une inmigración procedente de países árabes a un problema de libertad de la mujer y colectivos como el LGTBI, a los Países Bajos de Geert Wilders, donde vincula inseguridad a ese mismo asunto, o a la Hungría de Viktor Orbán, defensor del cristianismo, las tradiciones y la homogeneidad cultural y racial. AC es mucho más laxa respecto al aborto o los derechos sexuales que toda esta corriente pese a admirar a algunas formaciones como AfD o a Giorgia Meloni. Tampoco rechaza cuestiones climáticas.
Vox, además de esos ejes, viene vinculando la "inmigración masiva" con la precarización del Estado del bienestar para intentar rascar voto desde sectores de la izquierda. Habla de vivienda, del colapso del transporte público, de la calidad de la sanidad y la educación públicas, o del acceso a ayudas frente a una izquierda que no ha sabido abordar la cuestión en profundidad para combatirlos.
Tras un desgaste por el debate arancelario con EEUU, Vox empezó a crecer en las encuestas, entre otros, por su escoramiento hacia ese social-patriotismo -primando a los nacionales, con un exacerbado chovinismo- y el empleo de conceptos de corte supremacista como el de 'remigración' -expulsión de descendientes de migrantes, de segunda o tercera generación con nacionalidad española, a los lugares de procedencia de sus antecesores-. También por apelar a deportaciones masivas abiertamente.
La mayoría de sondeos de septiembre ya apuntan a que podría romper su techo sin que el endurecimiento del discurso del PP en inmigración le pase factura: pasar de un 15,09% de las generales de noviembre de 2019, su mejor resultado, a entre un 17,5 y un 18% del voto. Eso, aproximadamente, les dejaría cerca de los 70 escaños. Miembros del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del partido expresaban esta semana su satisfacción por la última encuesta elaborada por Opinión 360, del consultor Iván Redondo, por la "tendencia" reflejada. Pero Abascal pide prudencia y a seguir trabajando sin desviarse o relajarse. No hay que atender a "las distracciones", dijo en X el jueves.
Cataluña, laboratorio de pruebas de Vox
En este tiempo, si de algo puede presumir Vox es de haber utilizado Cataluña, donde el partido tiene su faceta más radical, como laboratorio de pruebas para ese discurso frente a la inmigración -en el partido recalcan que ilegal, aunque a veces generalizan- que posteriormente Ignacio Garriga, como vicepresidente de Vox, ha implantado en la estrategia nacional. ¿Los motivos de ese éxito? Las altas cotas de inmigración que ha acogido Cataluña en apenas tres décadas: se ha pasado del 3% a finales de los noventa a un 18% en la región. Son 1,4 millones de personas.
Los cambios experimentados durante ese tiempo, especialmente culturales en las ciudades, al tratarse de inmigración mayoritariamente árabe, de Marruecos, han generado descontento en una buena parte de la sociedad y ha alentado debates como el de la inseguridad -por el incremento de la delincuencia en zonas marginales donde las políticas de integración han fracasado- o los problemas en la gestión de recursos. Aunque paradójicamente la natalidad baja hace a Cataluña y a otras regiones dependiente de esas llegadas.
Aliança ha encontrado un terreno electoral favorable, con una alta preocupación por la inmigración respecto a los inicios de Vox
Conforme esas cuestiones han ido despuntando, han prosperado movimientos de extrema derecha españolista como la Plataforma per Catalunya de Josep Anglada. Convergencia y luego Junts han cubierto esa demanda en el espectro independentista. Pero ahora, después del procés, el tema se ha consolidado como arma política. Especialmente entre las opciones radicales y populistas, lo que pone en un brete a PP y Junts.
El independentismo fue carburante para Vox en sus inicios. Desde 2021 la denuncia de la inmigración irregular y la inseguridad en Cataluña le situó en el Parlament con once escaños. Ni si quiera tras las últimas generales, con acuciado desgaste, los de Garriga se han visto afectados en las autonómicas del año pasado. Crecieron unas décimas hasta el 7,96% y se aferraron a esa misma representación. En mayo de 2024, la irrupción de AC no preocupaba al partido. Fuentes nacionales aseguraban que su principal granero de votos estaba entre el independentismo, por lo que no había riesgo de fugas. Se afianzaba esa posición mirando al PP de Alejando Fernández: de tres a 15 escaños sin pasar factura a Vox. "Tenemos públicos diferentes" del PP y de AC, se defendía.
Orriols, musa antiinmigración en Cataluña
El problema es que, ahora, en un periodo de bonanza para los de Abascal, el partido no termina de consolidarse en Cataluña como la gran apuesta antiinmigración como sí puede definirse desde dentro del Congreso de los Diputados o en el resto de parlamentos autonómicos. AC plantea un problema para Vox, y es que aunque la tendencia sigue al alza para ellos, el partido de Orriols en apenas un año ha conseguido desbancarles como primera fuerza de oposición a la inmigración según pronostican los sondeos. Así lo demuestran los tres más recientes: el CEO -CIS catalán-, el de IPSOS para La Vanguardia y el de SigmaDos para El Mundo.
Y si bien el crecimiento de AC depende en gran parte del desplome de Junts, lo que lleva a Carles Puigdemont a marcar más dureza frente a Pedro Sánchez, hay un músculo importante de votantes no independentistas -que puede ser de derechas o de izquierdas- que perfectamente podrían ir a las arcas de Vox por esa preocupación por la inmigración o la islamización pero prefieren votar azul oscuro. Ven a la marca surgida desde el municipalismo en Ripoll como la mejor opción para poner freno a la inmigración. Aunque comparten las mismas preocupaciones: la inseguridad, esa inmigración y las dificultades para el acceso de la vivienda.
El desplome de Junts otorga a Aliança su principal fuente de votos. Los de Puigdemont vienen marcando dureza frente a Sánchez para contener fugas. La reclamación de las competencias en inmigración para la Generalitat es un ejemplo
En concreto, se aprecia un cambio significativo entre el sondeo del CEO, elaborado entre mayo y junio, donde el 17% del votante de AC se declara como 'no independentista', y el Panel de SigmaDos de septiembre, donde lo hacen el 47,7%. Habrá que esperar a ver nuevas publicaciones de las mismas demoscópicas para saber si la tendencia es alcista en comparación de sus respectivas muestras. Lo que sí empieza a apreciarse es que AC da el salto a las grandes urbes como Barcelona más allá de pequeñas poblaciones. Orriols todavía tira más en interior que Vox, sobre todo en Girona y Lleida. En esas provincias supera a Vox por entre uno y tres puntos. La cifra baja a la mitad en prejuicio de la independentista frente a Garriga en Barcelona y Tarragona.
Aunque Orriols se abre paso entre el votante constitucionalista, especialmente entre la abstención -un 30% votaría a AC, un 58% a Vox, según el CEO- su electorado y el de Vox muestran diferencias. Y de momento, no hay una transferencia alta de electores directamente de Garriga a Orriols. Solo el 5% se marcharía en estos momentos, a falta de nuevos sondeos. Son 12.500 de los 248.554 apoyos de Vox. Ipsos, que duplica la intención de voto a AC del CEO, no incluye este detalle. También hay que tener en cuenta que un 7% de los votantes del PP -unos 24.000 de 342.584- irían a AC en lugar de a Vox por la inmigración. Es casi el doble de lo que araña Garriga. Aunque Vox está limitado al margen de las fugas del PP, a los nuevos votantes o a los abstencionistas que se animen a votar.
Según el CEO, el elector voxista catalán va de los 18 a los 54 años, aunque mayoritariamente tiene menos de 35. Se siente más españolista que catalán, o a partes iguales. Orriols, al contrario, atrae a todas las franjas de edad, aunque con especial incidencia en los 18-29 y en los 40-49 años-. Ese votante es más catalanista que español. A los dos les cuesta incidir en la tercera edad. Hay mayor equilibrio en AC en cuanto a voto masculino y femenino, con Vox claramente masculinizado. Las rentas más bajas apoyan a Vox y a AC, aunque los segundos tienen más éxito que el primero entre las rentas altas. Más que el PP y Junts.
Ocho de cada diez electores de Vox se consideran clase trabajadora en Cataluña. Un 66% en el caso de AC, donde hay una mayor auto ubicación como clase media o media-alta. Y, por último, quien apoya a Orriols tiene más formación: un 14% de los votantes de Vox y un 37% de AC tienen estudios universitarios. Prácticamente todos los simpatizantes de AC están movilizados en el caso de abrirse urnas autonómicas según SigmaDos. Un 97% iría seguro a votar.
Rápida consolidación
Orriols ha necesitado cinco años -desde su fundación en 2020- para consolidarse en la escena política catalana. Dos si se tienen en cuenta sus participaciones electorales. De conseguir un tercio del electorado de Ripoll y la alcaldía, pasó de esos poco más de mil votos a cosechar 118.302 (3,78%) en las autonómicas. En comparación, la consolidación de Vox en la región desde su nacimiento a finales de 2013. Orriols nada más plantearse su salto autonómico consiguió representación. Vox no pudo concurrir ni en 2015 ni en 2017. Sí lo hizo en las generales de 2015 y 2016, obteniendo en Cataluña 465 y 198 votos para el Congreso respectivamente. Hay que recalcar que el escenario ha sido más favorable ahora para AC por la polarización o esa preocupación por la inmigración con la que Vox no contó al principio.
En la última encuesta de IPSOS, si bien Vox obtendría más voto que AC, 12,1%-11,9%, los independentistas lo rentabilizarían mejor con 19 escaños, tres más que Vox. Es prácticamente lo que Junts se dejaría por el camino, en esa Cataluña interior. En conjunto, y con esta foto del momento, las propuestas xenófobas supondrían una cuarta parte del nuevo Parlament que se dibuje en Cataluña en la próxima legislatura. Ningún pacto, en todo caso, sería viable. Vox no se entendería con el independentismo, ERC y la CUP no se relacionarían con AC pese a sumar absoluta, y el PSC no podría repetir alianza externa con republicanos y comunes.
Frente a esa incógnita, ya empiezan a vislumbrarse primeros movimientos. PSC, Junts, ERC, Comunes y la CUP crearon esta semana una comisión contra el fascismo, el racismo y los discursos de odio en el Parlament, con el voto contrario de ambas fuerzas y el PP. Esa misma jornada, la cámara realizó un minuto de silencio por Gaza y tanto Vox como AC se desmarcaron y no asistieron. En mayo hubo colaboración entre partidos para pactar enmiendas conjuntas contra el uso del velo islámico en espacios públicos. Aunque la propia Orriols ha rechazado cualquier colaboración directa con los de Abascal en el futuro. En Bambú no preocupa que el fenómeno de AC se extienda hacia el Congreso. Orriols rechaza esa idea, aunque Redondo, en su encuesta, le atribuye un escaño. La confianza de Vox es que AC siga creciendo a costa de Junts y poder entenderse solo en cuestiones sobre inmigración. Por ahora, creen que hay equilibrio entre las marcas por el peso rural de unos y el urbano de los otros.
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