La disminución del consumo de sal se ha convertido en una preocupación para muchas personas que buscan mejorar su estado de bienestar diario. La comida actual contiene elevadas cantidades de sodio, sobre todo productos preparados, y de esta manera aumenta el riesgo de problemas cardiovasculares y renales. Cambiar los hábitos permite controlar ese exceso y transformar la manera en la que se perciben los sabores sin la necesidad de renunciar al placer de cada plato.
Sabores más intensos con menos sal
El paladar responde estupendamente cuando se presenta ante sabores equilibrados y bien elaborados. Los ingredientes ácidos (limón o vinagre) realzan el gusto que pueda tener el conjunto, añaden una sensación de mayor sabor sin necesidad de añadir grandes cantidades de sal. El dorado natural de fuentes proteicas, verduras o frutos secos, también puede ser otro camino a seguir, pues acentúa mucho las sutilezas y hace que el sodio que ya se encuentra presente en el alimento se perciba más sin tener que añadir nada.
Ajusta la sal en el momento adecuado
Utilizar menos cantidad de sal al preparar la receta y añadirlo solamente en el último toque de la superficie al servirla es el mejor resultado. El contacto directo con la lengua aporta mayor percepción del sabor sin necesidad de saturar la receta. Este pequeño gesto, con un efecto tan sencillo, crea un equilibrio más saludable, y a su vez, también más atractivo gastronómicamente.
Alternativas a la sal
La sal potásica actúa como sustitutivo parcial de la sal de mesa y favorece la adaptación del organismo para regular el estado de equilibrio entre sodio y potasio. Los comercios también ofrecen combinaciones equilibradas que casi no afectan el sabor, lo que ayuda a su uso comercial diario. Aceptar su uso en comidas diarias reduce el impacto del sodio que ya presentaban las recetas antiguas.
Hierbas, especias y umami
Si se utilizan hierbas como albahaca, comino o paprika ahumada, se pueden hacer combinaciones aromáticas con más sabor y sin mucha sal. También pueden itulizarse alimentos ricos en umami como son quesos curados o productos de tomate, setas o ingredientes fermentados. Estos recursos llenan de cuerpo tus platos y disminuyen la dependencia del sodio para ir a la profundidad de la comida en cada bocado.
Control para evitar el exceso de sal
Gran parte de la ingesta de sodio no proviene de la sal que utilizamos para sazonar la comida, sino que está presente en otros alimentos como, por ejemplo, los procesados, enlatados, panes, embutidos o sopas que se pueden preparar fácilmente. Todos ellos tienen un alto grado de concentración que, en el día a día, es difícil de percibir. El simple hecho de leer las etiquetas, así como elegir versiones de baja cantidad de sodio lleva a una considerable disminución de la ingesta, así como también enjuagar las conservas de verduras o legumbres antes de consumirlas.
Comer fuera
Los restaurantes y las cadenas de alimentación suelen utilizar condimentos y salsas que contienen una elevada cantidad de sodio. Si se piden por separado y se opta por aliños más ligeros, como por ejemplo el limón o el vinagre, hace que se reduzca la ingesta de sal. La información nutricional disponible en muchos establecimientos te permite optar por aquellas opciones con menor cantidad de sal, y adaptar la elección de tus platos a tus necesidades.
La adquisición de estos patrones y hábitos de conducta altera la relación de uno con el sabor y disminuye el consumo excesivo de sal a diario. No hay que ser estrictos, solo saber que cada pequeña acción cuenta para edificar una costumbre alimentaria más equilibrada que contribuya a la salud a largo plazo.
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