La España sin rumbo y destrozada tras la Guerra Civil dejó una sociedad vertebrada, sí o sí, por los valores del nacionalcatolicismo y muy empobrecida. Los españoles salieron adelante del letargo, poco a poco, hincando los codos, trabajando en lo que salía, montando negocios imposibles con nuestra mirada de hoy y desarrollando un país con retraso acumulado respecto a Europa. 

Son los españoles que David Pallol ha recogido en el volumen Tipismo franquista (Arzalia). Se trata de una amplia y detallada galería de personajes y oficios de la sociedad franquista. Trabajadores que fueron ganando derechos, familias que emigraban a la ciudad o al extranjero para buscar oportunidades. Una sociedad desaparecida que madrugaba para salir del pozo en el que les dejó la guerra.

Según Pallol siguen sin saberse muchas de las cosas que ocurrieron durante el franquismo. Franco y el franquismo nos han dado mucho que hablar, pero todavía quda mucho. El historiadaor considera que “la mayoría de los documentos están clasificados todavía, así que hablamos de un gran expediente X en la historia de España… celosamente preservado. Por no hablar de dos grandes momentos en que se destruyeron papeles comprometedores a mansalva: 1945, con la victoria de los aliados en Europa y esa fase de pánico que se extendió entre el estamento franquista y 1975, con la muerte del dictador, por las mismas razones”.

El afilador

Antes del franquismo era muy importante ‘ser alguien’, y lo siguió siendo. “Como lo había sido siempre. Era una emoción atávica, la sensación de pertenencia a un colectivo que les dotaba de identidad y orgullo. En esta sociedad líquida, para directivos tenemos el Linkedin, pero para el resto no hay nada.. “, explica Pallol a El Independiente.

El sereno

“Tu aportación era importante, por muy humilde o modesta que pareciese, porque formaba parte de un vasto engranaje en el que todas las piezas encajaban: tan importante era la labor de un médico o de un oficial de caballería como la de un artesano. Todos tenían su sitio determinado en esa rueda gigantesca que hacía girar la sociedad de la época. Tu vida tenía sentido”, añade el autor.

Los emigrantes

Muchos de estos los tipismos de su libro corresponden a profesiones o personajes de la ciudad que han desaparecido y muchos tenían que ver con la relación entre el mundo rural y la ciudad como la venta ambulante y los migrantes. “Esa brecha siempre estuvo ahí, antes del franquismo. Para mí, de pequeño, el mundo rural era una especie de paisaje abstracto que invariablemente se quedaba aislado en invierno por la nieve y donde no llegaba algo: la tele, la luz, la cobertura del móvil, la señal de internet... Era un lugar repleto de carencias. En el franquismo era así, con el agravante de que, dentro de una comunidad cerrada de mollera como era todo el país, lo era doblemente”.

Libertad

Para este historiador salir del pueblo era, en muchos casos además de una necesidad económica una necesidad vital. “Para muchas personas, por mil y una circunstancias, escapar del pueblo equivalía no sólo aspirar a una vida mejor: representaba libertad. Los pueblos, en el franquismo, eran comunidades especialmente sofocantes”.

El pueblo llama a tu puerta

Para Pallol “el pueblo y los pueblerinos tenían mucha más presencia en la ciudad, aunque solo fuese por las oleadas de ellos que se instalaban en ella o acudían a vender sus productos. Ahora los inmigrantes son de fuera, a la vez que se produce un fenómeno curioso entre los nacionales más románticos -o más marginales- de retorno al campo. Pero en cuanto a algunos de los tipos de los que hablo en el libro, como los mieleros y queseros, hay que viajar hasta la era pre-supermercados, de un tiempo en que no todos los bienes y servicios se concentraban en la ciudad o en la web. Ahora el jamón ibérico de calidad, por poner un ejemplo, se compra en línea. Antes llamaba a la puerta de tu casa”.

Años de enclaustramiento político

Con este volumen Pallol ha querido destacar “la circunstancia de una sociedad fuertemente reaccionaria y encerrada en sí misma, autosatisfecha en su pasado glorioso y en su mediocridad presente… Fueron muchos años de enclaustramiento político y de ideas. Y eso, quieras que no, ha dejado huella”. En la foto Jano trabajando en su estudio en 1957.

Los limpiabotas

Los limpias tenían en todas las ciudades españolas una calle o una plaza céntrica en la que se concentraban. En la imagen, limpiabotas en el Bulevar de San Sebastián en la década los 40.

Pablito Calvo, niños prodigio

Durante el franquismo fueron muchos los niños prodigio que se hicieron populares. Pablito Calvo protagonizó Marcelino, pan y vino el mayor éxito del cine nacionalcatólico.

El Domund

Los niños del Domund, acrónimo de Domingo Mundial, eran un clásico anual. Siguiendo el mandato de la iglesia estas jornadas de cuestación se estableció en 1943 en la que los niños de los colegios religiosos pedían dinero por las casas durante un fin de semana.

La España devota

Pallo dedica un capítulo a la omnipresencia de la Iglesia. "Franco otorgó a la Iglesia tras la victoria del monopolio casi absoluto sobre la educación y al moral, tanto pública como privada, de los españoles.

Reserva espiritual de Occidente

"La mayor parte de los males de la sociedad se deben al laicismo; y precisamente por haber colocado en nuestro movimiento político lo espiritual por encima de los meramente material, son muchos los que han llegado a considerarnos la reserva espiritual de Occidente". Este es parte del discurso de Franco en el fin de año 1962, recogido en Tipismo franquista.