A Trump (igual que a Sánchez, qué cosas) no le importan la guerra ni la paz, la justicia ni la prosperidad, ni siquiera le importan las apariencias, que tiene la Casa Blanca y Estados Unidos entero como si fuera un salón de Saddam Hussein. Yo no sé si Trump sigue queriendo construir esa Gaza que le sugirió la IA, entre casino, puticlub y fiesta de las Kardashian, pero desde luego aquello no se puede quedar como un paisito más, o como un desierto más, o como una paz más, ese baile de niños con palomas y de soldados con enfermeras que no sirve para nada. La paz que sirve, la que le sirve a Trump, se llama negocio e implica que él se va a llevar un beneficio. Además, la Casa Blanca está ahora como un mueble bar de la abuela, a la espera de llenarse de platos con ciervos, dorados de sacristía, mantones regionales y licores de fraile. Algo se tiene que llevar Trump, negocio o cacharrería, una franquicia o un Nobel, que quizá al Pocero Atómico, como a Sánchez, casi le importa más el pavoneo que las chistorras.
A Trump le anunciaron el acuerdo de alto el fuego en Gaza al oído, en una gran mesa como de castillo o de parroquia, y fue como si le anunciaran que el pavo ya se podía servir. A Trump, como a Sánchez, todo le queda doméstico, los grandes negocios y hasta las guerras de siglos de los dioses, que parecen sólo largos partos de la burra antes de vender la burra. Yo creo que si le cae el Nobel de la Paz a Trump será como cuando la abuela colocaba por fin, entre una reproducción de la Giralda y nietas de comunión algo chinescas, ese Corazón de Jesús desmesurado, casi búdico, que todas las abuelas querían tener. O como si Jesús Gil colocara un trofeo de Imperioso sobre el jacuzzi. Ya digo que a los ególatras y a los horteras todo se les queda en algo doméstico, los países parecen jardincillos (se te pueden antojar Groenlandia o Canadá como un invernadero de orquídeas o una piscina desmontable), las economías y las balanzas comerciales se manejan como monederos de la abuela, entre la cicatería y la amenaza, las guerras parecen cólicos nefríticos del vecino y todo parece destinado sólo a comprar cerámica de Talavera, grifería de mármol o cañones de confeti.
Trump querrá hacer algo en Gaza, seguro, porque la paz no es en sí un objetivo para un negocio ni para una casa, que suena a soledad, a nido vacío, a tristeza removida con la cucharilla como el café. El planeta entero es un negocio, con sus guerras de lantánidos, sus países de hidrocarburo y sus mares lunares por tomar, y también un escenario, con sus premios por recoger, sus alfombras por recorrer y sus helicópteros de los que bajar como un papa bajo el vendaval de Dios. Pero la paz en sí no es nada, no es más que la ausencia de conflicto y sin conflicto no hay negocio ni hay marcha. Otra cosa es que la paz sea el equilibrio que ha dejado un negocio beneficioso, usualmente para Trump. Hay paz ahora entre Estados Unidos y Europa precisamente porque hay beneficio para Trump. En el mundo de Trump, si hay paz es que Trump ha ganado algo. Como en el mundo de Sánchez, si hay paz es que Sánchez ha ganado algo. No hay nadie más parecido a Sánchez que Trump, que incluso los dos se lo gastan todo en corbatas y maquillaje, y su botín son sólo paseos, sofás, espejos dorados y listas negras.
La política, la verdad y el mundo entero no son para Trump (igual que para Sánchez, qué cosas) sino posibilidades de negocio o de pavoneo
Es más, el ambicioso se conforma con el negocio, pero el hortera necesita, también o sobre todo, el pavoneo. No es casualidad que Trump y Sánchez se postulen a la vez por el Nobel de la Paz, y por la misma paz o la misma guerra (en el caso de Sánchez, a través de Ángel Víctor Torres y a través de otros palmeros a los que no les ha importado verse ridículos o absurdos como palmeros de Estocolmo). Ya digo que todo es doméstico, para Trump es el ego de ganar el Nobel como ganar un rodeo, no tanto mundial sino nacional, y para Sánchez es el ego geopolítico más el escape geopolítico, que él tiene que irse ya no a Gaza ni a la ONU sino a la estratosfera para escapar de las chistorras, las fontaneras, los paradores y el Peugeot que lo persigue como el tiburón de Spielberg. Trump, en el fondo, ve todo el mundo como un gran espejo con albedo y ve todo su país como una Navidad de Maduro (yo creo que no se lleva bien con Maduro porque también se parecen, con su gusto de taxista de Almodóvar, su patrioterismo como tapadera para el negocio y sus milicias por las calles entre la fumigación y el fascismo). Con Sánchez pasa más o menos lo mismo, aunque le faltan la bomba atómica por un lado y el bigote por otro, y que la fontanera convierta en milicia nuestra policía, nuestra Justicia y nuestra ciudadanía.
Ni a Trump ni a Sánchez les importan la guerra ni la paz, la justicia ni la prosperidad. Ni siquiera les importan las apariencias, que los dos tienen la casa como si fuera un picadero y el país entero como si fuera un rancho orwelliano. No sabemos qué será de Gaza, ni del mundo, ni de España, salvo que mientras manden Trump y Sánchez algo irán ganando con cada guerra y con cada tregua, o sea que algo irán ganando siempre. Tendrían que darle el Nobel a los dos, que la medallita acabara en la Casa Blanca sobre un toro mecánico de oro y también en la Moncloa sobre la cama de agua de Sánchez. Si han visto el biopic sobre Trump (El aprendiz), conocerán sus reglas de oro, los tres consejos que le dio su mefistofélico mentor Roy Cohn: “Ataca, ataca, ataca. No admitas nada y niega todo. No importa lo que suceda, reclama la victoria y nunca aceptes la derrota”. No sabemos qué pasará en Gaza, en Estocolmo, en el mundo ni en España, pero Trump y Sánchez, más que Nobel, deberían compartir colchón y cucharita.
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4 Comentarios
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hace 3 minutos
Lector habitual de sus estupendas crónicas y en especial de sus espléndidas e insólitas comparaciones, Hoy no estoy de acuerdo con su igualación de Trump, muy tipo izquierda caviar, con el enemigo público n 1 de España, el innombrable
hace 31 minutos
Este año hay tres candidatos para el nobel de la paz: netanyahu, trump y Sanchez😂😂😂😂
hace 2 horas
Este artículo mezcla churras con merinas y hace un totum revolutum tremendo… Es intragable.
hace 7 horas
El articulista toma a sus lectores por idiotas.