Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen, mueren…  Y durante todo el camino van gastando dinero para comprar todo aquello que necesitan o quieren. En muchos casos, tomando decisiones financieras que acaban teniendo un gran impacto en nuestra vida, como la deuda que supone una hipoteca.

Por eso muchos expertos defienden la importancia de acompasar la gestión de los ahorros, la rentabilidad y el riesgo a asumir, con nuestro ritmo vital. Por ejemplo, es clave llegar con un nivel de ahorro suficiente a la edad de jubilación porque, si no, puede que nos veamos obligados a seguir trabajando a nuestra vejez para aumentar los ingresos y mantener el nivel de vida.

Entonces… ¿Debemos tomar nuestras decisiones de ahorro e inversión mirando el DNI? ¿Hay que destinar más dinero, por ejemplo, a la bolsa cuando somos jóvenes que cuando ya peinamos canas? Y al revés, ¿una persona veterana tiene que olvidarse para siempre de las acciones y centrarse en depósitos o bonos?

Distintas 'teorías'

La tendencia académica dominante indica que sí. De hecho, hay una especie de teoría que se denomina la regla del 100 menos la edad (también en su versión del 120 menos la edad), según la cual se debería  invertir en bolsa la cifra resultante y el resto en activos conservadores.

Es decir, una persona de 30 años, debería destinar a las acciones un 70% de su cartera; mientras que otra de 95 años tendría que limitar como mucho al 5% el peso de la renta variable en su patrimonio financiero.

Este enfoque se basa en un principio muy sencillo: la bolsa es el activo más rentable a largo plazo, pero también el más volátil. Es decir, que pasa por más altibajos. Basta mirar lo sucedido en los mercados los últimos 10 años para hacerse a la idea.

La bolsa es el activo más rentable a largo plazo, pero también el más volátil

En 2007, el índice S&P 500, santo y seña de la bolsa americana, llegó a marcar máximo por encima de 1.500 puntos; poco más de un año después, había caído más de un 50% por la crisis subprime. Ahora, 10 años después, está casi al doble que en el máximo previo a al crisis.

Imaginemos que en 2007 una persona de 25 años, que todavía vivía con sus padres, decidiera meter el 75% de sus primeros sueldos en un fondo que invirtiera en la bolsa americana en vez de tenerlo en el cerdito, con el objetivo de comprarse una casa a los 40 años. Como no tenía necesidad de hacer uso del dinero y no lo tocó, ahora mismo, a sus 35 años, tendría casi el doble en esa parte invertida.

Ahora bien, imaginemos que su padre, que estaba ya jubilado, hubiera hecho lo mismo y hubiese necesitado tirar del dinero al año siguiente. El desastre habría sido mayúsculo y habría tenido que vender en los mínimos, perdiendo casi un 50%, y quizá renunciando a sus planes vitales.

Necesidad de liquidez

De este caso, parece evidente que la regla del 100 menos la edad tiene todo el sentido del mundo… Pero hay quienes, como Francisco García Paramés, el gestor de Cobas, hacen un matiz importante. La clave en el ejemplo anterior no estaba tanto la edad, como en la necesidad que iba a tener esa persona de disponer del dinero a corto y medio plazo o no.

Si el chico de 25 años estuviese pensando pagarse un máster al año siguiente, habría sido una locura destinar todo a renta variable y, de haberlo hecho, no se lo habría podido permitir por la caída de las acciones. En cambio, si su padre de 75 años tenía la vida solucionada y le valiera con la pensión pública para vivir, le habría sido mejor destinar el dinero a las acciones, para aprovechar su mayor rentabilidad. Ahora 10 años después, tendría casi el doble. Desde luego, sus herederos le quedarían mucho más agradecidos.

La diferencia que puede marcar un poco más de rentabilidad al invertir puede significar muchos miles de euros a largo plazo, como puedes ver en esta herramienta que te traemos El Independiente y Finect.

¿Cuánto puedo ganar invirtiendo a largo plazo?:


Como se puede ver, la edad puede ser un factor importante a la hora de tomar decisiones sobre nuestras finanzas, pero puede que ni el único ni el más importante. Conviene conocerse bien y saber cuál es nuestro perfil como inversores para estar mejor prevenido y tomar mejores decisiones. Con este sencillo test podrás conocer mejor el tuyo y tu perfil de riesgo.

Pero uno puede ser también joven de espíritu inversor, si tiene las necesidades básicas cubiertas, y no dejarse encasillar por reglas que sólo miran su DNI.