¡Malditas guerras! Desde el Génesis la historia se repite. Y el hombre no escarmienta. De forma colectiva o individual, nos matamos unos a los otros. Y el cielo no tiene respuesta.
- Yo soy el hambre, más listo que mi propio nombre, pueblos enteros padeciendo de inanición, no hay justicia que me detenga.
- Yo soy la guerra, no me hacen falta palabras, solo el estruendo de mi bandera.
- Pues yo soy La muerte. Y después, nada.
Pero, como en el caso de Numancia, no es guerra como tal. Es asedio, es esclavitud, es humillación, es falta de libertad, es falta de honor, es tiranía, es venganza, es abuso de poder.
Numancia, de Miguel de Cervantes, donde se narra ese asedio inhumano al que se vio sometida la ciudad allá por el año 130 a.d.c. por parte de las tropas romanas para hacerse con un espacio estratégico para engrandecer su imperio en una desolación sin materia.
José Luis Alonso de Santos rescata este texto del autor del Quijote, La Numancia o El cerco de Numancia, que data de 1585, para ofrecernos, además del texto en sí mismo, esa lectura de la demacración del rostro humano, la más vil manera de someter a un conjunto de ciudadanos haciéndolos pasar hambre, sin ayuda humanitaria, en una constante vigilancia sin vías de escape. ¿Les suena de algo?
El ’dale una oportunidad a la paz’ de John Lennon no tiene cabida en el planteamiento de Escipión, el general romano encargado de apropiarse de Numancia. Solo hay que esperar a que la arena del reloj caiga del todo cuando ya no tengan escapatoria ninguna y tengan que comerse entre ellos mismos. No valen treguas. No vale una lucha simbólica cuerpo a cuerpo entre solo dos hombres. La indignidad alcanza su máxima cota de destrucción y vilipendio.
Y, no se nos olvide, afortunadamente estamos hablando, ahora, de teatro, lo llevan a cabo un excelente elenco de actores y actrices encabezados por Arturo Querejeta y Pepa Pedroche, bien arropados por Jacobo Dicenta, Karmele Aranburu, y el romano, Javier Lara, hasta un total de 20 intérpretes incluyendo a Esther Berzal o Carmen del Valle. Quizá el ambiente escenográfico me resulta un poco frío, demasiado impersonal, por más que las atalayas sirvan simbólicamente del detonante del poder. Sin embargo, las actuaciones, la música, la iluminación, el conjunto coral nos aproxima a la idea de opresión y sometimiento.
Las escenas van girando en torno a uno y otro sitio, los sometidos aguantando estoicamente y los sitiadores mostrando su potencia cruel sin ‘escisiones’, es decir, sin rompimientos, sin piedad, sin misericordia ninguna, tan solo busca la gloria, la corona de triunfador, el respeto por el miedo que infunde. ¿Les suena de algo?
Parecen lejanos estos acontecimientos, pero lamentablemente, no son tan literarios o dramatúrgicos, tan lejanos en el tiempo o históricos, nada exentos de actualidad, imágenes de recuerdos y noticias recientes, el arte se refleja demasiado a menudo con la realidad. ¿les suena de algo?
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