Después de que los reyes Felipe VI y Leticia recibieran frente al Palacio Real al Presidente de la República Federal de Alemania, Frank-Walter Steinmeier, y a la primera dama Elke Büdenbender, llegó el turno de la cena de gala en el mismo Palacio Real. Durante el acto, la reina Letizia no dejó indiferente a nadie con su estilismo, luciendo la tiara guirnalda de Cartier que llevaba siete años sin usar.

PUBLICIDAD

De perlas a esmeraldas: una diadema retocada

La tiara es una pieza de Cartier, casa joyera por excelencia de las cortes reales europeas de comienzos del siglo XX, fue adquirida por la casa real española durante los años veinte del siglo pasado y diseñada para la reina Victoria Eugenia, 'Ena' de Battenberg

Su diseño original de tendencia art decó, forma parte del estilo guirnalda, adaptado al gusto dominante de principios del siglo pasado, con una clara inspiración a motivos egipcios, en línea con las modas de la época gracias al auge del orientalismo y al renovado interés europeo por las civilizaciones antiguas. Realizada en platino con perlas y brillantes, la tiara destaca por su ligereza visual y por una composición elegante y equilibrada dibujando un laurel, emblema de victoria, legitimidad y continuidad dinástica.

La primera gran transformación de la pieza llegó a raíz de un importante legado de la familia real. La reina Victoria Eugenia heredó de su madrina, la emperatriz Eugenia de Francia, un impresionante conjunto de esmeraldas, que inicialmente serían montadas por Ansorena, la joyería centenaria de la Casa Real y, posteriormente, por la casa Cartier. Para armonizar la tiara con este nuevo adorno, se decidió reformarla en profundidad. Se eliminó la perla superior y las perlas restantes fueron sustituidas por esmeraldas, a lo que también se añadió una espiral más al diseño original, alargando la pieza y dándole un aspecto más espectacular.

Esta versión con esmeraldas convirtió la tiara en una joya de gran impacto, plenamente acorde con los gustos del momento y con el rango de su propietaria. Sin embargo, los ruembos de la historia volverían a alterar su destino. Durante el exilio de la familia real, la reina Victoria Eugenia se vio obligada a desprenderse de parte de su joyero, y las esmeraldas fueron finalmente vendidas. La tiara regresó entonces a su configuración original de perlas y diamantes, aunque ya sin recuperar la perla superior, lo que la diferencia claramente de su diseño original.

La favorita de la reina Sofía

A la muerte de la reina, la tiara pasó a manos de su hija, la infanta María Cristina de Borbón y Battenberg. Años más tarde, el rey Juan Carlos I alcanzó un acuerdo con su tía para adquirir la pieza, devolviéndola así al núcleo del joyero real español. Desde ese momento, la tiara iniciaría una nueva etapa pública.

Desde entonces y hasta la abdicación del emérito rey Juan Carlos I, ha sido una de las tiaras más utilizadas por la reina Sofía, quien la lució en numerosas ocasiones oficiales. Su uso frecuente se explica no solo por su elegancia atemporal, sino también por una razón práctica nada menor: se trata de una tiara especialmente cómoda y ligera, algo poco habitual en este tipo de piezas, lo que la convirtió en una de las favoritas de la reina.

Aunque cabe destacar que no fue hasta 1978, año en el que se promulgó la Constitución, cuando empezó a llevarla. Una de las últimas veces fue en 2007 para dos retratos oficiales, uno con el rey Juan Carlos I y otro en solitario en las escaleras del Palacio Real. La tiara, nombrada también como 'la diadema de perlas de la reina Ena', nunca la ha lucido ninguna novia de la Familia Real española, de ahí que no sea, hasta el momento, una diadema nupcial.

Tras la llegada al trono de Felipe VI en 2014, la diadema de un valor económico e histórico desmesurado, ha pasado a manos de Letizia quien la ha lucido únicamente en dos ocasiones, la primera en 2018. Otra miembro de la Casa Real que sorprendió usándola fue la infanta Cristina, en el año 2010 para la boda real de Victoria y Daniel de Suecia en Estocolmo.

PUBLICIDAD