El personal del proyecto Life Iberlince ultima el censo de población de linces ibéricos en la península. Si las previsiones se cumplen, este año se contabilizarán algo más de 250 ejemplares maduros en edad reproductiva. Esta es la cantidad mínima para que la IUCN (Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza) pase de clasificar esta especie de “en peligro” a “vulnerable”. Así se hará si se mantiene la población durante los próximos cinco años.
Miguel Ángel Simón, director del proyecto Life Iberlince, se muestra optimista. En el censo de 2017 se contabilizaron 248 ejemplares adultos y ya son 600 el total de individuos que habitan en los montes y las dehesas del suroeste de la península. “La prioridad no es solamente conseguir un número mayor de ejemplares, sino también que los territorios que poco a poco vuelve a ocupar el lince tengan posibilidad de transferencia. Esto es indispensable para que haya intercambio genético y que la especie sea viable”.
Pasos de fauna, una senda indispensable para la viabilidad de la especie
El lince ibérico es un felino de origen andaluz conocido por ser solitario, sibarita y territorial: caza solo, se alimenta casi exclusivamente de conejos y necesita al menos 600 hectáreas de bosque mediterráneo para desarrollarse con normalidad. Se han dado casos excepcionales, como la dramática historia de Kentaro, el ejemplar que recorrió más de 3.000 kilómetros para acabar atropellado en Portugal, o el de Litio, un lince viajero que reintrodujeron al sur de Portugal y se acomodó en un campo de cerezos cerca de Barcelona dos años después. Lo más común es que, cuando abandonan la camada, se desplacen un promedio de 50 km en sus viajes exploratorios y vuelvan al punto de partida para reiniciar su búsqueda en otra dirección.
La circulación de linces en busca de apareamiento, comida o territorio en zonas no adaptadas acaba con frecuencia con la muerte del animal. Si se tiene en cuenta que hay 600 ejemplares en el mundo, cada individuo que desaparece es una pérdida genética irreparable. El año pasado fue fatídico; se registraron 31 atropellos.
“Favorecer la conectividad entre núcleos de población lincera y zonas de futura expansión es fundamental para que puedan andar de un sitio a otro y procrear con congéneres de otras poblaciones”, asegura Simón en declaraciones a El Independiente. Conseguir la variabilidad genética de manera natural es necesario para criar ejemplares fuertes y adaptables. Los pasos de fauna son la alternativa más efectiva para combatir la fragmentación del hábitat, no solo para esta especie, sino para multitud de animales. Se trata de unas instalaciones costosas y deben ir acompañadas de señalización y del buen mantenimiento de los vallados que impidan a los animales cruzar por la carretera.
Se han iniciado las conexiones entre diferentes áreas de reintroducción del lince. En este momento existe un intercambio fluido de ejemplares entre Guadalmellato-Cardeña-Andújar-Guarrizas, y de esta última zona con Sierra Morena oriental, en Ciudad Real. Además, algunos ejemplares se han movido entre Valle de Matachel, Badajoz y Montes de Toledo y Sierra Norte de Sevilla y entre Doñana, Huelva y Vale do Guadiana, Mértola en Portugal, según se indica en las conclusiones del censo de Life Iberlince de 2017.
Recuperar la sintonía entre humanos y linces
El mayor enemigo de nuestro felino más emblemático ha sido el hombre. Las causas que pusieron a estos animales al borde de la extinción a principios de este siglo fueron la caza indiscriminada, las enfermedades del conejo y la destrucción del hábitat provocada por la construcción desmedida o los usos agrícolas.
En su labor de divulgación y concienciación, el proyecto Iberlince ha publicado una guía de buenas prácticas en la agricultura para mantener un hábitat aceptable para las necesidades de los linces y, por ende, del conejo silvestre. En ella también se describen las ventajas de la existencia en nuestro entorno y sus ciclos de celo y cría, con consejos para llevar una buena relación.
Los proyectos de reintroducción y conservación son un éxito a nivel europeo. Ecologistas, asociaciones de caza, propietarios de terrenos y administraciones, han conseguido que hoy estemos a punto de ser testigos de algo que parecía imposible hace apenas 20 años: reencontrarnos con nuestro gran y hermoso gato, que aún sigue siendo el más amenazado del mundo, en los paisajes del suroeste peninsular.
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