Sánchez no gana para disgustos. La última fuga de agua ha venido de Europa. El revés esta vez se ha producido en uno de los ámbitos en los que su Gobierno siempre ha sacado pecho: la descarbonización de la economía. Pero en realidad, ha sido el despertar de un sueño casi imposible. Así lo se lo venía repitiendo el sector y así lo reflejan los datos. En España el sector de la automoción sigue siendo eminentemente de combustión y la electrificación de la movilidad continúa a un ritmo lento, tecnológicamente rezagado y económicamente poco competitivo. Hablar del futuro de un sector como éste no es hacerlo de un ámbito cualquiera de la economía. Representa el 11% del PIB y da empleo a casi dos millones de personas. Querer acelerar su electrificación para alcanzar al 100% de la descarbonización en la próxima década se antojaba un objetivo irreal y peligroso para la estabilidad de esta industria aún muy ‘fósil’.

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Así lo ha visto la Comisión Europea en el conjunto del continente, pese a la petición de algunos países de no retrasar la electrificación plena. Europa ha desoído la posición de países como España que insistía en que no se debía reconsiderar ni retrasar el objetivo inicialmente marcado: prohibir la venta de vehículos de combustión en 2035. Finalmente se plantea relajar el objetivo e incorporar medidas para que los vehículos de combustión que se podrán seguir vendiendo más allá de 2035 – hasta 2040- pero que lo hagan contaminando menos, siendo más eficientes.

El Gobierno de Pedro Sánchez ya ha reaccionado tildando de “error histórico” la decisión por buscar asegurar la competitividad del sector de la automoción más que los “objetivos climáticos”. El nuevo objetivo plantea que la reducción de las emisiones de CO2 dentro de una década se reduzcan en un 90% y no en un 100% - respecto a los emitidos en 2021- y que además los nuevos vehículos de combustión que se fabriquen sean más eficientes, menos contaminantes.

España es uno de los países que más lejos se encontraba de alcanzar el objetivo de 2035. La presión del Gobierno para romper con la combustión de modo radical dentro de diez años ponía en riesgo el futuro del sector que se había mostrado partidario de la moratoria al veto planteado. Nuestro país continúa siendo un mercado eminentemente de combustión.

Ventas de vehículos de combustión: el 62%

La parte ‘electrica’ de nuestra industria está al alza, es cierto, pero aún lejos de la mayoría de los países de la UE. Un continente que ve cómo la gran amenaza de este mercado viene de China, de su potencial y control del mercado y de su capacidad de desarrollo que le permite fabricar casi el 70% de los coches eléctricos del mundo y hacerlo a precios competitivos e inalcanzables por ahora para otros mercados como el Europeo.

A todo ello se suma que la evolución en el mercado eléctrico que debería dar nuestro país para poner fin a la combustión en 2035 debería ser gigantesca. Actualmente, y después de numerosos planes de apoyo e incentivación, el mercado eléctrico sólo representa el 38% del total de las ventas en España. Del resto, alrededor de un 40% de las ventas continúan siendo vehículos de gasolina y un 21% diésel. El Gobierno Sánchez ha dado recientemente un nuevo paso para acelerar este proceso que se le está atragantando entre los consumidores españoles.

El ‘Plan Auto 2030’ presentado hace apenas diez días busca dar un nuevo empujón con nuevas ayudas a la compra eléctrica -400 millones de euros- y a la instalación de puntos de recarga. Y lo hace poniéndose a la cabeza del proceso al gestionar la administración central las ayudas y no las comunidades autónomas en un intento por acelerar las ayudas. Durante la presentación de este programa de impulso al sector del coche eléctrico, Sánchez aseguró que la electrificación de la movilidad es una cuestión “que nos va la vida en ello” porque de ella depende, en gran medida, el freno al cambio climático: “No podemos dar marcha atrás”. Incluso pidió a los fabricantes dar pasos en la competitividad de sus vehículos para alcanzar modelos eléctricos "que los españoles se puedan permitir".

Pese a todo, el mercado vive el momento más ‘dulce’ de la producción eléctrica si se compara con años anteriores. Hasta noviembre de este año, según datos de la patronal, Anfac, en España se produjeron 733.000 coches eléctricos, de los 2,3 millones que se fabricaron. La inmensa mayoría, nueve de cada diez, tuvieron como destino la exportación. Este año se prevé cerrar con unas ventas que rondarán los 2,2 millones. En 2023 se alcanzaron los 2,45 millones de unidades. El objetivo del Gobierno en su ultimo plan de impulso al sector plantea el objetivo de lograr fabricar en España 2,7 millones de unidades en 2030.

Muy lejos de la media europea

Pero esa sólo es una parte de la fotografía. La más real sigue revelándose en forma de gasolina y diésel o con modelos no 100% eléctricos. Nuestro país es la segunda potencia europea tras Alemania y la novena u octava del mundo, puesto competido con Brasil. Una producción de referencia mundial en sus 16 factorías pero que en realidad apenas tiene salida en nuestro país, sólo el 10% es para venta nacional, el 90% restante va a la exportación.

Otro dato significativo de lo precipitado que era electrificar el 100% de la movilidad es la posición de los consumidores. El parque móvil de nuestro país no deja de envejecer. Los últimos datos muestran que la edad media está ya en casi los 15 años y que la compra se sigue retrasando por la incertidumbre del futuro del sector y por los precios, aún elevados, que la media de consumidores ve para apostar por vehículos eléctricos. La penetración eléctrica en nuestro mercado apenas alcanza el 14,5%, muy lejos del 29% de la media europea y más aún del 100% de países como Noruega o el 69% de los Países Bajos.

Por ello, el sector ha recibido con satisfacción la demora y modulación del final de la combustión que ha acordado la Comisión Europea. Compaginar su producción, más eficiente, y seguir dando pasos en la electrificación era la vía que venían reclamando. Sin embargo, en el ámbito de la movilidad eléctrica la competitividad del mercado español está aún lejos de alcanzar los niveles de mercados como el chino. La necesidad de mayor innovación y desarrollo se impone como camino paralelo al de la semidescarbonización de la combustión la próxima década a la que ahora abre la puerta Europa con el rechazo de España.

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