Durante años la pérdida de peso se asumía casi en exclusiva a la fuerza de voluntad, la disciplina o la constancia de la persona. Hoy en día, la ciencia demuestra que el cuerpo humano cuenta con los mecanismos biológicos que luchan contra la pérdida de grasa.

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Las hormonas, la genética o la propia evolución cumplen con esta labor de la resistencia a mantener el peso a largo plazo, incluso explica porqué tantas personas recuperan los kilos perdidos, incluso después de someterse a dietas estrictas o programas de ejercicio intensivo.

El cuerpo lucha por mantener su peso

El ser humano está biológicamente confeccionado para sobrevivir y, al percibir un desgaste en su consumo energético, hace saltar una serie de defensas biológicas. Aquí se produce un aumento del apetito, un descenso del metabolismo basal, así como una alteración de las hormonas que regulan la saciedad y el hambre, de forma que la grelina (hormona del hambre), aumenta, lo que hace que la leptina y el péptido YY que generan saciedad, bajen. En consecuencia, el organismo “defiende” una serie de umbrales de peso que llevan a la persona a comer más y a gastar menos.

Ralentización metabólica

Si se pierde peso, el cuerpo comienza a quemar las calorías de forma más lenta. Este fenómeno se conoce como "adaptación metabólica" y puede durar varios años, es decir, puede que la persona que ha adelgazado tenga que hacer menos aportes calóricos que otra persona de la misma complexión que nunca ha hecho ningún tipo de dieta. Esta reducción del metabolismo es la razón por la cual el 80% de las personas que adelgazan vuelven a engordar en tres a cinco años.

El peso y la genética

La "teoría del punto de ajuste" sostiene que cada organismo posee un rango de peso predefinido que tiende a conservar como un hecho natural. Este rango vendrá determinado en parte por la constitución genética, así como por determinadas influencias ambientales en la infancia. Así, cuando el cuerpo se aleja de ese punto, el propio organismo provoca respuestas fisiológicas para tratar de retornar a ese punto, volviéndose por tanto, difícil la pérdida de grasa mantenida en el tiempo. Un aspecto que a día de hoy todavía no ha dejado de suscitar debate pero que, para muchos profesionales, resulta esencial para entender por qué unas personas suelen recobrar el peso perdido con una facilidad pasmosa.

Diferentes metabolismos

Las nuevas investigaciones clasifican a los individuos de acuerdo con su patrón metabólico predominante, estableciendo perfiles tales como: "cerebro hambriento", que es el que precisa más calorías para saciarse; "intestino hambriento", que es el que siente hambre antes de terminar la comida; "hambre emocional", que se relaciona más con el manejo del estrés; o "quema lenta", que es el que se caracteriza por tener el metabolismo más bajo. El saber cuál es el tipo de metabolismo que tiene una persona, permite trabajar tratamientos que puedan ser personalizados, y ello con la finalidad de mejorar los resultados a largo plazo.

El peso del estigma y el futuro del tratamiento

El estigma que rodea al peso corporal sigue siendo un obstáculo para tratar la obesidad, ya que muchas personas no van al médico por miedo a ser juzgados, lo que se traduce en diagnósticos tardíos y tratamientos ineficaces. Esto desemboca en sentimientos de culpa y frustración que acaban reforzando un círculo vicioso en el que es verdaderamente difícil controlar el peso.

Nuevos enfoques médicos

Ahora se intenta abordar la obesidad como algo individual de cada personas, con soluciones más eficaces que, a través de dietas restrictivas, una combinación de fármacos con un efecto sobre las señales de hambre que emite el cerebro, la cirugía bariátrica y el apoyo psicológico. Aceptar que la dificultad para perder peso obedece a causas biológicas y no a la moralidad, es el comienzo para una atención de la salud y en la relación con el cuerpo humano.

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