En las últimas semanas hemos asistido en los mercados financieros internacionales a una reducción del apetito por los activos emitidos por países emergentes. La nueva subida de tipos de interés del dólar (el tipo a 10 años ha superado el 3,0%) ha vuelto a provocar un episodio de salida de flujos desde los mercados emergentes, comprobándose una vez más (mayo de 2013 fue uno de los ejemplos más claros y cercanos) la relación inversa entre éstos y las condiciones monetarias del dólar.

En este contexto general, ciertas dudas sobre la economía rusa o las evidencias de desequilibrios en la turca han intensificado el repliegue de posiciones por parte de los gestores de carteras internacionales. Y Argentina ha sufrido las consecuencias. Estamos ante un nuevo caso de lo que los economistas llamamos sudden stop (parada repentina). De forma súbita, una economía deja de recibir flujos de financiación desde el exterior. Fondos que necesita porque sufre déficit por cuenta corriente (del orden del 5% del PIB).

Es como una familia o empresa que gasta más de lo que ingresa y que, de la noche a la mañana, ve cómo le cortan la financiación. Sí, lo mismo que nos sucedió a las economías de la periferia del Área euro entre mediados de 2010 y de 2012. Entonces, aquí, el BCE salió al rescate creando” euros (base monetaria), bien mediante inyecciones de liquidez a los bancos (que no de capital, por cierto), bien mediante la compra de activos de renta fija emitidos por los gobiernos. La asistencia se completó con el recurso de algunos Tesoros nacionales a mecanismos de financiación como el EFSF o el ESM.

Cuando un país tiene necesidades de fondos desde el exterior tiene que mantener el atractivo y la credibilidad para que le presten

Cuando un país (o una familia o una empresa) tiene necesidades de fondos desde el exterior (el déficit por cuenta corriente antes comentado) tiene que mantener el atractivo y la credibilidad para que le presten. Si se pierde, surge un problema de financiación que deriva en uno macroeconómico. A partir de aquí caben dos soluciones: tratar de ocultarlo, parchearlo y dar una patada hacia adelante o reconocerlo, pedir ayuda y resolverlo.

El gobierno de Macri ha optado por esto segundo. Elevar los tipos de interés, perder reservas internacionales, aceptar la depreciación del peso y monetizar el déficit público no harían más que intensificar el problema económico. Porque el país presenta claros desequilibrios macroeconómicos tras más de una década desastrosa. No debe ser fácil recurrir al rescate pidiendo ayuda al FMI, en un país en el que la simple mención a este organismo genera un claro rechazo (por el recuerdo de 2001). Más para un presidente que tenía como unas de sus principales promesas estabilizar la economía. Más si los primeros meses de mandato se caracterizaban por los resultados positivos.

Es valiente optar por la ortodoxia y es acertado hacerlo lo antes posible, con margen para intentar revalidar el cargo en las elecciones de 2019 y conseguir abandonar la lista de países frontera. Argentina debe reducir el déficit público (actual, del 3,5%) y la inflación (25%) como vías para minorar el déficit por cuenta corriente (por cierto, en 2008 España sufría uno por importe equivalente al 10% del PIB; en 2010 era del 3% y desde 2013 contamos con superávit del 2%).

No debe ser fácil recurrir al rescate pidiendo ayuda al FMI, en un país en el que la simple mención a este organismo genera un claro rechazo

Está pendiente de conocerse los detalles del programa del FMI. Aunque es obvio que impondrá reducir el déficit público, es altamente probable que el grado de exigencia no sea el de planes anteriores. Se percibe un cambio en el seno del FMI en los últimos años hacia una mayor sensibilización a la hora de exigir recortes del déficit público en un país que está atravesando por dificultades económicas. Tampoco se conoce el importe de la asistencia, pero se apunta hacia los 30.000 millones de dólar, una cifra que, equivaldría a unos 50.000 millones de EUR si lo extrapolamos al tamaño de la economía española.

Quiero llamar la atención sobre el hecho de que hace menos de un año (mediado de junio de 2017), en lo que fue otro éxito inicial de Macri, Argentina consiguió captar 2.750 millones de dólares mediante la emisión de un bono en los mercados internacionales. Suponía el regreso del país tras una década excluido (como sigue siendo el caso de Grecia). Y a pesar de que la emisión contaba con una calificación crediticia de B- (es decir, una de las más bajas), tiene un vencimiento de… ¡100 años! (conviene recordar que el vencimiento máximo de una Obligación del Tesoro es 60 años). Los inversores que apenas hace unos meses estaban dispuestos a prestar a un siglo, hoy retiran su confianza.

Los inversores que apenas hace unos meses estaban dispuestos a prestar a un siglo, hoy retiran su confianza

Así son los mercados financieros, con esa volatilidad tan característica. Pero por favor, no caigamos en el tópico de que los “especuladores quieren hundir a un país”, en este caso a Argentina. Simplemente, algunos de ellos se han replanteado si habían subestimado la verdadera situación del país o habían sobreestimado la capacidad de acción del nuevo gobierno. Las ventas del bono han provocado una caída de la cotización, que se ha situado en la zona del 87% del valor nominal. Teniendo en cuenta que el cupón es del 7,125%, esta referencia ofrece en la actualidad una rentabilidad del 8,20%.

Midamos ahora la famosa prima por riesgo, aquella de la que con tanta insistencia hablábamos en 2012 para el caso de España. Recordemos que se obtiene restando el tipo de interés de Argentina o España menos el de EEUU o Alemania, por ser los dos Tesoros más solventes en sus respectivas monedas (dólares y euros) . Así, la prima por riesgo de Argentina es de 520 puntos básicos: la del Tesoro español (e italiano) llegó a ser de 600 pb horas antes del famoso Whateverittakes de Mario Draghi. Sirve para entender la situación tan complicada por la que atravesamos entonces.

 

David Cano es socio de Afi