El 27 de septiembre de 2013, la máxima estrella del Fútbol Club Barcelona, Lionel Messi, abandonaba sonriente el Juzgado de Gavá escoltado por los Mossos d'Esquadra y vitoreado por una multitud de hinchas. No salía de ofrecer un título desde el balcón, sino de sentarse en un banquillo acusado de defraudar hasta cuatro millones de euros a Hacienda.
El de Messi no es un caso aislado, su némesis en el Real Madrid, Cristiano Ronaldo, aparecía hace unos meses en los documentos conocidos como Fútbol Leaks por una supuesta desviación de 150 millones de euros a paraísos fiscales para evitar pagar más al fisco. También sigue siendo jaleado por sus goles. La Fiscalía ha acusado a la estrella del club blanco de defraudar 14,7 millones "de forma consciente" entre 2011 y 2014. Y como ellos, Neymar, Mascherano, Di María, Dani Alves...
Los escándalos fiscales se suceden en torno a futbolistas de renombre en España, pero no hacen desfallecer a la grada. Los datos hablan por sí solos. El Estadio Santiago Bernabéu, bastión del Real Madrid, tiene una capacidad de 81.044 aficionados y su tasa de ocupación es del 84%, mientras que el Camp Nou promedia una entrada del 79% de sus 99.453 asientos. Otros dos grandes clubes nacionales, el Atlético de Madrid o el Valencia, rondan las 55.000 localidades y cuentan con una tasa de ocupación del 81% y el 68%, respectivamente.
¿Por qué? ¿Por qué defraudan jugadores de fútbol con nóminas millonarias y, sobre todo, por qué se les vitorea a pesar de todo? El doctor y profesor de la Universidad Complutense y presidente de la ONG Psicología Sin Fronteras, Guillermo Fouce, le pone nombre a este fenómeno: disonancia cognitiva.
Se trata de un conflicto interno que los aficionados no pueden evitar sentir. Cuando ven a sus ídolos expuestos a una polémica en la que se pone en duda su honradez, también se pone en juego sus creencias como seguidores. Para solucionarlo, recurren inconscientemente al autoengaño. "Tendemos a engañarnos con frases como no es para tanto, todo el mundo lo hace, no puede ser verdad, dan muchos triunfos así que…", explica Fouce.
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*Las cantidades se refieren a deudas reclamadas por vía judicial o supuestos fraudes por los que el jugador ha sido noticia
Esta teoría formulada por el psicólogo norteamericano Leon Festinger en 1957 es aplicable, por ejemplo, a los fumadores que saben que fumar les perjudica, pero que lo quieren seguir haciendo y que se autoconvencen de que a ellos no les afecta tanto; también a las personas que les son infieles a sus parejas y buscan una forma de autoperdonarse.
Fouce afirma que la cuestión no difiere tampoco de lo que ocurre en la política. "Los miembros de un partido, por ejemplo, pueden ver o leer comportamientos corruptos dentro de su organización, pero tenderán a minusvalorarlos o negarlos porque afecta a los suyos, hasta que la persona es expulsada…", pone como ejemplo. Son, de alguna forma, sus hinchas y no quieren enfrentarse al desengaño.
En el caso del fútbol, como ya señalaba el psicosociólogo alemán Berhard Vinnai en su ensayo El fútbol como ideología (1970), "el juego supone, en última instancia, apartarse de la realidad".
'La cueva de los ladrones'
Esta disonancia, este pensar con el corazón, sólo es posible si los seguidores logran sentir una identidad que les une y, al mismo tiempo, les separa de otros. Una identidad por la que se esfuerzan, a la que dedican tiempo y a la que se entregan. Esta forma de adhesión se puso de manifiesto ya en un experimento denominado La cueva de los ladrones, llevado a cabo por los científicos Muzafer Sherif y Carolyn Sherif en 1954.
El experimento aisló a dos grupos de jóvenes. Dentro de cada uno, sus miembros no se conocían entre sí. Sin embargo, al darles unos elementos identitarios comunes y al llevar a cabo actividades colectivas, pronto surgió en ellos un sentimiento de colectividad diferenciadora de los otros.
No es casualidad entonces que se produzcan sentimientos de identidad tan exacerbados en el fútbol cuando los clubes inundan las calles de publicidad con el escudo de su equipo, distribuyen camisetas, banderas y hablan incluso de valores propios que se resumen en madridismo o barcelonismo.
"Las masas se sienten afectivamente ligadas a sus engañadores y defienden calurosamente el engaño", sostiene el sociólogo Juan José Sebreli
Hasta tal punto ocurre esta especie de contagio que, como recoge Vinnai, las concentraciones de glucosa y de adrenalina propias de un esfuerzo físico intenso se han encontrado en igual medida en futbolistas y aficionados. Más aún, equipos como el Betis o el Atlético de Madrid cuentan en sus estadios con zonas habilitadas para el reposo de las cenizas de aficionados que así lo deseen.
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Sin embargo, en ese proceso de identificación, los futbolistas quedan arriba, muy arriba, y los seguidores abajo. En otro ensayo titulado La era del fútbol (1998), el sociólogo Juan José Sebreli argumenta que la aparición del fútbol profesional establece una separación entre los futbolistas y unos espectadores pasivos que participan a distancia de los triunfos y que acaban adoptando, desde esa distancia, auténticos ídolos.
Y cuando surgen las malas prácticas de estos ídolos, añade, "las masas se sienten afectivamente ligadas a sus engañadores y defienden calurosamente el engaño". ¿Por qué, si no, existe incluso una Iglesia Maradoniana?
Los clubes, los primeros culpables
Luca Calioli, periodista italiano que ha escrito libros sobre jugadores como Messi, Cristiano Ronaldo o Ronaldinho, sugiere otras claves relacionadas con el ambiente que envuelve a los futbolistas y también apunta a los clubes.
Para empezar, señala que "detrás de todo contrato millonario hay dinero negro". Y no se escapa a nadie que el ámbito futbolístico es de los más opacos para Hacienda. Asegura Calioli que los clubes ponen al servicio de sus jugadores grandes aparatos de abogados y fiscalistas que les ayudan a no rendir todas las cuentas que deberían con el fisco.
El resultado es que "los jugadores se sienten impunes porque se sienten cubiertos". Pero, además, el periodista asegura que, en muchas ocasiones, son los propios familiares los que se embarcan en la representación de los futbolistas sin los conocimientos suficientes para manejar patrimonios tan grandes. Todo este búnker que rodea a los futbolistas hace que los hinchas vean a sus ídolos como víctimas de engaños y que, de alguna manera, les exculpen.
Algo está cambiando
Pero algo está cambiando, aunque sea lentamente, según los expertos. Los jugadores son cada día menos ídolos y más mortales. Como señala Calioli, "antes se decía que sólo hay dos cosas intocables en España: la Casa Real y los futbolistas. Pero ahora, Hacienda está persiguiendo a los dos".
En efecto, la Agencia Tributaria (AEAT) viene poniendo el acento, dentro de la lucha contra el fraude, en el colectivo de los futbolistas. De hecho, alguno de ellos aparece en los listados de morosos que publica semestralmente.
Sin embargo, el propio titular del ramo, Cristóbal Montoro, lamentaba hace unos meses la escasa crítica social despertada por casos como el de Futbol Leaks. Según los expertos, aún estamos lejos de ver en un estadio una pancarta que, en lugar del nombre de una peña o de un jugador, aparezca una llamada a la honradez del ídolo.
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