Sabíamos que a Trump le gustaba imprimir su sello en sus posesiones. La Trump World, en la Primera Avenida, entre las calles 47 y 48 en Manhattan, es su edificio más emblemático. En la entrada venden muñecos, llaveros, gorras, camisetas.. del universo Trump. En el primer mandato ya insinuó que no era mala idea que su efigie figurara en el Monte Rushmore. Pero en su segundo mandato cuando su ego está desbocado: para su mayor gloria (y espanto de la familia del JFK) han renombrado el Centro Kennedy; y acaba de anunciar la construcción de los buques de guerra clase Trump. Sin olvidar que está reformando la Casa Blanca para añadir un megasalón de baile. ¿Qué hay detrás de esta obsesión con su nombre?

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Todos los presidentes quieren dejar huella, que perdure su legado. Pero lo de Trump es punto y aparte. Es un culto a la personalidad enfermizo. Trump interpreta que como presidente puede hacer y deshacer sin tener que rendir cuentas. Como ha dicho su jefa de gabinete, Susie Wiles, a Vanity Fair: "Tiene la personalidad de un alcohólico. Actúa con la convicción de que no hay nada que no pueda hacer. Nada". Luego dijo que se habían sacado de contexto sus declaraciones. En realidad, Trump tiene una personalidad narcisista: su ego es mayúsculo, se considera superior al resto y digno de admiración. A la vez profesa una envidia enfermiza a cualquiera que pueda hacerle sombra.

Un narcisista de manual

Según el catedrático Vicente Caballo Manrique de la Universidad de Granada, Trump "cumple todos los criterios diagnósticos del Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP), una enfermedad mental que se caracteriza por una tendencia extrema a apreciarse a sí mismo, considerarse distinto y sentirse merecedor de un trato especial".

En un artículo publicado en la revista Behavioral Psychology, el catedrático apunta que "el narcisista no es simplemente bueno, es el mejor. No es grande, es el más grande. No es honesto, es el más honesto. No es humilde, es el más humilde".

También se observa su trastorno en el uso desmedido de conceptos grandilocuentes como "impresionante", "fantástico" o "asombroso". Como señala el catedrático Caballo, Trump se cree especial y único. Exige además una admiración excesiva y está preocupado por su popularidad. A ello se une la envidia por los logros de los demás y a la vez la creencia de que todos los otros en realidad quieren ser Trump.

El quinto presidente en el Monte Rushmore

Empecemos por el Monte Rushmore, que se encuentra en Dakota del Sur. El monumento, construido entre 1927 y 1941, representa las caras, talladas en granito, de los presidentes George Washington, Thomas Jefferson, Theodore Roosevelt y Abraham Lincoln. Miden 18 metros. Simbolizan el nacimiento, crecimiento, preservación y desarrollo de la nación.

En agosto de 2020 hubo informaciones que apuntaban que asesores de la Casa Blanca se habían puesto en contacto con la oficina de la entonces gobernadora de Dakota del Sur, Kristi Noem, sobre el proceso para añadir presidentes al monumento. "Nunca lo sugerí, aunque, basándome en todo lo que se logró durante los primeros tres años y medio, quizás más que en cualquier otra presidencia, me parece una buena idea", dijo Trump en sus redes sociales.

Apenas días después de que Trump asumiera su segundo mandato, la congresista Anna Paulina Luna, republicana de Florida, presentó un proyecto de ley para añadir a Trump en el Monte Rushmore. Incluso si se aprobara, el problema es que no hay espacio en la roca para grabar un nuevo rostro. "Todo se reduce a la geología, a la ingeniería", dijo Paul Nelson, ingeniero jubilado que supervisó el sistema de monitoreo de rocas del Monte Rushmore, según la NBC. "Simplemente es imposible". Las limitaciones ya las especificó el escultor principal Gutzon Borglum.

El rebautismo del Centro Kennedy

Ningún otro presidente parece que puede recibir un trato especial, según Trump. El 19 de diciembre el Centro Kennedy de las Artes Escénicas añadió en su fachada el nombre de Donald Trump. La víspera, su junta directiva, liderada por un republicano votó a favor de rebautizar la institución. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, explicó que este cambio se debía a la "increíble labor" realizada por el presidente para salvar el edificio, según informa la agencia Efe.

El caso es que el nombre se acordó por ley en enero de 1964. El presidente John F. Kennedy había sido asesinado apenas dos meses antes. Cualquier modificación ha de ser aprobada por el Congreso.

Lo próximo que quizá quiera hacer es renombrar el aeropuerto JFK o el Monumento a Lincoln"

Maria Shriver, sobrina de JFK y ex primera dama de California

Maria Shriver, sobrina de JFK, calificó la medida de incomprensible y absurda en su cuenta de X. Explica cómo su tío era un hombre interesado en las artes, la cultura, la educación, los idiomas y la historia. "Lo próximo que quizá quiera hacer es renombrar el aeropuerto JFK, el monumento a Lincoln, el monumento a Jefferson, o el Museo Smithsoniano. Y la lista continúa", señala Shriver, periodista y ex primera dama de California. ¿No vemos lo que está pasando? ¡Vamos, compatriotas! ¡Despierten! Esto no es digno. No tiene gracia... Justo cuando crees que alguien no puede caer más bajo, cae... "

La flota dorada, flota Trump

Lo último ha sido el anuncio de que va a ordenar construir dos buques de guerra que llevará su nombre y formarán parte de la llamada "flota dorada". Serán acorazados 100 veces más poderosos que los actuales. Así trata de revitalizar la industria naval estadounidense.

El anuncio lo hizo, junto al secretario de Guerra, Pete Hegseth, y secretario de Estado, Marco Rubio, en su residencia privada de Mar-a-Lago. Es una muestra más de cómo Trump no sabe que una cuestión son sus propiedades y otra su función pública.

A Trump le encanta ver su nombre por doquier. En el único sitio donde lamenta que aparezca es en los archivos de quien fuera su amigo, Jeffrey Epstein. El convicto por tráfico sexual le persigue después de muerto. Trump siempre optará por negarlo todo como buen narcisista.

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