Sobreponerse a una crisis tiene mucho que ver con avanzar más rápido que ella. Y cuando las herramientas del Estado tienen dificultades para seguirle la pista (así se explica que una crisis dure una década), muchos son los que buscan un atajo. Los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondiente al primer trimestre así lo ponen de manifiesto: El 83% de los parados busca un enchufe, mientras que solo un 30% espera la llamada de la Oficina de Empleo.
Se trata de una proporción que ya se observaba a partir de 2007, cuando empezó a atisbarse la crisis, pero que diez años después se ha acentuado con una nueva variante, el cada vez mayor uso de las nuevas tecnologías para buscar un empleo.
Tomando como referencia el primer trimestre de 2006, cuando el paro no llegaba a los dos millones de personas y la tasa se situaba en el 9%, prácticamente la mitad que la actual (18,75%), el 73,2% buscaba un empleo, entre otras vías, a través de amigos, parientes o un sindicato, 10 puntos porcentuales menos que en 2017.
Al mismo tiempo, algo más del 56% recurría a las oficinas públicas de empleo, el antiguo INEM. Ya entonces estaba en entredicho la eficacia de estas oficinas y su capacidad de intermediación, y solo un 31,1% de los desempleados reconocía su disposición a la esperada llamada del empleo. Sin embargo, la crisis parece haber hecho que la fe de los parados en los canales públicos para encontrar un empleo se haya debilitado aún más.
En un salto temporal, el deterioro del mercado de trabajo alcanzó su grado máximo en el primer trimestre de 2013, con un total de 6.278.200 parados. El paro rozaba el 27% por entonces, 10 puntos porcentuales más que en el arranque de 2017. Hasta esa cima, durante los tres años anteriores había repuntado el porcentaje de parados que se encomendaban al INEM para salir de su situación. Entre 2009 y 2012, esta proporción superó el 60%. Sin embargo, la capacidad de respuesta del INEM fue a menos en el mismo periodo.
Ya en ese dramático primer trimestre de 2013, el 58,1% de los desempleados se había puesto en contacto con la Oficina Pública de Empleo, más que al inicio de la crisis, pero sólo un 27,6% esperaba una respuesta, 3,5 puntos porcentuales menos que en 2006. En esa circunstancia, la necesidad de buscar el atajo llevaba al 86,8% de los desempleados a probar suerte entre amigos o familiares.
En el primer trimestre de 2017, el número de parados se ha situado en 4.255.000 personas y sus formas de buscar empleo denotan que la desconfianza hacia el INEM es mayor que al inicio de la crisis: Un 83% de los parados buscan empleo a través de amigos, familiares o recurriendo a un sindicato. Sin embargo, un 52,4% se puso en contacto con el INEM y solo un 28,7% espera una respuesta.
Internet es la nueva oficina de empleo
Sin embargo, la nueva derivada en este proceso tiene su propia lectura. En el primer trimestre de 2006, solo un 29,6% de los desempleados había puesto o contestado algún anuncio u oferta de empleo en Internet, porcentaje que ya era del 40,6% en el mismo periodo de 2013 y que se ha mantenido hasta 2017.
Los datos recogidos en la EPA muestran otros datos significativos sobre las expectativas de encontrar un empleo de los parados. Por ejemplo, en el primer trimestre de 2006, hasta el 22% de los desempleados había realizado un examen o una entrevista de trabajo, cifra que a día de hoy se reduce al 12,3%, mientras que el 73% ha realizado una solicitud directa a un empresario o ha presentado su currículum, frente al 64,2% en 2006.
Además, el 29,7% de los parados pide ayuda a una oficina privada de empleo o se ha apuntado a una bolsa de trabajo.
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